Dark Water – La Huella


El cine norteamericano está exhausto de ideas. Después de tratar de canibalizarse a sí mismo y volver a filmar viejas películas, ahora han mirado hacia afuera y han comenzado a rehacer cine de otros países, con sus actores, directores y demás. En el área del terror y el misterio andan cribando el cine japonés y repitiéndolo todo. Para el americano medio, esos que desconocen que existen otras culturas, otros idiomas y otros mundos tanto o más interesantes que el suyo, esta es la única forma de digerir esas películas. El ejemplo de hoy es Dark Water, título que sufrió una horrenda transformación al traducirse al español y quedó como La huella. Espero que el hijoputa que lo hizo arda en el infierno eternamente.

Aunque se vende como una historia de terror, es más de angustia. Trata de una mujer que recién se acaba de divorciar y tiene que buscar casa y trabajo para ella y su hija pequeña. Su marido se ha mudado a otra ciudad y está un tanto agobiada. Consigue un apartamento en un edificio cochambroso de un barrio de quinta división en la ciudad de Nueva York. La casa deja mucho que desear y para colmo de males, parece que pasan cosillas extrañas. Tanto la madre como la niña irán implicándose en una historia que no puede tener un final feliz.

Para dirigir la versión americana escogieron al brasileño Walter Salles, al que muchos recordaréis por esa excelente película que es Diarios de motocicleta. El hombre ha conseguido articular una historia bastante decente, aunque creo que fallan al tratar de venderlo como cine de terror, ya que si hay algo que no da es miedo. La lluvia constante, los tonos grises, el ascensor, los pasillos del edificio, todo ayuda para crear un ambiente muy cargado y en el que se respira sufrimiento. La madre de la niña es la divina Jennifer Connelly, que se trajo las dos tetas esas que tiene y que aunque no las saca, se intuyen bajo la ropa. La chica es lo mejor de esta historia. Sufre, ríe, trabaja, corre, llora y siempre con ese pecho esplendoroso con el que ya nos deleitaba hace veinte años. La madurez la ha vuelto muy interesante. Su trabajo en la cinta es más que correcto. Su hija la interpreta una tal Ariel Gade, a la que todos en el cine envidiamos su periodo de lactancia, esos meses en los que se colgaba de esas tetas de leyenda. Hay algunos protagonistas más pero paso de nombrarlos. Con estas cuatro os basta.

Si comparamos la versión japonesa y la americana, me quedo con la original porque era capaz de mantener la tensión de una forma más eficaz. En la japonesa, la mancha en el techo era mucho más agresiva y tenebrosa que en esta versión, la lluvia daba más miedo, el edificio impresionaba más y las actrices, tanto la madre como la hija, daban más el pego. A pesar de esto, he de decir que no está nada mal y que se puede ver sin muchos problemas. Como es terror del ligero os podéis llevar a esos intelectuales que siempre os dicen que no les gustan las películas de miedo. Comprad palomitas y que os lo paséis bien.
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