Decisiones catastróficas


Me levanto el sábado por la mañana dispuesto a comerme el mundo, el universo y lo que se me ponga por delante. Después de un frugal desayuno decido que ya va siendo hora de reubicar cosas. Me doy un paseo por mi reino y elaboro un documento con las conclusiones de la visita, documento que es aprobado en sesión sumarísima y por unanimidad por el comité que regula mi existencia. Dicho comité está formado por un servidor y mi mismo.

Mi PC debe emigrar. No merece estar en la planta baja junto a mi cocina de diseño. No da la talla. Lo arrastro hasta el segundo dormitorio. Cuesta un huevo mover estos trastos llenos de cables y esa silla con ruedas que pesa una jartá, como diría alguna intelectual. Ahora que tengo el PC en la planta alta, el portátil lucirá mejor en su descuidada ubicación en el salón, tirado sobre el sillón o en cualquier otro lado.

Tras acabar con el ordenador decido afrontar el tema de la ducha. Desde el día anterior la conexión de la manguera de la ducha pierde un huevo de agua. De hecho casi no me pude duchar el viernes porque no me llegaba el líquido. La razón de estos problemas está clara. Mientras la cocina se ha estado haciendo la ducha ha funcionado como fregadero improvisado y la manguera ha debido decir basta. Aprovecho y meto un inciso para informar a familia e interesados que el miércoles vendrá el trabajador que se encarga de estas tareas y además de terminar las instalaciones, pondrá los azulejos, aunque aún no los he comprado (lo haré el lunes por la tarde, así que no nos agobiemos ;-)). Busco las herramientas, desmonto el engranaje, le pongo cinta de teflón y al volverlo a montar ya no pierde agua. Me doy dos palmadas a mí mismo por estas nuevas funciones que soy capaz de ejecutar. Quien me iba a decir a mí que valgo para la fontanería, si casi que parezco un McGyver cualquiera.

Estoy en esas cuando me acuerdo que la calefacción está haciendo bastante ruido. Como sé que el calentador es muy viejo y está dando problemas, compruebo la presión y veo que está casi a cero. En el baño está el chisme para realizar esta tarea y anteriormente había visto a mi vecino volver a meter agua en las tuberías. Dentro de tres semanas ya no tendré este problema, momento en el cual me instalarán un nuevo calentador que además de costar más de dos mil euros me debe permitir el ahorrar un treinta por ciento de energía y hacer mi vida más feliz y agradable. Es lo que tiene el dinero que con poco que te gastes mejoras tu calidad de vida. Vuelvo al sistema de distribución del agua a los radiadores y decido que yo puedo hacer la tarea. Agarro más herramientas, cojo un balde para que no caiga agua en el suelo y me pongo a ello. Decir que anteriormente me había duchado para comprobar que mi tarea previa había dado los resultados esperados.

Estoy junto al chisme ese, con mi ropa de los sábados. Quito un tapón que tiene por la parte de abajo y enchufo la manguera. Abro el agua y la aguja comienza a moverse en la dirección adecuada. Cuando alcanza la presión que debería tener cierro el agua, quito la manguera y entonces se fue todo al carajo. Toda el agua que había metido en las tuberías salió de vuelta bañándome por completo y poniendo el baño como una piscina. Mis intentos de parar el diluvio resultaron en salpicaduras de agua hasta el techo. Aquello fue una catástrofe de proporciones dantescas. Quedé ensopado de arriba a abajo. Se me cerraron todas las chacras del mosqueo que me cogí. Después de secarme me cambié de ropa y me senté a estudiar la pieza que había quitado para introducir la manguera. Hasta donde yo recuerdo el vecino lo único que hizo fue exactamente lo mismo que yo así que no veo por qué no ha funcionado. Mirando el jodido tapón veo que parece estar dividido en dos zonas diferenciadas. Agarro más herramientas y efectivamente, se separan y entre ambos lados parece existir una válvula de estas que solo dejan pasar en un sentido. Me doy de cabezazos contra la pared y tras colocar la pieza en el sistema apretándola bien, enchufo la manguera a la misma y decido achicar agua antes del segundo intento que uno nunca sabe lo que puede pasar. Con el baño seco y todo preparado abro el grifo y allí no pasa nada. Le meto candela y sigue igual. No entra agua. Miro de nuevo todo y sigo creyendo que aquello debería ir de ea forma. Lo desmonto y lo vuelvo a montar pero el resultado es el mismo. Cojo de nuevo la pieza y la miro desde un millar de ángulos distintos.

