Crash


 Salir del cine maravillado no es algo que suceda todos los días, de hecho se está convirtiendo en un evento extraordinario. Predominan las películas mediocres y faltan aquellas que alzan nuestros espíritus y los alimentan con un gozo indescriptible. Esto es exactamente lo que me sucedió con Crash, película que creo llegará a España el año que viene.

Uno camina tranquilamente por la calle y sin querer le da un golpe a una señora, que por culpa de ese golpe tendrá que visitar a un doctor y mientras está en la consulta verá como asesinan a alguien y de la impresión perderá el tren y no podrá volver a casa y se tendrá que tragar su orgullo y llamar a su prima con la que no habla desde hace veinte años y descubrirá que su familia es maravillosa y tal y tal y tal.

De esto y un millón de cosas distintas trata Crash. Del azar, de la casualidad, de la vida, de las interacciones aleatorias entre humanos y como todo parece formar parte de un plan maestro que nos lleva hacia algún lado aunque no sabemos muy bien cuál será ese destino final. Hay blancos y negros, todos hablando de racismo, hay latinos e iraníes, unos lloran, otros desahogan su rabia con violencia o yendo de compras o sencillamente son felices a su manera. Mientras te dejas llevar por el río de la historia te identificas con casi todos y con ninguno. Los comprendes y al mismo tiempo los odias. Salen emociones de dentro de uno que hacía tiempo que estaban durmiendo el sueño de los justos. Es una inmensa montaña rusa emocional en la que hay cabida para todo. Aunque por momentos parece que las múltiples historias están totalmente separadas, irán entretejiéndose hasta formar un único mosaico.

Dos semanas después de haberla visto aún sigo pensando en los distintos personajes de la historia. ¿Habrá el policía afrontado su destino? ¿Será feliz la mujer del Fiscal? ¿Volverá a abrir la tienda el iraní? Son estas inquietudes las que te hacen valorar este juego mental en el que te metes una vez has aceptado el reto y pagado la entrada. No hay una trama sencilla y prácticamente digerida para que analfabetos y retrasados mentales puedan pasar noventa minutos en un recinto con aire acondicionado y volver a casa después de haber tirado un dineral en palomitas de maíz y bebidas tamaño gigante. Lo que hay es un guión trabajado hasta el infinito y escrito pensando en los actores y no en los efectos especiales. Nos encontramos una película de cine independiente en la que trabajaron un montón de famosos únicamente porque les gustó la historia y presintieron que de ese legajo de folios que les habían mandado podía surgir algo grande. No puedo nombrar a ninguno de ellos porque todos bordan sus papeles, todos colaboran de una forma coral en aras de un objetivo común, de contar una historia. No se roban planos unos a otros, nadie chupa cámara de manera obscena para mayor gloria de su ego. Es cine, eso que nos sigue moviendo a pisar una sala y reírnos o llorar o sentir miedo y que tan pocas veces sucede.

Me descubro ante el director, ante los productores, guionistas, actores y actrices que participaron en esta gran joya. Recomiendo encarecidamente la película a todos aquellos que les gusta el cine y que son capaces de creer en la magia que puede suceder en una sala obscura y con una gran pantalla. Le doy la máxima clasificación posible en gallifantes.
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