De templos por Bangkok


El relato comenzó en Otro de esos saltos gigantescos

Mis dos días en Bangkok los quería dedicar a terminar de visitar las atracciones turísticas que no pude ver cuando estuve en la ciudad. Fuera de mi lista y sin ningún interés por las mismas estaban los espectáculos que atraen a millones de turistas cada año. O sea y para que os quede claro, quien espere leer algo sobre espectáculos de putas escupiendo bolas de ping-pong por la pipa del coño y fumando cigarrillos en la misma, quien lo quiera saber todo sobre los maricones con tetas que se hacen pasar por mujeres y que allí llaman leidi bois, los que de siempre han querido presenciar una pelea de boxeo tailandés o una pelea de gallos y los que daban por sentado que iba a ir a un club de alterne a pagarle copas a una puta antes de pagar por introducir el apéndice más sagrado de mi cuerpo en un chocho más insalubre que una cloaca, pues que sepan que nada de eso aparecerá por aquí y ya pueden dejar de leer.

Mi primera mañana dormí más de lo habitual y vine saliendo del hotel a las nueve de la mañana, tardísimo para lo que suele ser habitual en las vacaciones. Desayuné en una cafetería junto al SkyTrain y fui en el tren hasta Saphan Taksin, una parada junto al río ya que quería comenzar yendo por esa corriente de agua mayormente sucia y hacer algunas fotos por allí. Tienen varias líneas y una específicamente para turistas, más cara y en la que el chamo Manué no se arrima a la pared para evitar mancharse de cal pero se agarra al micrófono como un político o delincuente habitual y explica cosas sobre la ciudad. Me bajé en el muelle Tha Chang, situado después del Palacio Real, lugar que ya visité hace unos años y que en esta ocasión no me interesaba en absoluto. Callejeé hasta la Wat Mahathat Yuwaratrangsarit, uno de los diez templos reales de máxima categoría construido en la época en la que Ayutthaya era la capital. Al estar cerca del palacio real, este es el templo usado para ceremonias reales y funerales y al tener el favor de los reyes, ha ido ganando en importancia. En el templo hay un centro de meditación y puedes ver a los pavos y las pavas haciendo como que meditan por el lugar, o básicamente, no dando un puto palo al agua. En el interior del templo, la gente se repatinga, come en su rincón favorito, reza, charla o no hace nada de nada. En el mismo templo está la universidad Mahachulalongkornrajavidyalaya, la más antigua de Tailandia en la formación de monjes budistas. En el templo hay más de cien Budas, lo cual me sirve para puntulaizar lo extraña que es esa secta en la que el culto por el chamo que se la inventó es tal que compiten entre ellos por el número de imágenes del colega que tienen.

Está enfrente del Sanam Luang, un enorme campo abierto en forma de plaza y que está frente al Palacio Real. Este es el centro histórico de Bangkok y en este parque es donde se hacen las ceremonias espectaculares. Aquí también se realiza la cremación de los reyes muertos.

En la misma zona está el Bangkok National Museum, una gigantesca colección de arte e historia tailandesa repartidos en varios edificios. Por supuesto entré a verlo y me tomó unas horas en las que aprendí un montón y también flipé con algunas boberías. Es el museo más grande del sureste de Asia, en un complejo de edificios entre los que estaban el palacio del Vice Rey. Este museo se creó en 1874 y en el mismo hay también un montó de arte traido de Sukhothai y Ayutthaya, lugares en los que ya había estado. Como siempre, una vez me saturo de arte, como que me la trae floja así que procuro centrarme en las cosas que hay que ver y ninguneo el resto. Esta zona se conoce como Rattanakosin y es una isla incrustada en la ciudad de Bangkok.

Mi paseo continuó yendo al Wat Suthat Thep Wararam, otro templo real de primer orden y que se mandó a construir en 1847, con lo que no es muy viejo. En su interior hay una imagen de Buda que se trajo desde la provincia de Sukhothia. En el interior del templo hay unos frescos muy bonitos y espectaculares y que detallan algo sobre veinticuatro reencarnaciones de Buda, ya que al chamo le apetecía seguir regresando a este planeta. Como en otros templos, hay unos cientos de imágenes de Buda por aquello de mantener el culto a la imagen. A la entrada del templo hay una especie de arco rojo gigantesco (Sao Ching Cha) que es muy visitado para hacerle fotos y que formaba parte de alguna ceremonia que se hacía una vez al año (y que desconozco si siguen haciendo). Para mi no es nada espectacular pero está en las listas de cosas que hay que ver de Bangkok, así que ya la he marcado y tengo la foto que lo prueba. Leyendo sobre este arco, el rey, que era un cabroncete de cuidado, colgaba a veinticinco metros una bolsa con monedas y los chamos con más coraje y menos seso trepaban para pillarla y la gente observaba el espectáculo y como caían y morían o se escoñaban. Se prohibió en 1935 por el alto número de personas heridas por un premio miserable y que era el equivalente a veintisiete céntimos de leuro de hoy en día.

