El agripado retorno, segunda parte


Una vez en Madrid, había quedado con Rodolfo, uno de los que suelen comentar por aquí, para tomar un café en el aeropuerto. No voy a revelar detalles de la conversación, aunque voy a pedirle a mi madre que le ponga dos docenas de velas a Santa Rita, patrona de los imposibles, porque el pobre lo tiene más difícil para ligar que Anormal y mira que yo creía que lo de Anormal era el límite inferior absoluto. Mientras departíamos en una de las cafeterías de Barajas, teníamos sentado cerca de nosotros a una persona de mucha edad o lo que comúnmente se conoce como viejo. Estaba solo, en una mesa, entretenido en cortarse esa parte del cuerpo animal, dura, de naturaleza córnea, que nace y crece en las extremidades de los dedos y que por simplificar llamaremos pezuñas.

El viejo estaba tan entretenido lanzando partes córneas por doquier ejercitando la ley de la palanca, que se puede enunciar como: Una palanca está en equilibrio cuando el momento de fuerza total hacia la izquierda es igual al momento de fuerza total hacia la derecha. Pues eso, que el señor está aplicando la ley de la palanca y del esfuerzo realizado al cortar las pezuñas, se le desplazó el momento de fuerza total a la derecha y vaya por Dios, se le escapó un peo (pedo peninsular) o aquello que los poetas definían como ventosidad que se expele del vientre por el ano. No penséis que se sonrojó o mostró cualquier atisbo de arrepentimiento. El continuó aplicando su ley de la palanca al corte de uñas, sin inmutarse por nuestros comentarios y miradas reprobatorias. He de decir, que gracias a mi resfriado no sé si era de los que vienen aromatizados o no.

Al suceder esto, una niña pequeña salió huyendo del terrorífico sonido y después de realizar una serie de incontrolables movimientos se estampó de frente con el riel para las bandejas de comida en la cafetería. El sonido que produjo su cabeza al golpear con la frente dicho metal alcanzó la nueva pista que se está terminando de acondicionar en Barajas. La niña soltó un alarido de 120 dB que despertó las más recónditas de mis neuronas. Hay rumores de que la niña puede haber sufrido daños permanentes pero no tenemos pruebas para demostrarlo.

Tras el interludio con Rodolfo, de vuelta al interior del recinto aeroportuario y posterior embarque en vuelo de KLM, compañía que aún da comida en sus vuelos y las azafatas son todas unas vírgenes nórdicas cuyo hímen ya ha sido perforado. Cuando llegó el piloto, el copiloto y las cinco chochas, no pude sino recordar la película Atrápame si puedes y esas escenas con Leonardo DiCaprio rodeado de bellas azafatas.

El vuelo hasta Amsterdam transcurrió sin más problemas. Resumiendo, que ya estoy en casa, superando el resfriado que me traje de España.

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6 respuestas a “El agripado retorno, segunda parte”

  1. parece qu un gran sector del gremio de los senores de avanzada edad llamados viejos capullos dicen que ello no se averguenzan de nada y se vantirando pedos por donde sea incluso dntro del metro en madrid donde vivia y sin ningun pudor los van soltando con un sonido bastante particular como solo lo hacen ellos, seran cabrones y lo peor noes eso sino el peculiar olor que dejan que es entre madera vieja y edor de cocido del dia anterior

  2. jp, estás muy puesto en cosas de Madrid. Ahora que vives en los Países Bajos habrás podido notar que la raza nórdica es por naturaleza menos dada a la generación de ventosidades, algo que yo considero una desventaja, porque al fin y al cabo, uno de los grandes placeres de la vida es tirarte un peo antes de que se cierren las puertas del ascensor y salir corriendo …

  3. joasjoas, cuando demuestres algun tipo de interes por las mujeres te hare participe de mis ligues, incluso te puedo dar mil y un trucos para ligar con las tias mas imposibles,si quieres algun tipo de informacion solo tienes que preguntar, estare encantado de explicarte que es y como funciona una mujer
    yeah, he dicho 😉

  4. bleuge, sabía que ibas a hacer unos comentarios agradables. Tú no te preocupes, que todos nosotros seguimos rezando por tí.