Incluso a mí me resulta extraño que en las semanas en las que más cine he estado viendo no tengo ninguna película que comentar ya que me limito a ir una y otra vez a Harry Potter y las Reliquias de la Muerte: Parte 2 ? Harry Potter and the Deathly Hallows: Part 2. Hoy llegué al quinto visionado y mañana por la mañana tendré el sexto y el primero que no requiere gafas 3D. Aquellos que no han leído los libros y no son seguidores de esta serie seguramente no pueden apreciar completamente las películas y más que probablemente no comprenderán mi fijación con estas películas, unos fantásticos resúmenes en los que vemos en imágenes aquellos que hemos creado en nuestra imaginación. En todas y cada una de las películas me fijo en momentos distintos, en cosas que habían pasado desapercibidas en las iteraciones previas pero a las que les llega su momento.

Hoy me daba cuenta que en esta película se le hace justicia a la casa de Slytherin, esa que durante un montón de libros hemos demonizado y de la que no esperábamos nada bueno. En el universo de Harry Potter, de Slytherin viene Voldemort, el malo más malo de todos los tiempos. De ahí también tenemos a Draco Malfoy y el profesor Snape. Estos dos últimos han llevado sobre sus espaldas el ser los personajes más odiados, aquellos de los que creíamos que no llegaríamos a ver nada bueno y sin embargo en el episodio final se redimen y tienen su parte en la derrota del mal y en el triunfo del bien. Hoy veía la película por quinta vez y me fijaba en lo hermosas que son gran parte de las escenas de Snape en esta película, en como resulta ser una víctima de su propio destino y en lo mucho que le debemos, ya que sin él seguramente Harry la habría palmado mucho antes. En el caso de Malfoy, él solo llega a la conclusión que seguir a Voldemort es condenarte al miedo constante, a la humillación, a la tiranía de un chiflado que no duda en aplastar a los suyos como mosquitos si le conviene. De alguna forma, Malfoy trata de apartarse, de pasar desapercibido para poder salir por patas sin mirar atrás y al casi al final de la película lo consigue en una escena cargada de emociones fuertes por parte de su madre.

Otro aspecto que me gustaría resaltar es la banda sonora. Hay dos momentos que me ponen el vello de punta. El primero es cuando las estatuas saltan de los muros del castillo y avanzan en formación para defenderlo. La música se transforma en una marcha militar, triste y que no augura nada bueno y nos repite una y otra vez una tonada pegadiza. La misma tonada se transforma y acompaña la gran batalla a las puertas del castillo y en su interior. Aquí la música es sombría y ensalza las imágenes que vemos en la pantalla, en esos momentos que todos sabemos como acaban porque nos leímos los libros pero que ni así resultan fáciles de digerir. La música de Harry Potter comenzó con el maestro John Williams, el creador de esas notas que todos escuchábamos al comienzo de las películas e inmediatamente nos sumergíamos en ellas. En la cuarta película continúo Patrick Doyle y en las dos siguientes fue Nicholas Hooper antes de llegar a la traca final de la que se ha encargado Alexandre Desplat un compositor que cada vez me gusta más.

Y para acabar tenemos a Harry, Ron y Hermione. Ha sido fascinante ver a Daniel Radcliffe, Rupert Grint y particularmente a la fabulosa Emma Watson creciendo durante una década. Comenzamos con ellos cuando eran unos niños adorables y los hemos visto cambiar poco a poco en la pantalla, dejar atrás la infancia y pasar por la adolescencia antes de convertirse en lo que son en la actualidad. De los tres, para mí está claro que Emma Watson es la que más futuro tiene en el cine. La cámara la adora, se porta siempre muy bien con ella.

Desconozco la cantidad de veces que veré esta octava y última película antes de que la quiten de la cartelera pero imagino que llegaré fácilmente a las ocho o nueve veces. Las acompañaré con los libros, los cuales estoy volviendo a leer en estos días.