Pacific Rim: Insurrección – Pacific Rim: Uprising


Seguimos en este círculo infinito de películas que regresan una y otra vez aunque no haga falta. Allá por agosto del 2012 veíamos en los cines Pacific Rim, una delirante historia de una invasión de extraterrestres y de como nos defendíamos de ellos con Mazinger Z y sus primos hermanos. La película era simple y se dejaba ver y te divertías, pero de ahí a hacer una secuela va todo un mundo y parece que ahora sabemos que esa distancia se recorre en cinco años, ya que son los que han tardado en poner en cartelera Pacific Rim: Uprising, la cual se estrenó en España cerca del final de marzo con el título de Pacific Rim: Insurrección.

Unos julays no se cansan de comparar el tamaño de sus miembros

Después de la movida de hace unos años, resulta que el hijo de uno de aquellos chamos ahora es un crápula del copón y de alguna manera lo convencen para que trabaje en la Academia de pilotos Jaeger, que son los chamos que se meten en máquinas grandes para compensar el complejo por sus micro-penes. Allí tenemos una selección variada de frikis y cuando se monta un pitote en la Tierra, obviamente serán ellos los que nos tendrán que salvar de una nueva invasión de esa gentuza de la periferia que son los truscolanes y los extraterrestres, que parece que ninguno de esos grupos es nación.

Esta es una de esas películas que no requiere de cerebro, puedes ir al cine dejándolo cómodamente en casa y no te perderás nada. Es un compendio de efectos especiales, en ocasiones algo cutres y peleas y más peleas para ver y reírte con las boberías que dicen y hacen. La verdad que si no le das más importancia, la película tiene un pase pero hay que entrar en el cine sabiendo que esto es serie Zeta, es una película para descerebrados que no pretende nada. Scott Eastwood, el hijo de tú-sabes-quien, hace de chulanga y consigue demostrar que en la mayor parte de las ocasiones y particularmente cuando abre la boca, no sabe actuar. Hay momentos en los que yo habría gritado para que se la sellaran con un pezón del tamaño de un güevo frito o con un cipote. Igual de malo que él o quizás incluso peor es John Boyega, el pavo de color más bien obscuro de la nueva saga de la Guarra de las Falacias y que debe haber hecho esto porque el cheque era bien gordo. Están rodeados por una chiquillada en la predominan los chinos y los japoneses ya que el productor tiene muy claro cuál es su público. La traca final es épicamente risible, es imposible contar la cantidad de volatadas por segundo que pasan por tu retina, pero sabes qué, te da igual porque estás aullando y jaleando con el resto del público.

Esto es la definición perfecta del cine para los miembros del Clan de los Orcos y por eso mismo, está prohibida y desaconsejada médicamente para los sub-intelectuales con GafaPasta.


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