Décimo cuarto día. Kuala Lumpur a Taman Negara


El relato de este viaje comenzó en Camino a Kuala Lumpur y Tienes un índice con todos los capítulos en Viaje a Malasia del 2009: Índice con toda la historia.

Normalmente a los días de transición sigue el relato del viaje pero en este segmento encadené dos días de transición consecutivos. La noche anterior llegué desde Langkawi, algo que ya conté en Decimo tercer día. Langkawi a Kuala Lumpur y este décimo cuarto día salía hacia Taman Negara bien temprano.

A las siete de la mañana estaba bajando a la recepción para desayunar y aproveché para hacer una foto del sistema de señalización de plantas del ascensor. Los putos chinos son unos supersticiosos de cojones y eliminan plantas porque los números les dan mala suerte.

Supersticiones chinas

En la foto podéis ver como la planta cuarta se ha transformado en la 3A por obra y gracia de esa superstición. También faltaba la planta trece pero la cámara del móvil no daba para tanto. Después de un desayuno cutrísimo al nivel del cutrerismo del hotel bajé las mochilas y me puse a esperar en la recepción ya que allí estan las oficinas de la empresa turística que organizaba el tour a Taman Negara. Conmigo había varias personas a las que después iría conociendo. Aunque supuestamente a las siete y media abría la agencia allí no apareció nadie y a las ocho estábamos todos con los nervios en los estómagos cuando vemos a aparecer un chino todo pachorriento que abre la puerta y nos dice que esperemos porque se tiene que ir a echar una jiñada. Volvió al rato y nos dio a cada uno los papeles con el programa y demás.

A la puerta del hotelDSC00311-Edit copy

En la puerta nos esperaba una guagua y después de poner las mochilas en su bodega y repartirnos por el interior el conductor comenzó el viaje. El hombre nos iba señalando lugares importantes de la ciudad. Era más o menos la hora punta y el tráfico bastante espeso. A unos quince kilómetros del centro pasamos junto a las Cuevas Batu que podéis ver en la foto, un complejo de cavernas descubiertas hace ciento veinte años y que son el principal lugar de oración de los hindúes. Para entrar hay que subir por unas escaleras infinitas con doscientos setenta y dos escalones, que con la temperatura y la humedad del lugar se convierten en un purgatorio para cualquier hijo de cristiano que lo intente. Esa es una atracción que decidí dejar para alguna visita futura a la ciudad.

Autobús a Tamán NegaraAbejón que no cabe en la flor

Después de un par de horas en el autobús estaba prevista una parada técnica en la que aprovechamos para vaciar vejiga y comprar algunas viandas. Junto al baño me topé con un abejorro del tamaño de una manzana, el cual casi no se puede ver en la foto pero que definitivamente me impresionó. Me acerqué a la tienda y me compré un paquete de garbanzos secos porque la fruta no me daba buena espina y el resto de cosas tampoco me llamaba la atención. Alguno se estaban comprando unos zumos de aspecto increíble pero yo decidí pasar y no arriesgarme, que tampoco hay que tentar a la suerte y con el calor del lugar y esa exposición intensa al sol, aquel sitio debe ser un criadero de bacterias.

Garbanzos para el caminoYo y todos los demás

Después de quince minutos continuamos el camino. En uno de esos instantes tontos en los que por las ventanas no había nada interesante aproveché para hacer una foto de grupo en la que se puede ver la fascinante tapicería de la guagua y por supuesto también tenéis una imagen clarísima del Mito y genuino creador de la Mejor bitácora sin premios en castellano. El tedio del viaje lo maté escuchando un audiobook y contando palmeras muertas, que había un montón de ellas.

Palmeras muertas en la jungla

Las veías sobresaliendo entre la espesa vegetación y me pregunto por qué habrán muerto. Cuando ya pensaba que nos quedaríamos allí para el resto de nuestra vida, siempre viajando por ese paisaje tan monótono. Tres horas y media después de comenzar el viaje llegamos a Jerantut, el lugar en el que teníamos que recoger nuestros cupones de viaje y en donde almorzaríamos y nos llevarían a nuestro siguiente medio de transporte. En las oficinas del NKS nos atendieron y allí pude comprobar que pese al exceso de correos intercambiados con la persona que me ayudó en la reserva, al final me habían puesto de nombre SULACO y todos mis cupones venían con ese nombre. Fue un momento emocionante, el alias se apodera del propietario y suplanta su verdadero nombre. En una de las mesas reservadas un cartel recordaba que allí se sentaba SULACO. Una pareja me invitó a unirme a ellos para almorzar juntos y pronto en la mesa estábamos todos los que viajábamos. Los que me animaron a unirme a ellos era una pareja formada por un australiano y una malasia. También venían dos jóvenes austriacos que estaban recorriendo Asia, una pareja ya mayor de alemanes que habían ido a visitar a su hija a Singapur y estaban aprovechando para hacer turismo en los países de los alrededores y dos jóvenes que viajaban solos y que estaban haciendo un año en Asia. Fuera del grupo se mantuvieron dos chicas que hablaban entre ellas en francés. Intercambiamos anécdotas y relatos de nuestros periplos e indagamos cortesmente en las vidas de los otros. Sobre la una y media de la tarde nos recogieron y nos llevaron en otro autobús a Kuala Tembeling Jetty, el lugar en el que debíamos tomar el barco. Fue un viaje de unos veinte minutos que se alargó un poco más porque a medio camino un camión parecía haberse quedado sin fuelle en una cuesta grandísima. La policía nos detuvo y cuando empezaron a bajar gente de la parte posterior del vehículo, eran como cincuenta personas que iban allí metidas a trabajar. Una vez le quitaron todo ese lastre el camión subió la cuesta y ellos tuvieron que caminar.

