Cascaes, Belém y el Parque de las Naciones


El relato comenzó en Paseando por Lisboa, el Palacio Real de Queluz y Óbidos

El domingo era mi último día en mi escapada de fin de semana a Lisboa y por supuesto lo tenía petado de aventuras pese a volar a las seis de la tarde. El secreto está en NO hacerte un Virtuditas, si te levantas para bendecir el comedor del hotel con tu presencia según comienzan los desayunos, es algo milagroso y te salen un montón de horas de algún lugar que ni siquiera conocías. Tras el papeo del desayuno, mi plan era ir hasta Cascais o Cascaes y visitar el lugar y desde allí ir retornando hacia el aeropuerto. Yo viajo ligero así que me llevé mi mochila.

Boca do Inferno

Una combinación de metro y tren me dejó en la estación de Cascaes y tras unos diez minutos andando, admiraba la Boca do Inferno, la cual vemos en la foto anterior y que es un bonito ejemplo de lo que puede hacer la naturaleza cuando le sale de los mismísimos. La zona tiene acantilados y a esa hora solo estaban los paseantes de mañana y la gente con chuchos. Este era el punto más lejano de la estación y la idea era barrer el poblacho viendo las cuatro cosas que tenía que ver.

Faro museo de Santa Marta en Cascais

Por la zona hay un antiguo faro que ahora han reconvertido en museo, el Faro museo de Santa Marta e hice varias fotos por fuera pero mirando en Internet no parecía tener nada en su interior con el interés suficiente como para esperar a que abrieran. La noche anterior debió llover en el lugar y se nota en el suelo de la foto con las palmeras.

Museu Condes de Castro Guimarães

Prácticamente al lado del faro está el Museu Condes de Castro Guimarães, de acceso gratuito, con unos jardines enormes y preciosos y un edificio con una arquitectura definida como de keli veraniega, con un torreón y unas estancias muy recargadas. Me lo pasé bien visitando el edificio aunque honestamente, el arte que colgaban de sus paredes y las esculturas me la traían al fresco, pero la keli merece una visita y más si es gratis. El edificio tiene una pequeña playa a su lado, que se puede ver en la foto y cuando yo pasé por allí no se podía subir a la parte superior de la torre porque estaban en obras, algo que también se puede ver en la foto.

Entrada al Museu Condes de Castro Guimarães

El edificio tiene junto a la entrada una preciosa fuente con unos azulejos muy bonitos y por dentro hay un patio interior muy agradable. Se construyó en el año 1900 o sea, al mismito inicio del siglo XX (equis-equis).

Muralla de la Ciudadela de Cascais

Cascaes, al estar en la punta de la nariz que vemos en los mapas portugueses debía ser un lugar que molaba para atacar a los enemigos de la nación y particularmente a los truscolanas, esa chusma y ralea de lo peor y por eso tienen una ciudadela, que ahora es como un complejo dedicado a las artes, que no helarte, aunque ambos conceptos te dejan igual de frío. La muralla de la ciudadela está en perfecto estado de conservación, como podéis ver en la foto anterior.

Praia da Ribeira

Siguiendo mi ruta, pasé junto a la Praia da Ribeira, que en verano seguro que está petada porque no es muy grande y la zona tiene pinta de llenarse con miles y miles de turistas. En un domingo por la mañana solo había algunos guiris paseando y un grupo de jóvenes jugando al voleibol a la izquierda de la foto, que creo que solo salió uno de ellos. Hay otra playa que también vi pero no le hice fotos con el móvil.

Igreja de Nossa Senhora da Misericórdia

En una de las minúsculas calles que hay por esa zona te encuentras con la Igreja de Nossa Senhora da Misericórdia o la iglesia de truscoluña no es nación en nuestra lengua. El árbol de Navidad que está en la imagen en primer plano se ve bastante peculiar.

Cuando acabé el paseo por Cascaes volví a tomar el tren pero me bajé en Belen, ya que ni muerto me voy de Lisboa sin pasar a comprar y comer Pastéis de Belém:

Orgía de Pastéis de Belém

Siempre me fascina las cantidades masivas de esas maravillas que cocinan y no tengo capacidad cerebral para comprender la enorme brutalidad de yemas de huevos que deben estar usando. En las bandejas que vemos en la foto anterior hay cienes y cienes de pasteles.

Pastéis de Belém

Doce acabaron en mi mochila y los dos de la foto anterior en mi estómago, que los recibió con un montón de amor y cantidades masivas de gratitud.

Estación de Oriente en Lisboa

Con la barriga llena y muy contento, volví a tomar el tren para llegar hasta la parte baja de la ciudad y allí cambiar al metro y seguí en dirección al aeropuerto hasta la Estación de Oriente, que creo que es la única zona de la ciudad que no había visto. La estación de trenes y metro es espectacular y se hizo para la Exposición Mundial que hubo en ese lugar hace un tiempillo.

