Dik Trom


Lo bueno que tiene escribir una bitácora para intelectuales con gafas de pasta es que nos movemos en el mismo nivel y somos igual de pedantes. Por eso estoy convencido que aquí todos nos sabemos de memoria todos los libros que se escribieron sobre Dik Trom entre el año 1891 y el año 1931 e incluso los más avanzados seguro que han visto alguna de las adaptaciones cinematográficas que se han hecho desde el año 1937. Esto es así porque aquí todos somos intelectualmente avanzados. A nadie le extrañará que yo fuera al cine un sábado por la mañana a una sesión infantil con el único propósito de ver la nueva versión que se ha hecho de ese clásico neerlandés llamado Dik Trom y además lo tuve que hacer solo porque mi amigo el Niño me dijo que ni muerto vuelve a ver una película infantil, sobre todo después del último palo que nos llevamos. La película ni tiene fecha de estreno ni es probable que llegue a estrenarse en España o en cualquier otro país que no sea Bélgica o los Países Bajos, así que si realmente estás interesado en verla, tendrás que comprar tu billete de avión y venir a pasarte medio día a esta tierra.

Una familia de julays encochinados se mudan al barrio de las bulímicas y anoréxicos y en donde todo el mundo hace pollates para perder chicha

Una familia de profesionales de la obesidad se muda a una ciudad en la que todo el mundo está obsesionado con las dietas y el peso y se encontrarán que son rechazados porque comen comida basura y no se cuidan. Los vínculos familiares se verán comprometidos ya que la madre, para integrarse, intentará que cambien sus hábitos alimentarios y hagan como la mayoría.

Lo primero que llama la atención en esta película son los colores brillantes, como de caramelos, que hay por todos lados. Lo segundo es que el guión es muy dinámico y está muy bien estructurado y nos cuentan una historia de forma sencilla y sin derivar hacia absurdas tramas secundarias que no le interesan a nadie. Es una forma diferente de ver el rechazo, en este caso por querer comer perritos calientes en un pueblo en el que la gente está más acostumbrada a las verduras y los zumitos, sanos, sanos. El protagonista es un niño regordete que lo hace muy bien y con el que nos reímos bastante, no porque está gordo sino por la forma en la que actúa y la manera en la que mira el mundo. Sus padres también están muy bien definidos y los malos en este caso son la gente sana y su obsesión por contagiar a los demás su pasión por las zanahorias crudas y las ramas de apio.

La película se pasa en un suspiro y te deja un muy buen espíritu. No tiene malos rollos y estaba cantadísimo que el final sería tan feliz que nos provocaría un subidón de azúcar, por lo que recomendaban a los diabéticos ir preparados al cine.

En el hipotético caso de que viváis en esta tierra y habléis el holandés y tengáis niños, es una buena opción para llevarlos al cine. Para el resto, dudo que jamás os crucéis con esta película en vuestro camino así que la podéis olvidar ya mismo.

07/10


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