¿No hay nadie más por ahí?


¿Dónde se esconde la gente que tiene una vida relajada y que a lo único que aspiran es a regresar a su casa después de trabajar y plantarse delante de la televisión y echar raíces mientras la caja tonta alimenta partes de sus atrofiados cerebros? ¿Son reales o es solo un mito que ha ido creciendo con el tiempo? Lo digo porque yo no conozco a ninguna de esas personas y a veces pienso que sería interesante completar el circuito de amigos con pacharcones y gandules de mierda para que me quede más tiempo para mis cosillas. No sé como me las apaño pero vuelvo a tener una semana de esas que parece que me han escaldado los güevos con agua hirviendo y no puedo parar de moverme. Ayer me moví más que la compresa de una coja, literalmente no paré hasta que comenzó la clase de italiano a las siete. Mi compañero de tropelías en la misma llegó tarde y alguien le quitó su puesto, o más bien me rodearon, ya que se me sentaron dos, uno por cada lado. Que asqueroso es el carisma. Ayer habían ocho chochos en la clase, uno de ellos menor de edad y otro «barely legal» y sin embargo, todos los tíos se ponen a mi lado como si yo fuera el Santo Grial y mi presencia los engrandece. Para cuando llegó il Bambino, la clase había empezado y no convenció a nadie para que se moviera. En la pausa, él y el profesor me acapararon y de alguna manera que aún no puedo entender, acabé invitado para un concierto de un grupo italiano en un pub en una de las ciudades satélite (más bien poblachos satélite) que rodean Utrecht este sábado. Al terminar la clase, yo con Mi precioso iPhone 4S quemándome en el bolsillo y no viendo la hora de volver a casa para adorarlo y ensalzarlo y venerarlo y por qué no, también sobarlo y resulta que iba a ser de que no, que il Bambino quería que lo llevara de paquete hasta la estación porque sigue con muletas, las cuales se dejó olvidadas en un taxi así que ahora camina como Chiquito de la Calzada aunque sin tantos tics como ese genio. Cualquiera que haya ido de paquete en alguna de mis bicicletas sabe que como yo soy como una brisa de primavera y todo el mundo es obeso, la bicicleta nos hace el caballito y hay que andarse con cuidado. De alguna manera me las apañé y llegamos a nuestro objetivo, aunque con los planes cambiados ya que decidimos tomarnos unas cervecitas, o unas birras en el italiano ese que creo que estoy aprendiendo. Entramos en un pub Gezellig y claro, una birra lleva a otra, una bokbier sucede a la siguiente y cuando te das cuenta, ya estás entonado. Tuve que echar mano del piloto automático de la Mily o Vanily para volver a casa y lo peor es que hoy me levantaba temprano.

A partir de las nueve venía la mucama y entre las ocho y las doce pasaban por mi casa una empresa especializada en desatascar cañerías porque el fregadero ya no es lo que era y por lo que me han contado mis vecinos, le ha ido sucediendo a todo el mundo por el barrio. Viendo el lado positivo, al trabajar por la mañana desde casa mi jefa no me vio en el deplorable estado en el que estaba y para cuando salí hacia la oficina, ya hasta parecía un ser humano o eso creo, que en mi casa no hay espejos y no tengo forma de saber el aspecto que tengo, algo que los días que me afeito resulta bastante complicado porque a veces me dejo un lado de la cara a media. En el trabajo no he parado y esta semana he desplegado una actividad inaudita. Sabiendo que el sábado tengo el concierto y la borrachera que lo acompañará con un grupo de gente que desconozco pero que aprenderán a quererme en menos de cinco minutos (y os cuento un pequeño secreto que no puede salir de aquí, el idioma que uso para comunicarme es el puto holandés) y habiendo quedado con el Niño el domingo para sesión doble de cine con cena y cervezas a porrillo, lo último que me faltaba es que me llame el Rubio y me diga que aunque yo no lo sabía, habíamos quedado para ir a cenar a un restaurante que le gusta mucho y posteriormente nos iremos de copas por Woerden, hago noche en su casa y por la mañana, deshecho y de nuevo resacoso, regreso a Utrecht para pasar por el mercado antes de seguir hacia mi casa.

Recapitulando, de jueves a domingo, gala tras gala del Elegido y a ver si me ponen un doble y nos repartimos el trabajo porque no doy abasto … por culpa del Estado del Universo UnoPuntoCero


4 respuestas a “¿No hay nadie más por ahí?”

  1. Yo no te puedo ayudar, tampoco conozco gente de esa, pero a lo mejor son gente buena que no les interesa mas que estar tranquilitos en su casa viendo la tele, debe de haber muchos millones por lo que se lee y dicen por ahí, pero me sorprendí buscando mentalmente a alguien cuando leí tu pregunta y es verdad, no conozco a nadie, es curioso…
    Salud

  2. Debería haber comenzado el relato con el miércoles, cuando fui al Cartouche con un par de amigos a cenar costillas y a ponernos tibios con cerveza Erdinger o quizás debería haber comenzado con el lunes, el día que vino la Chinita a cenar a mi casa y también nos pusimos contentos con la cerveza.

  3. Yo tanto como pagar no, pero ya sé que los próximos dos fines de semana no van a ser de sofá, así que toca seguir sufriendo …