Bicho raro


Cuanta más gente conozco más me convenzo de que soy un bicho raro. Ya sea en Canadá, los Estados Unidos, Omán, Alemania, España, los Países Bajos o Sudáfrica, la gente tiene unas preocupaciones básicas que divergen totalmente de las mías. Sólo parece interesarles trabajar, acumular dinero, procrear y llegar al día de mañana de alguna manera.

Se les nota como aborregados. No aspiran a otra cosa. No se levantan con la frescura que da el saber que quizás hoy verás una estrella fugaz y tendrás la oportunidad de pedir un deseo, no sueñan con teletransportarse a galaxias lejanas en las que almorzar mientras una suave brisa de amoniaco golpea contra los cristales del restaurante que está suspendido sobre una nube bajo la que perezosos animales extraterrestres juegan cansinamente. Ni siquiera esperan esos pequeños momentos durante el día que sabes que recargarán tu energía vital y harán florecer tus chacras.

Yo debo ser un soñador y un aventurero porque veo grandes batallas librándose a mi alrededor en las que tomo parte, momentos extraordinarios de los que soy testigo, vidas paralelas que cruzan universos en expansión y que te saludan al verte pasar. Vivo al día y sin embargo sé que no tengo nada de lo que preocuparme. Apuesto y gano en el juego de la vida. No son grandes premios como los que parecen buscar los otros, pero son suficientes. Recorro el mundo, cabalgo sobre los aires en bestias de metal que hacen un ruido monstruoso, visito lugares extraños, capturo momentos, descubro culturas exóticas y al final del día cuando me acuesto me asombro recordando todas estas cosas.

Cuando acaba el año hago balance y pienso que han sido doce meses increíbles y que no podré superarlos en el futuro y de alguna forma, Al final de la siguiente vuelta del calendario vuelve a suceder lo mismo y he roto todos los límites que alcancé el año anterior.

Mi paciencia es la única que parece disminuir con el tiempo. Especialmente el departamento dedicado a los humanos. Cada vez los entiendo menos y me siento más como un extranjero en tierras impías. Sucede a menudo que tengo que contar hasta diez antes de tirarme a la yugular de mi interlocutor y acabar limpiamente con su existencia. No hablo de momentos en los que la ignorancia juega en contra de esas personas sino de esas otras acciones que no puedo comprender como una madre cruzando con sus hijos pequeños una carretera sin agarrarlos de la mano mientras estos juegan a la pelota o esos tipos que van de rally con sus coches por zonas residenciales o esa gente que rompe una cola para ganar dos instantes y sentir la satisfacción de haber jodido al prójimo.

El hecho de que mantenga esta bitácora también parece ser un síntoma que confirma lo raro que soy. Llevo un montón de tiempo con una ventana abierta por la que se asoman extraños que en ocasiones brillan como supernovas y pasado un tiempo no se sabe nada más de ellos. La gente viene y va, lee historias en estas tierras, comenta en escasas ocasiones y sigue su camino. Sus comentarios dan ánimos, insultan o desbarran hacia absurdos lugares. Hay muchos ejemplos almacenados por aquí. Nos enfrentamos con pasión tratando de imponer nuestra irrefutable opinión y otros días algo que yo pienso que despertará algún dedo inquieto dispuesto a teclear y sentar cátedra pasa sin pena ni gloria. Hay tardes de domingo que me pierdo en los archivos leyendo lo que escribí hace dos años, avergonzándome con mi torpe escritura, mi incapacidad para expresar algunas cosas de forma coherente pero también riéndome con las gamberradas que existen aquí dentro, salpimentadas por los comentarios y recordando viejas historias. Tarde o temprano tendré que agrupar esos instantes congelados y escribir el libro de mi vida, un libro sin nombre. En tanto en cuanto haya al menos una persona que se interese por pasar por aquí y se moleste en leer lo que escribo seguiré haciéndolo, a menos que descubra un nuevo formato más atractivo y dinámico.

Al final todos somos felices de formas distintas. Unos apechugando con sus problemas y preocupaciones y otros con el placer que supone el saber que después de este maravilloso instante vendrá otro que quizás sea aún mejor.

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9 respuestas a “Bicho raro”

  1. bienvenido a la montaña, aquí arriba frío a veces, pero solo se oye el viento gimiendo entre las rocas y de vez en cuando puedes chapotear bajo la lluvia o aullarle a la luna reflejada en algun oscuro charco

  2. Esto lo escribí hace más de una semana mientras estaba en Sudáfrica. Me sigue alucinando lo bicho raro que soy. Allí todo el mundo se preocupaba de jugar al golf, de criar niños y mandarlos a colegios caros y chorradas similares y yo flipaba con la fauna y demás.

    La aventura de hoy fue en el trabajo. Estábamos en una de esas reuniones aburridas e interminables en la que discutían sobre los laboratorios y la ubicación de los servidores y allí nadie se ponía de acuerdo con lo que había que hacer así que me marché, me fui al laboratorio y reubiqué todos los putos servidores a gusto de todo el mundo. Si no lo hago así me tengo que mamar quince reuniones infructuosas para terminar contratando a una empresa externa que lo haga por nosotros.

  3. lo dicho, yo me di cuenta cuando iba a EGB y la profesora se quedaba al terminar para charlar conmigo, la vida luego me lo confirmó, estoy hecho de otra manera y para otra cosa, gracias a que descubri esa cosa hace muchos años ya!

    el camino del ronin es así

    jajaja

  4. Je je, a mi me pasa algo así Sulaco, me indignan esas carcasas de seres humanos tan tristes y vacíos. Son esa gente que una vez pasas más de 10 minutos hablando con ellos te das cuenta que si no hubiesen existido jamás tampoco se hubiese perdido nada, al contrario incluso nos hubiesemos ahorrado un poco de desgaste del planeta.

  5. ¡¡¡Joder Sulaco !!!, por un momento parece que estoy leyendo al mismísimo William Gibson, grandiosa reflexión, espero que llegues a mi edad (45 tacos) y sigas con tanta frescura

  6. A mi antes también me indignaba que la mayoría de los seres de esta sociedad fueran meros consumidores de recursos, pero últimamente los tolero bastante mejor ¡Siempre que no molesten!, porque cuando encima son molestos, me repatea los huevos.

    Quizás esta paciencia se deba a que no me planteo a esta humanidad con el nivel de evolución que creemos que tenemos, sino mucho menor, es decir, que si logramos sobrevivir a nosotros mismos, en unos cuantos miles de años, quizás si que seamos humanos.

  7. Deberías estudiar la teoría de lobos. Yo desde que me cai del pedestal y me escoñé lo vi claro. Hoy en día voy con la hoz cortando cabezas y separando las pajas de los granos.

    Paradójicamente he creado un núcleo bastante duro de gente que está alrededor.