Fuimos soldados de Atari


Hoy leyendo barrapunto me he enterado que Atari cumple treinta y tres años. Junto con la guerra de las Galaxias, Madonna, Blade Runner, Isaac Asimov, la saga de Indiana Jones o The Goonies, fue una de las cosas que marcó mi vida. En 1983 pasando un verano en los Estados Unidos en casa de mis tíos, jugué como un loco con una Atari 2600. Fue el comienzo de mi adoración por esa compañía.

Cuando llegaron los microordenadores a España y la mayoría se decantaba por los Spectrum, los Amstrad y los Commodore, yo tuve un Atari 800XL. Gracias al contacto con mi familia en América, conseguí durante los años que la usé el añadirle la unidad de discos de cinco pulgadas y cuarto y la impresora de tambor, la mejor impresora que he tenido nunca y la más ruidosa también. Por culpa mía, varios de mis amigos se compraron también Atari y nos convertimos en un pequeño grupúsculo en Gran Canaria, intercambiando juegos, haciendo competiciones y viviendo en nuestro propio universo Atari. Mi primer ordenador llegó hasta que comencé a estudiar en la universidad. No sólo lo usaba para jugar. Gracias a la impresora, preparaba trabajos para la escuela y hacía mis pinitos programando. Recuerdo que en 1986 me compré en los estados Unidos un libro sobre ensamblador para el microprocesador 6502C y lo traduje al español. En aquella época quizás no podía recitar las provincias que componen algunas comunidades autónomas españolas, pero sí que podía responder sin vacilar al peek o el poke que necesitabais para obtener la información buscada.


Junto con los amigos de aquellos tiempos, rompimos multitud de joysticks jugando al Decathlon. Pasábamos horas enfrascados en aventuras que cuando uno las ve hoy, son muy simples. Me vienen a la memoria juegos como el Piftall II o los Goonies, juegos con los que pasé tardes completas e incluso madrugadas malformando la corrupta mente de la que disfruto hoy. En mi memoria los primeros juegos de LucasArts eran sencillamente maravillosos. Hacía mis programillas para resolver tareas sencillas y creía firmemente que viajaríamos al espacio en unos años y que no habría límites para el ser humano. La informática era algo con vida, algo tremendamente dinámico que te hacía temblar de emoción cada vez que veías los nuevos pasos que se iban dando. ?ramos soldados en una cruzada que nos llevaría hacia un siglo veintiuno que imaginábamos maravilloso, donde la gente iría a trabajar en vehículos voladores, donde el tele-transporte sería habitual y en el que los ordenadores hablarían con nosotros de tú a tú. Jamás dudé ni por un instante en esos años de que esas cosas no fueran posibles. Devoraba revistas en inglés sobre ordenadores, en particular las de Atari y terminaba la lectura de cada número con la convicción de ser parte de algo grande. Conocía los nombres de los dueños de Atari así como sus vidas. Esa empresa era como de la familia. Seguía cada nueva decisión que tomaban, cada nuevo e inesperado giro con auténtica pasión. Fui testigo de su auge y posterior caída. Sacaron productos maravillosos pero no pudieron sobrevivir en el mercado. Como tantos otras empresas de aquellos maravillosos años, languidecieron hasta caer en bancarrota y terminar como nombres que se venden para aprovechar una gloria pasada que ya no volverá.

Mi Atari 800XL terminó arrinconado en una caja al fondo del armario. Fue reemplazado por un Amstrad 1640, mi primer PC con un sistema operativo de Microsoft. Ese equipo era más rápido, más potente, más aparatoso, más todo, pero carecía del encanto del Atari. La magia que rodeaba todo lo que hacíamos con aquellas pequeñas máquinas que básicamente constaban de un teclado se perdió completamente.

Los años que pasé con mi Atari fueron de los más asombrosos de mi vida. Descubrir cada nuevo juego, mi primer procesador de texto, la interfaz gráfica, los programas de matemáticas fue algo que no puedo expresar correctamente con palabras. Sentarme con los amigos a admirar lo último en juegos, aventurarnos a salir de la Isleta para mercadear con alguien que vivía en el otro lado de la ciudad y que tenía juegos que nosotros queríamos, esperar con ansia la siguiente visita de mis tíos cargados de floppies Elephant con todo lo último en programas, vuelvo a recordar todos estos destellos de tiempos pasados que quizás no fueron mejores que los actuales, pero que en mi cabeza están archivados como Aquellos maravillosos años. Fui un chico Atari y creo que sigo siéndolo.

, ,

7 respuestas a “Fuimos soldados de Atari”

  1. deberías de dejar de oir tanto podcast y pasar de ser un consumidor a un productor
    retomar algunas de las raices geeks que tiene y hacer algo frikito te vendria bien!! , animate, instalate python o php y currate algo 😀

  2. Paso. Estoy bien entretenido subiendo los miles de fotos que tengo a flickr y organizándolas con sets y tags. Eso es frikismo puro. Llevo 3 meses y 6 Gigas a mis espaldas y ayer se me ocurre mirar la carpeta de Marzo 2005 y descubro que tengo 850 megas de fotos de la nevada de este año ¡sic!
    Aún estoy subiendo las de Mayo 2004, así que falta para llegar a ese mes.
    Mi otra vena freak actual son los Live CDs de Linux o de lo que sean. Me los descargo todos, los quemo, los miro media hora y después no los vuelvo a usar en mi vida. Tendré que sentarme y hacer una comparativa.
    El pasado invierno tuve un domingo de debilidad y estuve por instalarme Python. Fuiste tú el que me quitó la idea de la cabeza, ¿recuerdas?

  3. Basura! deja no lo escuches! si vas a perder tu tiempo con la programación que sea con algo interesante Java o LUA ( Lenguaje de script usado en el World of Warcraft, para que te curres unos Addons 😀 ). Si vas a hacer el pingas ponte a estudiar música y aprender algun instrumento (musical y no formado por cuerpos cavernosos) que eso si que es enriquecedor y no la puta programación.

  4. Yo lo de la programación ya he decidido que no vuelvo a tocarlo. El diseño de interfaces me parece interesante, pero nada más. Estoy de acuerdo contigo en lo de la música. Algún día me traeré a Holanda mi vieja guitarra y aprenderé a tocarla. Está claro que sentarte en un parque al sol con tu barba de cuatro días a tocar la guitarra española atrae más chochas que escribir líneas de código.

  5. He tardado en escribir este comentario porque he estado unos días de vacaciones en una aldea de Galicia (no te digo qué, cómo y cuánto he comido porque no tengo la suficiente confianza como para regodearme). Mi primer contacto con la informática fue con el Spetrum del hermano de mi mejor amiga… no llegamos más allá de jugar al tenis. Patético.
    Luego, a mi hermano (yo seguí siendo analfabeta informática durante mucho tiempo) le compraron un Amstrad, tenía ya su pantalla aparte y todo, aunque todavía cassetes para los programas y juegos (y lo que tardaba en cargar, con ese ruido espantoso que hacía).
    Eso sí, me informaticé a tiempo de ser la primera de mi especialidad en la facultad con email, en los tiempos del Mosaic (que, por cierto, menudo peñazo era).

  6. Lo de Spetrum ha sido, por supuesto una errata (SpeCtrum). Pero la verdad, para lo truño que era, Spetrum casi le pega más.