Duodécimo día. Langkawi


El relato de este viaje comenzó en Camino a Kuala Lumpur y Tienes un índice con todos los capítulos en Viaje a Malasia del 2009: Índice con toda la historia.

Mi tercer día en Langkawi comenzó con una sonrisa de felicidad absoluta. Si me apedillara Pantoja me habría levantado cantando el Marinero de Luces pero como siempre fui más ordinario y vulgar, yo cantaba el Viva la Vida de Coldplay, grupo al que podré ver en persona antes de que acabe el año y evento para el que ya tengo mi entrada. Volviendo al tema, después de las abluciones matutinas me pasé por la cabaña restaurante y me di un homenaje antológico entre tortilla francesa, tostadas, dosis masivas de zumo de naranja y pastelería basta y fina. Echaba de menos la leche pero es que unas vez sales de Holanda uno se ha de olvidar de semejante alimento ya que en ningún lado es tan buena como aquí, que por algo las vacas frisias son como los Rolls Royce del ganado vacuno. Tras el desayuno me eché a la carretera y fui a un lugar en el interior de la isla llamando Kota Mahsuri en donde hay una especie de museo del folklore de la isla y la tumba de una heroína isleña.

Hay dos taquillas. La de los aborígenes vende las entradas a un ringitt y la de los turistas a diez ringitt, algo más de dos euros. Primero visitas un pequeño museo en el que te cuentan la historia o más bien la leyenda, ya que no hay nada claro. Hace más de doscientos años una hermosa joven llamada Mahsuri nacio en Langkawi. Era a finales del siglo XVIII (no me leáis equis-uve-palito-palito-palito que no somos de la generación esemés). La chama era tan guapa que conseguía mástiles bien altos allí por donde iba y todos los machos cabríos del pueblo le querían poner la pierna encima. Finalmente se casó con uno de los machillos del pueblo y comieron las perdices de rigor pero el colega se tuvo que ausentar en un viaje de negocios (ya sabéis, matar gentuza de otro pueblo, violar mujeres de terroristas musulmanes de mierda y similares). Ella se quedó solita en casa y pasaba el tiempo pintándose las uñas negras de los pies y rizándose los pelillos esos tan sabrosones. Un día llegó un viajero, una especie de trovador y contó sus historias en el pueblo y como no tenía donde quedarse, Mahsuri le ofreció posada. El jefe del pueblo, al que ella había despreciado y rechazado cuando le ofreció convertirse en su segunda esposa, se rebotó todo y la acusó de adulterio, condenándola a muerte. La intentaron matar de todas las formas posibles pero la japuta era como la hierba mala y no había forma de ponerla a tres metros bajo el suelo. Finalmente, como estaba hasta la pipa del chichi de tanto intento de asesinato ella les dijo que solo la podían matar con el cuchillo de su padre y con esta información aprovecharon para cortarla por unos cuantos sitios y hubo un mal rollo de que te cagas porque la sangre era blanca, lo cual probaba su inocencia, según los intelectuales del pueblo que previamente habían vivido en Vecindario y leían mucho la Wikipedia. La tía, antes de espicharla echó una maldición y dijo que en la isla se iban a regodear con hambre y miseria durante siete generaciones.

Justito después de esto invadieron la isla y la arrasaron y a partir de ahí raciones masivas de hambre y miseria hasta hace dos o tres días que la palmó el último de los de la séptima generación y entonces llegó el turismo y con este el dinero y el trabajo y la abundancia y la gente fue feliz y volvieron a comer perdices y en el lugar en el que está enterrada esa cabrona hicieron un museo y por si las moscas, la adoran como a una heroína total. Así que después de aprender un poco sobre su leyenda, sales al patio trasero en donde unas folclóricas tocan música del país y sigues y te encuentras con la tumba de Mahsuri, que no es gran cosa pero a la que por si acaso le haces un gesto de respeto ya que la tía tenía mala leche para inundar medio universo. En el mismo lugar hay varias casas de estilo malasio, tiendas de souvenirs y algunos animales locales. El sitio no es que haya que visitarlo obligatoriamente cuando se está en la isla pero supone una alternativa al sol y playa y naturaleza.

Desde allí seguí decidí perderme por pequeñas carreteras y disfrutar del interior de la isla y os juro que paré en un par de sitios a hacer unas fotos como postales, sitios que eran tan hermosos que te daban ganas de llorar. Después enfilé hacia la capital de la isla, Kuah en donde no es que haya mucho que ver. Hay una plaza junto a la terminal de pasajeros del muelle en la que hay un Águila marrón gigante, la cual os recuerdo que da nombre a la isla. Aparte de esto, tiendas y más tiendas supuestamente libres de impuestos y con productos al mismo precio que en Europa aunque la ropa falsa y la de marcas desconocidas era mucho más barata y el alcohol está a precios de risa absoluta. Me recorrí la mayor parte de las tiendas buscando un bañador y no me convenció ninguno. En un punto determinado me rendí y decidí volver al otro extremo de la isla a mi hotel. La ciudad de Kuah está en el sureste de Langkawi y yo me quedaba en el noroeste. Llegué a tiempo de disfrutar de unas horas de sol y playa y después salí a cenar en los restaurantes de Pantai Kok, aprovechando para recoger mi ropa de la lavandería. Esa era mi última noche en Langkawi y antes de acostarme me pasé por la recepción y les pregunté si podía hacer el checkout tardío ya que mi avión salía a las cinco de la tarde y me dijeron que sin problemas. Vuelvo a repetirlo, la isla es preciosa y las gentes de Langkawi son amables y cariñosos.

Así acabo mi tercer día en Langkawi.

El relato de este viaje continúa en Decimo tercer día. Langkawi a Kuala Lumpur


6 respuestas a “Duodécimo día. Langkawi”

  1. al final el marido volvió justo cuando la descuartizaban o ya no apareció como en la canción de Maná (la de «en el muelle de San Blas», que no se por que me lo ha recordado esta historia)?

  2. a que ahora estais hablando de gallumbos y me voy a quedar con la duda?? sulacoooooooooo, volvió el maromo o que??

  3. En la leyenda no se dice nada así que imagino que del disgusto se salió del armario y acabó de chapero en las calles de Penang.

  4. Oooh… entonces me imaginaré que él desertó, y realmente estaba escondido con ella en el falso techo de la choza, luego le dió un pallá y palmó, pero ella lo enterró sola y nadie se enteró, y por eso todos pensaban que estaba en la guerra o algo de eso, solo ella sabía la verdad, y por eso seguía tan mona y arreglada y además, seamos realistas, por eso mismo le dió asilo al otro, porque realmente lo que quería era que le pusiera la pierna o lo que le diera la gana encima, que para eso ya había pasado lo de «que la muerte os separe»,aunque la pillaron, y tuvo que mantener las apariencias. Aish. Si es que en el fondo soy una romántica. (Hoy estoy habladora, pero ya me callo, vale?)

  5. Una posible explicación. A mí lo de que echaba sangre blanca me suena a que iba dopadísima con lefa de la buena.