Parque de las Naciones

La zona está en el estuario del río Tajo, con amplios parques que quedaron tras la Expo. Tienen todas las banderas del universo conocido y hasta de aquel por conocer y ni de coña han puesto la truscolana, porque al igual que la nación ficticia, no existía. Me dijeron que quieren izar la de Tabarnia, que sí que existe.

Torre Vasco da Gama

La zona es perfecta para pasear y hacer muchas fotos de esas monumentales y como está a una parada de metro del aeropuerto, sirve para acabar de ver Lisboa antes de salir por patas para allá. Uno de los elementos emblemáticos es la Torre Vasco da Gama, que es un hotel.

Puente Vasco da Gama

Desde por allí se puede ver el gigantesco Puente Vasco da Gama, el más largo de Europa con su doce kilómetros y pico y que sirve para que el tráfico que va del norte de Portugal al sur no tenga que entrar en Lisboa. Después almorcé por la zona, en la que hay un montón de restaurantes y un centro comercial y tranquilo y relajado, me fui al aeropuerto. Pillé la guagua a la terminal 2, ya que los vuelos de Easyjet salen desde la terminal de los pobres, pasé el control de inseguridad y busqué un rincón para apalancarme. Lo peor estaba por llegar. Ese día había un mega-temporal de viento sobre Galicia y el norte de Portugal y otro con nieve sobre Holanda. Mi avión, que debía llegar a las cinco y pico de la tarde, acumuló dos horas y media de retraso porque en Schiphol se les olvidó lo de echar el anticongelante a los aviones y tuvieron que hacer el curso para aprender. Al despegar tan tarde, la hora de llegada rondaba el límite de los trenes directos. Cuando por fin se produjo el embarque, todos corrimos al avión y el piloto nos informó que sería un vuelo meneao, pero con turbulencias de esas que recuerdas con cariño. Aviso que si alguno quería mear, mejor hacerlo antes del despegue porque igual ni apagaban la luz de los cinturones de seguridad. Tras el despegue, alguien comenzó a agitar el avión con inquina y tuvimos una primera hora de vuelo épica, aunque luego se tranquilizó. También tuvimos un viento brutal que nos empujó a velocidades cuasi-galácticas-de-la-luz y ganamos minutos, lo cual no evitó que aterrizáramos tarde, muy tarde. Según estábamos en tierra y activé el teléfono empecé a mirar los trenes y era dramático tirando a terrorífico. Tenía pocas o casi ninguna combinación. Salí del avión tirándome peos para correr más y perdí la dignitad que no tengo en mi carrera a la estación de tren de Schiphol, a donde llegué a tiempo para pillar un tren que paraba en todos lados y que iba hasta Weesp, a medio camino de Hilversum. La apuesta que hice fue que si el último que va desde Amsterdam a Utrecht se retrasaba dos o tres minutos, asumiendo que aquel en el que yo estaba saliera en hora, podría hacer la conexión y llegaría a Utrecht sobre la una y cuarto de la mañana. El tren llegó en hora y además el conductor como que sabía lo de la emergencia tan grande que teníamos e hizo las dos paradas que hay entre medias de Schiphol y Duivendrecht en unos pocos segundos y no solo llegamos en hora a Duivendrecht sino que lo hizo con dos minutos de antelación con lo que podíamos conectar y seguir hacia Utrecht. El universo a nuestro alrededor era totalmente blanco. Cuando llegué a la ciudad, pillé mi bicicleta, La Lapoya y usando la ruta segura, que es esa en la que ponen sal, llegué a mi casa sobre la una y media. Por suerte las condiciones meteorológicas fueron a peor y al día siguiente trabajé desde casa. Aún más por suerte, si el regreso hubiese sido al día siguiente no lo habría conseguido porque hubo cientos de cancelaciones de vuelos por el temporal que tuvimos.

Por supuesto que tenemos un documento estremecedor con todo lo anterior y que resulta un pequeño vídeo con la canción Long Way Down de Tom Odell que todos y todas amamos en la película Bajo la misma estrella – The Fault in Our Stars. En este documento se puede ver la Boca do Inferno, la vista desde el faro, con las playas y hasta la muralla de la Ciudadela y después vemos un tranvía en la zona de Belém, un tranvía especial por navidades y acabamos en el Parque de las Naciones. Si no lo véis por debajo de este párrafo, lo podréis encontrar AQUÍ:


2 respuestas a “Cascaes, Belém y el Parque de las Naciones”

  1. Cuando yo fuí, la playa que está en el centro del pueblo y que sale en el video, era mínima.
    Habría pleamar o que se yo, pero eran como mucho 8 personas las que estaban tomando el sol y no entraban mas.
    Pero me gustó mucho el pueblo y el ambiente que habia. En verano debe estar petao.