De decisiones e indecisiones


Se ha escrito un montón sobre la teoría de la decisión y en la multinacional en la que trabajo, cada vez tengo más claro que los que deciden son ineptos o estúpidos o una combinación de ambos conceptos. Una y otra vez, los mismos que dicen que tenemos que apechugar y trabajar en equipo para salir adelante, parece que no escuchan lo que sale de sus bocas ni leen lo que ponen en sus propios correos y actúan por su cuenta y además, consiguen una y otra vez elegir la peor de las opciones posibles. Ni siquiera podemos hablar de que se produzca la paradoja de la elección, en donde quedas paralizado ante un exceso de opciones. Nosotros en el trabajo tenemos una opción buena y el resto van de mala a peor y una y otra vez, los que determinan el lado de la balanza de mueven entre esas y nunca, nunca, nunca eligen la única buena que hay.

Con el lado amarillo de mi empresa, con esos que están a miles y miles de kilómetros de distancia, allí directamente no toman decisiones, están siempre paralizados y esperando que alguien por encima de ellos en la jerarquía, decida por ellos. Ese tipo de comportamiento yo lo premio con disgustos para ellos y esta semana tenemos dos grupos en Japón que se deben estar acordando de todos mis ancestros. En la práctica, no quieren hacer algo y están convencidos que no lo harán pero como no pueden decir la palabra NO, tratan de metérmela doblada y jugar a perder el tiempo y a distraerme para que me olvide. El juego es yo te digo y tú me dices y así pueden pasar los días, las semanas y los meses, moviendo la pelota de un lado del campo al otro, una especie de tiqui-taca. Su problema viene cuando yo decido romper la baraja y jugar sucio, aviso directamente a mis superiores que no se va a hacer y desato una tormenta perfecta sobre las cabezas de los amarillos, que de repente reciben la presión de sus superiores que a su vez la reciben de los míos. Su decisión ya tomada, de no hacerlo y no decirlo, se convierte en mi decisión de que lo hagan, aunque no quieren, no saben o no pueden, pero como no pueden usar el no, deben querer, saber y poder. Parece que este año ya he tumbado a un amarillo por parálisis a la hora de llevar a cabo su cometido, lo he presionado tanto para que tome mis decisiones, que no son las suyas, que lo han tenido que cambiar a otro departamento porque no puede controlarme y su medio ambiente es demasiado inestable por mi culpa. Su sucesor, o me tiene pánico, o parece que sí que puede, ya que donde antes había maniobras disuasorias, ahora hay una voluntad para hacer lo que les pedí y el juego ha cambiado, ya que lo de la voluntad es bonito y todo lo demás pero para mi cuentan los hechos, así que mi juego ahora es el de ejecuta tu voluntad ya mismito y el nuevo parece que empieza a notar la presión de mi decisión o más bien de mi cabezonería

Saltando de la oficina a mi mundo, yo a la hora de tomar decisiones sigo algún proceso rarito. Muchas veces, la decisión está tomada desde el principio y lo único que hago es tratar de rebatirla, demostrarme a mi mismo por qué no la debería tomar y cuando me canso de fracasar en el asunto por culpa de mi obvia perfección, la tomo o la hago oficial. En otras ocasiones, cambio una decisión ya tomada por los motivos más nimios e imposibles de comprender e incluso en esas ocasiones, siempre tengo la sensación de que desde el principio quizás había decidido lo opuesto, simplemente no lo quería hacer público.

Un tipo de decisiones que no puedo cuantificar ni elaborar son los presentimientos, esos que te hacen cambiar la ruta que recorres cinco veces a la semana un día, o salir cinco minutos antes o después, o subir a la estación en lugar de cruzarla por el túnel. Desconozco totalmente que lleva a mi cerebro a levantar estas banderas excepcionales, pero lo que sí tengo claro es que ni dudo de ellas ni las rebato, si el presentimiento me dice que hoy tengo que girar a la derecha donde siempre voy a la izquierda, lo hago instantáneamente y si me preguntas, estoy convencido que es mi Ángel de la Guarda el que las toma.


7 respuestas a “De decisiones e indecisiones”

  1. sobre todo si viene un tren! ahí si que debes correr, y más en la temporada de alegrías que estais por quesolandia… que será un paraíso pero hay temporada de tirarse a los trenes….

  2. Ese sí que tiene un ángel de la guarda y no tú…. bufffff, yo creo que se tuvo que bajar de la bici para limpiar el calzoncillo !