Tras recalentar mis escasas neuronas tengo un momento de iluminación y elaboro una teoría. Si no aprieto muy fuerte la pieza al conectarla entonces dejará pasar el agua pero si la fijo bien firme en su interior hay algo que la bloquea y no deja pasar el líquido. Es solo una teoría pero cosas más raras se han visto. Vuelvo a poner el cachivache sin apretarlo mucho, conecto la manguera y agarro un par de trapos de cocina para protegerme de las salpicaduras. Le meto caña y aquello empieza a funcionar. El agua entra nuevamente en el sistema y veo como la aguja vuelve a subir indicando el aumento de presión. Me hago un baile allí mismo para celebrar este gran éxito para la humanidad y cuando alcanzamos la presión previst, cierro el grifo y rezo un padre nuestro. Ya sé que es malo de pedir y mucho peor de rogar pero a ver si alguien por ahí arriba se apiada de mí y puedo completar la tarea.

Está claro que no era mi día. Justo antes de quitar la manguera veo que en la parte superior hay una especie de botón. Pienso y no consigo acordarme si mi vecino lo pulsó pero me digo a mí mismo que si lo pusieron allí será por algo y que mejor le doy al puto botón para no volver a cagarla. Cruzo los dedos, tomo aire y pulso la jodida pieza de plástico. Tremenda cagada. Era una válvula de seguridad intuyo que para aliviar la presión cuando pones demasiado y lo único que conseguí fue que un chorro de agua me diera en la cara y volviera a pringarlo todo. Me acordé de todos los muertos del hijoputa que inventó la fontanería. Lo sequé todo, me cambié de ropa por tercera vez y quité la manguera, aunque primeramente apreté el otro tornillo para asegurarme de que no se salía el agua. Funcionó. Por fin tenía presión en las tuberías de la calefacción y de propina me di tres duchas, dos de ellas con ropa puesta.

En ese momento me llama el turco para decirme que cree que ha vuelto a perder las llaves y le cuento mis penas. Hay que ver que mala es la gente, el cabrón se rió a mi costa todo lo que quiso. Quedamos para esa tarde y visto mi éxito como manitas decidí volver a mis computadores y mis sobrados conocimientos informáticos y dejar estas aventuras para los que puedan o quieran arriesgarse.

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6 respuestas a “Decisiones catastróficas”

  1. >tiene el dinero que con poco que te gastes mejoras tu calidad de vida:
    lease: salon claudine,elefante dorado, casa gris, etc,etc…

  2. Mi casa no va a ser gris. Tonos ocres y pasteles con frecuentes revisitaciones del tema de la manzana podrida. Paredes sin cuadros ni cualquier otra cosa que se pueda colgar y grandes espacios vacíos que ayuden a despejar la mente y ensanchar el espíritu.
    Mi objetivo para la planta baja es que el 90% del volumen esté únicamente ocupado por aire. Odio acumular trastos inútiles.

  3. sulaco, creo que bleuge se refiere a casas de señoritas que reparan cuerpos de hombres …

    juassss

  4. Yo no vivo en Gran Canaria y no pago para follar, así que si bleuge gasta el dinero mercadeando con la carne, que sea más claro y no nos hable de algo que me sugiere proyectos de decoración de la compañía internacional de muebles PEPEJES?.