Costumbres holandesas


Hay algo que sucede en Holanda e imagino que por extensión en muchos de los países nórdicos que nos puede resultar extraño a los latinos. Es una forma diferente de criarte y hacerte vivir tu vida basada en la humillación en determinados momentos de tu existencia. Hay hitos que se superan a base de pasar malos ratos y la gente aquí lo lleva muy bien o eso me parece a mí. Uno de esos días que prefieres olvidar es el de tu cumpleaños. La tortura se extiende a tu alrededor de forma imparable. En tu trabajo invitas a la gente a comer tarta y se quedan allí en silencio, mirándote sin decir nada y haciéndote sentir fatal. Para agrandar la herida te preguntan la edad y discuten sobre lo mal que llevas el envejecer. Yo desde que llegué al país jamás he celebrado el cumpleaños en el trabajo, me hago el loco y nadie parece darse cuenta o si lo hacen lo llevan muy callados. En momentos puntuales se ensañarán contigo aún más, como cuando cumples los cuarenta años o los cincuenta. Ese cumpleaños es el peor porque te montan un sarao de cuidado. Si eres hombre te colocan un Abraham en tu despacho y si eres una mujer se tratará de una Sara. Otros eventos para la tortura son la celebración de los veinticinco años trabajando en la empresa, la de los cuarenta, la marcha a un nuevo empleo, nacimientos de hijos, hijas y bodas. Todo se celebra de forma distinta y siempre hay algún cabroncillo dispuesto a planear algo para que se rían de tí.

Siguiendo con la semana de alta graduación alcohólica que llevo hoy le tocaba a uno de nuestros desarrolladores de software el celebrar los veinticinco años trabajando para la compañía. Comenzó allá por 1981, año en el que muchos de los lectores de estas retorcidas palabras ni siquiera habían nacido. Fue el año en el que Tejero intentó terminar con la democracia española, el año que Calvo Sotelo era presidente de gobierno y un año antes de que Madonna se presentara en Sire Records con las canciones que se convertirían en su primer álbum. El hombre al que festejamos hoy lo ha sido todo en nuestra empresa. Es casi tan conocido como yo, lo cual es increíble para un desarrollador. Para asegurarle una fiesta adecuada se estableció un comité (Project Board) y se han seguido estrictamente un método basado en Prince 2 para festejar el evento. Las cabezas pensantes maquinaron unas cuantas actividades y almas sin escrúpulos recopilaron fotos de hace un cuarto de siglo de nuestro hombre y otro tipo de villanías. La empresa hizo un copioso estipendio y nos asignaron TREINTA EUROScomo presupuesto de fiestas, o sea, nada. Uno sabe moverse y doblar algunas cañas y al final logramos más dinero. Además todo el mundo ha puesto guita y le hemos comprado un regalo bastante chachón: un curso de conducción sobre suelo deslizante. Mientras esto sucedía otro equipo preparaba el escenario. Nuestro colega es como un servidor un alcohólico conocido y su reputación le precede. Ayer por la tarde dicho equipo se quedó preparando su despacho y esta mañana aquello se había convertido en un pub holandés como el que podéis ver en la foto.
¿Una cerveza?
Tenía su propio sistema de música holandesa, grifo de cerveza, múltiples cajas de dicha bebida, posavasos de decenas de marcas y decoración a juego. Le quitaron su ordenador portátil y se guardó bajo llave para evitar que trabajara durante todo el día. Su compañera de oficina no estaba muy contenta pero no pudo hacer nada por impedirlo. A las diez de la mañana, como estaba acordado, cerca de un centenar de colegas vinieron a felicitarlo, hubo discurso, reparto de regalos chorra y el regalo estrella. El departamento de Recursos inHumanos le hizo entrega de un plato horroroso para colgar en su despacho, regalo habitual en estas ocasiones junto con una paga extra y unas cuantas cosas más. Le habíamos hecho una camiseta con diferentes motivos y se tuvo que pasear todo el día con la dichosa camisa puesta.

Después del trabajo vino la celebración en un pub con cerveza y comida y otro día de esos en que acabo más pasado que el coño de una folclórica.


2 respuestas a “Costumbres holandesas”

  1. Esas cosas, aunque un poco ridículas, siempre hacen ilusión, seguro que el buen hombre no se olvida de ese día.