Aquella sensación de vivir


Hoy bajamos por el callejón de los recuerdos de aquellos años de nuestra vida que mirándolos ahora, igual hasta fueron mejores. Yo crecí antes de Internet, los telefoninos móviles, los zombies por la calle mirando sus pantallas y todo lo demás, en una época en la que el contacto humano implicaba una proximidad física y en la que el teléfono tenía un cable, no te lo llevabas contigo y la gente llamaba a tu casa y cuando no estabas, dejaba recados. También en aquella época de líneas analógicas, era super-hiper-mega normal el descolgar el teléfono y escuchar otras conversaciones que se cruzaban. En aquel mundo tan extraño y tan fascinante, la cantidad de canales en las televisiones de tubo de rayos católicos (lo sé 😉) era limitada y resultaba más sencillo hablar con la gente de lo que echaban por la tele porque al fin y al cabo, todos veíamos lo mismo. En algún momento de esa adolescencia llegó la serie Sensación de Vivir, fabuloso título que le dieron en España a Beverly Hills 90210 y fue realmente una revolución. Creo que fue la primera vez que ponían algo por la tele para nosotros, una serie que no eran dibujos animados para los niños ni las movidas esas serias y aburridas para los viejunos. Nos enganchamos como perras en celo y todos nos identificábamos con alguno de ellos y elegíamos bandos. Era de lo más normal acabar a gritos en la calle hablando con tus amigos porque alguno tenía una teoría que nos molestaba particularmente y la única reacción apropiada a la misma era la violencia.

Antes de seguir, regresamos a ese mundo tan distinto del actual en el que nos movemos y en donde ahora no es raro ver a una madre o un padre paseando con su hijo por un parque y lo llevan con una correa con extensor como si fuera un chucho. Ahora todo el mundo tiene pánico de dejar a los niños solos, de que salgan a la calle, de que hagan su vida y descubran el mundo a su manera. En aquellos maravillosos años, yo llegaba a mi casa después de acabar las clases en el colegio Galicia a las cuatro y media, lo hacia volviendo a casa andando solo y digamos que algún amiguito había tenido la idea de irnos a la playa. Le berreaba a mi madre o mi abuela a grito pelado que me iba a la playa, aunque las tuviera delante, la comunicación era a gritos, para asegurarte una perfecta recepción del mensaje, me ponía el bañador ignorando los doscientos consejos de mi madre o mi abuela y salía por patas con mis amigos bajando toda la calle Luján Pérez y recorriendo casi un kilómetro a nuestra bola para irnos a la playa. En base a los gritos y amenazas, sabíamos que nos teníamos que poner en cualquier punto de la playa de las Canteras situado entre la Isleta y el hotel Cristina, esa era la zona autorizada por nuestras madres. Crecimos sin miedos, sin que se ahogara ninguno, sin perdernos y sin sentir la opresión por lo desconocido que parece existir hoy en día en este mundo que al parecer es tan pero que tan peligroso.

Regresando a Sensación de Vivir, cuando estábamos en el instituto, lo de ir a la zona de la playa en la que nos poníamos de niños lo veíamos muy mal porque allí estaban los niños que crecieron después de nosotros. Así, alguien bautizó la zona de la playa situada frente a la clínica de San José como Sensación de Vivir, nuestra zona y en ella, predominaba casi exclusivamente la gente que iba al instituto, la chiquillería de nuestra edad, con nuestras maldades, humor, bromas y excesos hormonales. Seguimos creciendo y todos o casi todos acabamos en la universidad y de nuevo, la zona de Sensación de Vivir se nos antojaba como poco apropiada para seres tan obviamente superiores como nosotros, por lo que nos desplazamos frente al hotel Reina Isabel y gracias al mismo productor de la otra serie, quedó bautizada como Melrose Place (obviamente, pronunciado como Mel rós pleis). Como yo no envejezco, ahora que mi madre ha vuelto a vivir en las Palmas de Gran Canaria, yo sigo poniéndome en Melrose Place y cuando hablo con mis amigos y me preguntan por qué parte de la playa me pongo, siempre les digo el nombre y ellos saben exactamente a que lugar me refiero, es un código no-secreto que tenemos desde hace lustros.

La sociedad ha cambiado un montón desde aquellos tiempos en los que no me perdía un episodio de Sensación de Vivir, serie que ayer volvió a mi memoria cuando leí que Dylan, el macarrilla que todos queríamos tener de amigo porque pese a pretender ser un malaje era un buen amigo de sus amigos, ha muerto con cincuenta y dos años, en los tiempos en los que la gente parece vivir hasta el fin del mundo y quizás hasta más allá. Creo que es uno de esos actores que a lo largo de los años lo he seguido viendo en muchas series, me encantó en Jeremiah, también me gustó mucho en las movidas carcelarias de Oz y recientemente, aluciné cuando lo reconocí como el padre de Archie en Riverdale, seguramente el único personaje decente en esa serie en la que todos son macarras, drogatas, pendones, arretrancos, putos y putas, además de los mariquitas y las bolleras, que ese instituto es como Sodoma y Mangorra, allí no puedes ni colgar un crucifijo en una pared porque el mismo hijo del Dios más grande no consigue agarrarse a esos muros que dan cobijo a tantos pecadores.

