50 sombras de mielda


Hace ya más de un año que todos y cada uno de los átomos que componen mi organismo vibraban aterrorizados ante la bazofia regurgitada y repugnante de Cincuenta sombras de Grey – Fifty Shades of Grey, una peli que me hizo perder la fe en una gran parte de la humanidad y en particular en las hembras, ya que tanto gallear de la defensa de sus derechos y después van todas en manada al cine a ver una película que glorifica el pegarles tremendas jaladas por placer y porque se lo merecen porque son todas unas putas, que ya lo decía la gallina turuleta. Por increíble que parezca, Fifty Shades of Black, parodia con negros (personas de color si eres gringo y te sientes mal al referirte a ellos con la palabra adecuada) que resultó muchísimo más divertida y cachonda. Una de mis amigas me ha dado la vara por activa y por pasiva conque los libros son infinitamente mejores que la película y que era injusto que diera mi opinión sin haber leído al menos aquel en el que se basa la película. No sirvió de nada decirle y repetirle que lo intenté escuchar dos veces pero que me agobiaba en los primeros treinta minutos por la bajísima calidad de los diálogos y las descripciones y por eso, para cerrarle la boca con cremallera hasta el fin de los días, durante las dos últimas semanas he escuchado el puto libro de fifty shades of Grey, o cincuenta sombras de mielda, que es como hay que referirse al mismo. Lo normal es que devore tres libros por semana con lo que en el tiempo que le he dedicado tendría que haber consumido seis libros pero es que no puedo … no puedo … es que era empezar a escuchar e inmediatamente se me ocurrían mil trillones de cosas mejores que hacer para no tener que escuchar el libro.

Hoy lo he terminado y no tengo estómago para los dos siguientes o el del punto de vista del chamo. Prefiero esperar a las pelis que solo duran dos horas. Tengo claro después de escuchar el audiolibro que la escritora no tiene ni puta idea de nada porque ESTO ES UNA P-U-T-A MIERDA DEL COPÓN. Es decir, una acarajatoda, retardada, subnormal, mongólica, estúpida, gilipollas y calentorra se pega un libro entero pidiendo a gritos que un abusador le pegue una paliza y cuando finalmente lo hace, se da cuenta que tiene hachazo entre las piernas y sale por patas y sin rabo entre las piernas corriendo para su casita porque un macho le ha pegado, justo lo que ella pidió. La muy zorra-de-mielda se refiere cientos y cientos de veces a su diosa interior, con las frases más estúpidas que se han escrito en la historia de la literatura. O es bipolar, o es mongólica profunda y de alguna manera no lo han detectado en los controles y por eso no recibe la paga del gobierno, que se la merece. Su diosa interior es lo más zafio que hay en la literatura universal.

Lo más triste es que todas y cada una de las escenas sexuales son aburridas, el relato no interesa y en muchas de ellas ni prestaba atención a lo que decían porque están tan mal contadas que uno sufre con ellas. Por los lamparones del tanga de Jesucristo, es que hasta Corín Tellado conseguía relatar mejor las escenas con contenido sexual que la escritora de esta bazofia, es que no hay un momento en el libro en el que prestes atención porque algo buenísimo está por venir. Desde hoy lo tengo clarísimo que es cierto, los hombres debemos ser de otra galaxia, una con pornografía de verdad y no con relatos escritos por alguien que se conoce todas las letras del alfabeto pero aún no ha aprendido a combinarlas correctamente para crear un buen producto.

,

Una respuesta a “50 sombras de mielda”