En la zona hay también una concentración masiva de negocios de fabricación y venta de artículos religiosos y mayormente Budas, con lo que te das un empacho del colega callejeando por allí. Andando por el lugar llegué hasta el Wat Ratchanadda, otro templo budista, aunque este bastante especial porque junto al templo hay una especie de edificio pirámide de treinta y cinco metros de alto con 37 torres acabadas en agujas que simbolizan las treinta y siete virtudes que hay que conseguir para iluminarte. Esas agujas son de metal y le dan el nombre a ese edificio, conocido como Loha Prasat o palacio de hierro en lenguas cristianas. Lo copiaron de un templo de Sri Lanka que desapareció y los tailandeses fardan de tener el último de ese estilo que queda en el universo conocido (excluyendo truscoluña obviamente, por que ni es ni ha sido jamás de los jamases nación o incluso país). Subí a lo alto del edificio para hacer fotos, aunque tienes que dejar los zapatos abajo y siempre tienes la preocupación de que te los roben. Por la zona está también el monumento a la Democracia, una rotonda irónica en el país con más golpes de estado del universo conocido y en el que justo esos días, se desarrollaba el último.

Saliendo de allí y muy cerca, aunque caminando en plan suicida por una calle muy concurrida por los coches, está el Phukhao Thong, la montaña dorada, una colina de ochenta metros de alto hecha por los seres humanos y coronada por una estupa dorada que alberga una reliquia de Buda (otra más y van … millones). Para llegar a ella hay que subir trescientos dieciocho escalones y hay unas vistas muy buenas de la ciudad, con lo que merece la pena. El templo en esa colina es el Wat Saket y se remonta a la época en la que Ayutthaya gobernaba esa tierra.

Desde allí tuve que caminar casi dos kilómetros para llegar al Wat Benchamabophit, hazaña épica en la que no menos de diez mil taxistas ladrones y conductores de tuk-tuk criminales pararon sus vehículos en seco en la carretera petada de tráfico para ofrecerme su maravilloso medio de transporte a precios de atraco a mano armada. Yo disfruté la caminata y aún más el saber que les comía la rabia por el dinero que no me quitaban. Este templo es una joya y uno de los más hermosos de Bangkok. Está hecho en mármol importado de Carrara y el edificio principal está rodeado por cincuenta y dos Budas. El templo es jodidamente fotogénico, como ya habrán visto unos pocos en las fotos que he mandado.

Parece que no pero el tiempo había pasado y ya se acercaba la tarde y mi empacho de templos era considerable. Desde este templo hasta la estación de Skytrain más cercana había unos dos kilómetros así que opté por caminar, ya que lo de los treinta y ocho grados y mil por cien de humedad como que no me afecta y me gusta sudar como cerdo en matadero. Probablemente mi decisión provocó algunos de los atascos más grandes vistos en esa parte del planeta ya que no hubo coche que no parara el tráfico para ofrecerme transporte y ser ninguneado con un estilo que muchos imitan pero que nadie logra ejecutar con la gracia que yo lo hago. Desde la estación regresé al hotel, fui a la piscina un rato a relajarme y después me acerqué al centro comercial Terminal 21 para cenar allí e ir al cine. La planta de comida de ese mega-centro comercial tiene un restaurante callejero brutal, con puestos que ofrecen todo tipo de comida a precios de pura risa y sin los riesgos de hacer lo mismo en la calle, en donde te cobran un poco menos y te garantizan tres días de diarrea en lo que te lo pasas bomba y acabas con el ojete del culo más rojo que el de un macaco. La cena para tres o cuatro personas que me comí, ya que pedí y pedí hasta encochinarme, me costó la friolera de 3,8 leuros, un dineral. La entrada del cine me costó 4 leuros en uno de los cines más nuevos y caros de la ciudad. Aunque había leído algo me pilló por sorpresa que tras veintipico minutos de anuncios y trailers, de repente comienza a sonar el himno nacional en honor del Rey y te tienes que levantar y escucharlo. Lo flipé. Creo que esto debería ser obligatorio en España y ya me gustaría ver a mí las caras de los josdeputa truscolanes cuando se tienen que levantar y de no hacerlo, pueden ir a la cárcel y morir allí sin que a nadie le importe un carajo.

La película acabó sobre las once de la noche y con el toque de queda, el centro comercial ya estaba cerrado y nos sacaban en pequeños grupos por ascensor. En la calle Sukhumvit, cientos y cientos de putas y de tíos con tetas postizas y una nuez de Adán que clama al cielo y al infierno te intentaban agarrar la mano al grito de Jelou bos y Jelou yú. Huelga decir que cuando alguien intenta tocarme huyo aterrorizado aunque mi sistema de no reaccionar antes estímulos externos funciona tan bien y los ignoro con tanta clase que a mi me dejaban en paz y ni siquiera tuve que repartir puñetazos y bofetones, que eran mis regalos para las personas que vulneran mi espacio personal. Un travelo más feo que Ramiro el peluquero, aunque en su favor hay que decir que al menos no tenía pelo en el pecho sobre sus tetas postizas como el mencionado, me gritaba como si lo estuvieran degollando. El chamo tenía pinta de ser portador de diez de las cinco enfermedades venéreas y de transmisión por contacto carnal más populares. Supongo que su clientela habitual son tíos tan borrachos que creen estar enrollándose con una pava del copón y que han de ser atendidos en hospitales al día siguiente cuando se encuentran a ese bicho junto a ellos.

Así fue el día en Bangkok, ciudad que sigue sin convencerme y que procuraré evitar a toda costa en el futuro.

El relato continúa en El barrio Chino y saliendo hacia Singapur

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