Me ha pillado por sorpresa y me ha sorprendido la cantidad de buenos recuerdos asociados a ese hombre y aún más que todos son buenos, que en un mundo en el que todos acaban más pronto que tarde demonizados, este seguía en el grupo de las buenas personas. Espero que le vaya lindo en el viaje hacia otros universos que comenzó ayer.


12 respuestas a “Aquella sensación de vivir”

  1. Coño. Si ahora hasta pone bandera en las playas que te dicen si te puedes bañar o no. Ponen bandera roja con apenas oleaje. Ante ibas a la playa con los colegas y esas olas las cebabas como si nada. Sabías como esquivar las olas al entrar y te lo pasabas genial.

    Estamos en el mundo del miedo.

  2. Joé,cuando llegaban las olas del Pino nos revolcaban en aquellas aguas hasta extenuarnos y a nadie le importaba. Y ni te cuento cuando iba al camping de Tauro los fines de semana, allí las olas del Pino eran de una liga superior y si por casualidad mi madre estaba en la playa, se estaba desollando la lengua criticando con sus amigas y lo último que hacían era mirar hacia nosotros.

  3. Ya estabas en el instituto cuando 90210?? madre mía… luego hablas de Genín o de mí….
    Por cierto, hablando de Dylan… yo es que estaba medio enamorada de Depp y de Miguel Bosé (de este sigo un poco aunque no tenga posibilidades), pero recuerdo ver carpetas forradas con las fotos del actor a mogollón.

  4. Me has traído muchos recuerdos, pero de esas series, a pesar de que me suenan los títulos, no me acuerdo en absoluto de haberlas visto, seguro que estaba currando por esos mundos de Dios y no le paraba a la Tv, nunca fue mi debilidad…

    No sabes como te agradezco que me hayas recordado lo del cruce de conversaciones telefónicas, a mi me sucedía a cada rato y disfrutaba mucho.
    Voy a ver una peli esta noche que tiene un año mas que yo, es de 1940, «Historias de Filadelfia» en glorioso B&W, y voy a disfrutar como un enano requeteviendola por enésima vez, es la ventaja del cine, me vendrán multitud de recuerdos y como yo elimino automáticamente los malos, pues a disfrutar… 🙂
    Salud

  5. NO TE HAGAS LA QUINCEAÑERA, que Sensación de Vivir en gringolandia la pusieron del 4/10/1990 al 17/05/2000. Tú no la verías porque estabas enganchada a la serie de tu actor galleguiño favorito, el del Internado. A propósito, como yo no sigo la tele española, ¿que paso con esa gente? ¿hay alguno de los protagonistas en series españolas decentes en la actualidad? De España, aparte de Allá Abajo y la Casa de papel, solo he visto Élite en el último año.

  6. Genín, había horas en las que descolgabas el teléfono y no había manera de hablar si hacías la llamada por las conversaciones paralelas.

  7. Yo, ahora, no soy de series, pero de vez en cuando me da la compulsión y me veo una purriada de capítulos, lo hice con «Dexter» creo que se titulaba, el que mataba a los malos, aquella del Gandolfini que palmó y no recuerdo como se titulaba, era genial su papel de gánster, o «Perdidos» incluso las primeras temporadas de «Juego de tronos».
    Pero como ahora es tan fácil verlas completas, siempre las dejo por si no puedo ver mi peli diaria de la cena, pero es que siempre hay una peli que merece la pena.
    Estoy triste, «Historias de Filadelfia» no me hizo disfrutar como otras veces… 🙁
    Salud

  8. sulaco, el «actor» ese ni había nacido en el 90, creo yo… y ya te dije que me caen mal, él y su santo padre…. hablando de series españolas, a mí antes de ver la casa de papel me había requetencantado Vis a Vis. Y eso que la papé en la tele con anuncios y todo porque de aquellas no estaba en Netflix (bendita sea), Antes de Vis también me había gustado mucho la primera de Mar de Plástico. Y por supuesto, antes que esas, aún ahora sigo considerándome «ministérica». El Ministerio del Tiempo. Que esa como la ponían en la uno encima no tenía anuncios. Al final si me pongo a pensar aún ví unas cuantas series españolas…. sorprendente…

  9. Ah, por cierto, en todas esas que te recomiendo no sé si sale alguno de los del internado PORQUE NO LA VI. 😛

  10. El primer episodio y alguno después es una putes mierder….. dale una oportunidad, esta fue una de las series que me enseñó que no todas tienen que empezar bien para ser seriones, me pasó lo mismo con Sense8, que los primeros episodios solo pensaba en la cantidad de drogas que debían consumir los guionistas, y luego enganchadísima.
    Si lo que quieres es verme la camiseta, que sepas que a mí esas cosas me van solo por privado.
    😛