Arabia Saudita


Arabian Tour 2005

Esta historia arrancó en Comienzo del viaje. Si has llegado aquí por caminos misteriosos, te sugiero que la leas desde el principio.

El avión hacia una escala en Damman, ciudad perteneciente al reino alauita. Nada más entrar en el aparato, miro a mi alrededor y comienzo a contar posibles terroristas de acuerdo a mis estándares. No se me escapaba ni uno. Todos eran terroristas en potencia. Por Dios, aquello pintaba muy mal. Me imagino que si en vez de ser yo es uno de los tipos que trabajan en el servicio de inmigración norteamericano, al hombre le daría un jamacullo y no llegaría ni a la fila número cinco. Un cuarenta por ciento o más de la gente que estaba en el avión eran posibles terroristas. Aparte de eso, lo único reseñable del vuelo fue toda la nieve que vi sobre Austria y Turquía y decir que esquivamos Irak, aunque la línea más corta es cruzando su cielo. Arabia Saudita desde el aire es una extensión de nada. No hay ciudades, no hay carreteras, no hay nada. Solo en la costa se ven las instalaciones petrolíferas y vestigios de civilización. Antes de aterrizar nos dijeron que los saudíes no permiten que se usen teléfonos móviles durante la escala técnica y que tampoco estamos autorizados a bajarnos del avión. También les recordaron a los que descendían que el reino alauita se queda en posesión de los pasaportes de sus visitantes y que les serán devueltos cuando se marchen y que la importación de alcohol en el país de Mahoma está totalmente prohibida. Vi a más de uno bebiéndose los frascos de colonia …. je je ….

Odio los aviones grandes en el despegue y en el aterrizaje. Yo estoy muy acostumbrado al Boeing 737 y a los Airbus 319-320-321, que son aviones pequeños y manejables. El trasto en el que iba era un Boeing 767, monstruosamente grande y que cuando despega se agita como una coctelera, por no decir que siempre me da la impresión de que nos quedaremos sin pista antes de despegar. El aterrizaje en esos pajarracos tampoco es agradable. Pegan tal golpe contra el suelo que siempre se abre algún compartimiento superior y se esparce el contenido. Como es bien sabido que estas cosas siempre suceden cerca de mí para que las pueda contar, confirmar que se cayó todo y que uno de los bolsos le dio un buen coscorrón a un hombre. Se me ha olvidado comentar que entre los que me rodeaban había un tipo con el mal de San Vito facial. Hacía muecas continuamente, de todo tipo y manera. Tenía tantos tics en la cara que siempre innovaba cosas nuevas, debido a las infinitas permutaciones que se podían conseguir con sus movimientos básicos. El que iba sentado al lado de él iba flipando. Yo también. El hombre era más entretenido que la película que ponían. Hasta cuando se durmió siguió haciéndolos. Además de los tics era un mórcoba, término por el que nos referíamos en el colegio a uno de los niños que no tenía cuello y al que el cabezón le surgía directamente de los hombros. Como no quiero que nadie me diga que soy un cabrón insensible quiero afirmar públicamente que yo no fui quien le puso el mote y quiero que sepáis que ese niño era un soberano hijoputa, un chivato y un cabrón que clavaba puñales por la espalda. A mí nunca me la jugó porque no estaba en mi clase, pero os puedo poner en contacto con gente que lo odia profundamente. Dicho esto, decir que me solidarizo con todas las personas que sufren ese mal y que espero que la medicina les encuentre una solución para su problema en un futuro cercano.

Cuando empezó a descender el pasaje, vi que muchas de las mujeres que se iban no bajaban inmediatamente. Comenzaron una operación de camuflaje intensivo acoplándose todo tipo de telas a su cuerpo. Una que iba delante de mí en la cola de embarque y que tenía muy buen tipo, se puso una especie de burka, unas extensiones a la falda que le llegaba en Holanda un poco por debajo de las rodillas y un montón de accesorios más. Pasó de ejecutiva agresiva en plan Working Girls a dama invisible. Cuando finalmente se fue, parecía un fantasma de tanta tela como llevaba. El mismo milagro que sucedió con ella le pasó a otras mujeres. Además adoptaron una actitud sumisa y andaban con la cabeza agachada. Líbreme Dios de influiros y convenceros para que dejéis esa religión, pero vaya mierda de sociedad cuando las mujeres han de pasar por eso.

Ya que no se me permitía la evangelización en suelo árabe, recé por ellos y colgué mi cruz en la ventana para que bendijera el país. Justo frente al aeropuerto tienen una MACRO-mezquita, casi tan grande como la terminal.

Tras bajarse la gente, se abrió la puerta de atrás del avión y entraron como cuarenta hindúes y filipinos a limpiar el cacharro conmigo dentro. Me pareció super violento. Había uno que debía ser el jefillo que los trataba como esclavos. Os confirmo que mientras pueda no usaré un baño de avión. Lo limpiaron en un minuto y medio, después de haber sido usado al menos cien veces en las casi siete horas de viaje. Los esclavos aquellos arramblaron con toda la basura y según acabaron, cerraron puertas y continuamos viaje. No se subió nadie en esa escala. Comentar que Arabia Saudita parece un poco sucia. Hay polvo por todos lados. Debe ser la arena del desierto que lo impregna todo….

El relato del viaje continúa en Qatar primera parte