Seguimos nuestra ruta y llegamos al embarcadero en donde nos aconsejaron mear y encomendarnos al altísimo porque el viaje en barco es de unas tres horas. Cuando vi la falúa aluciné. Era como las de las películas de Rambo aunque mirando el río rojo de aguas revueltas, también era como los de las películas de Rambo. Nos subimos y nos teníamos que sentar en el suelo en un espacio reducido con nuestras mochilas. Al principio todo era cachondeo, alegría y cosa buena pero después de media hora no sabías ni como ponerte.

Navegando por el río

Yo guardaba la esperanza de que hubiesen exagerado un poco lo de las tres horas en barco remontando el río pero no fue así. A medio camino nos cruzamos con otro que venía desde Taman Negara y nuestro capitán saltó a ese barco y el otro se vino al nuestro. Vimos infinidad de monos, pájaros Martín pescador y los ruidos de la jungla. Por lo demás, por las aguas bajaban troncos y animales muertos y el zumbido del motor se te metía hasta el alma. Cuando se cumplían las tres horas y yo pensaba que jamás recuperaría la forma de mi trasero comenzaron a aparecer unos barcos aparcados a la vera del río y en uno nos detuvimos. El lugar era cutre con ganas, en medio de la nada y una mujer muy sonriente nos dio la bienvenida a Taman Negara. Como me habían dicho que estaba super-urbanizado yo me había imaginado algo más parecido a una urbanización hecha por el Pocero pero aquello era más bien la antesala cutre del infierno. Nos explicaron que aquel era el barco recepción y Restaurante Flotante aunque la palabra Restaurante se le quedaba enorme. Algunos antros en los que no estoy orgulloso de haber comido durante mis años universitarios podrían considerarse en comparación restaurantes de cinco tenedores. En aquel lugar haría todas las comidas y las excursiones saldrían desde allí.

Mi alojamiento era en los Chalé Vista y recordando las Perhentian me imaginé que mi concepto de chalé y el local serían algo distintos. Tenía uno con aire acondicionado. Me explicaron como llegar, que era básicamente subir la colina por unos caminos llenos de lodo y pasando junto a un gallinero en el que la mierda se acumulaba desde antes de la llegada de Colón a América.

Escalé aquellos barros como pude, arrastrando las dos mochilas, una por delante y la otra a mi espalda y en la recepción me dieron la llave de mi chalé, el número cuatro y me acompañaron al mismo. El sitio era cutre de cojones, con un suelo que permitía el paso de bichos desde debajo del chalé y un baño fascinante que os dejaré ver en una foto que reservo para el día del regreso. Eran las cinco y pico de la tarde de un viaje que comenzó a las ocho y media de la mañana. Acababa de llegar a Taman Negara

El relato continúa en Décimo cuarto día. Taman Negara


4 respuestas a “Décimo cuarto día. Kuala Lumpur a Taman Negara”

  1. ¿Tu tomabas alguna nota para después escribir las entradas?
    No me digas que te acuerdas de todo, nombres incluidos de memoria…
    Salud

  2. Los chinos son muy superticiosos y jugadores, el número 4 no les gusta porque se pronuncia casi igual que muerte. Entonces «ir a la planta muerte», queda como raro. Pero a pesar de ser un país comunista, son más capitalistas que nosotros, pe. cuando vas a comprar un móvil, o a matricular un coche, el precio varía en función de como sea el número, si tiene muchos números de buena suerte como el 6, el precio es mayor, si tiene cuatros es menor. Vamos que si quieres un número bonito y/o afortunado te clavan una pasta.

  3. Y si luego pagas por un «número afortunado» y te va como el culo, te devuelven la pasta? jajajaja
    Estoy deseando ver la foto del chalet, pero sobre todo, del súper-restaurante. Que miedito.

  4. Genín, no. Tengo una memoria increíble para las cosas que disfruto y hace nueve años, cuando opté por no perder tiempo con los secretos de los demás y usar todo ese espacio en mi cabezón (que es como un barreño) para otras cosas. Lo que sí guardo son las facturas, los folletos y demás y una vez escribo sobre el lugar a veces los consulto y una vez lo he escrito los tiro. Tengo mis dos guías de viaje de Malasia. Podría contar mi verano en Washington D.C. de 1983 sin problemas y seguramente con las cartas que me mandaban mis amigos respondiendo a las mías hasta tengo la información sobre lo que hacía y les contaba. ¡No lo haré!
    Luis, además de supersticiosos tienen esos países llenitos de altares budistas y se pasan las semanas poniendo varas de incienso y quemando papeles.
    Virtuditas, creo que la foto de la ducha que pondré en la anotación de regreso a Kuala Lumpur es alucinante.