El árbol de la vida


Hojas en el árbol

Los años nos van curtiendo de muchas formas. Algunos se aíslan, otros entran en franca decadencia, unos se olvidan de su pasado y se empeñan en repetir los mismos errores una y otra vez y así podríamos seguir hasta el infinito. Como ser vagamente consciente que soy, me gusta mirar la traza que voy dejando y reflexionar sobre ella. En Holanda lo hago tumbado en mi cama, bien abrigado y disfrutando de la oscuridad que tenemos en invierno. En Canarias aprovecho los intervalos playeros, esas horas en las que estoy solo con el sol, el mar y la arena, en comunión con los elementos y en un estado de paz absoluta.

Imagino que todos tenemos preocupaciones distintas. Habrá gente que elucubre como llegar a fin de mes pagándolo todo, como mejorar laboralmente, como salir del pozo en el que estás metido o como encontrar la felicidad que parece estar esquivándote. Yo no tengo ninguno de esos problemas. Tengo un muy buen sueldo, un buen trabajo (que no me da miedo a perder), hago básicamente lo que quiero y soy feliz. Mi restringida visión me hace concentrarme en mí y aquello que me rodea, la gente con la que de una u otra forma interactuo.

Veo a todo aquel que de alguna forma entra en mi vida como una de las hojas del árbol que me representa. A lo largo de los años he conocido a miles de personas, algunas por un instante, otras por unas horas, o días y las menos durante meses o años. En las relaciones que no cuajan, esas hojas se desprenden y caen al suelo, quizás con un último instante hermoso regalándonos algún color bonito. Los amigos tienden a convertirse en hojas perennes, que sabemos que están ahí, realizando una labor muy importante para que el árbol siga saludable.

Siempre he creído que todos tenemos un grado determinado de sociabilidad con el que venimos equipados y que es muy difícil de cambiar a menos que te propongas alterar los cimientos sobre los que se construye tu personalidad. La gente sociable lo es por naturaleza y aquellos a los que se les negó de nacimiento, pasarán sus vidas sin saber lo que se pierden.

Yo pertenezco al grupo de los sociables, aquellos que no tienen miedo a conocer gente nueva todos los días y que abren ventanas por las que llega la luz de otras personas. Tengo muchos más amigos de los que debería y ese amplio grupo se renueva constantemente. No creo en la amistad de por vida y de cuando en cuando hago limpieza de las hojas que ya no tienen buen color y me deshago de ellas. Esto forma parte del ciclo de la vida, unos llegan y otros se van. Este año es uno de esos, un año de cambios, de renovación, de consolidación y todos aquellos que tratan conmigo tendrán que pasar la prueba. Para muchos no habrán diferencias significativas, ni siquiera se darán cuenta y otros tampoco lo notarán porque seré yo el que corte la corriente y deje morir esas relaciones que en realidad se mantienen gracias a mi esfuerzo.

?? más tarde ??

Comencé a escribir esto durante las vacaciones y en algún lugar del segundo párrafo me atasqué por no saber como expresar aquello que quería desarrollar. Estando tirado en el aeropuerto de Madrid-Barajas escuché una conversación entre un chica y un chico que también viajaban para Amsterdam. Casi literalmente fue algo así:

¿Los amigos? ?? ¡Bueno! Los llamas para quedar y te poden todo tipo de excusas y parece que para verlos te tienen que hacer un gran favor

Todo lo que escribí antes de escuchar a esa persona en realidad se puede condensar en ¿los amigos? ?? ¡Bueno! Y ahora que lo pienso, la distancia que me separa de los amigos que dejé en Canarias al emigrar ha ido incrementándose lentamente y ni las cuatro o cinco visitas anuales han logrado detener esta decadencia. Yo soy el que envía correos, el que hace llamadas y el que añade combustible continuamente para que la llama no se apague. Puede que hace cuatro o cinco años fuera necesario pero la cosa ha cambiado mucho, mi integración social en Holanda es completa, tengo un extenso círculo de amigos que sí se preocupan por mí, me llaman, quedamos, nos comunicamos y ahora veo que posiblemente el día que subí en aquel avión que me trajo se firmó la sentencia de desahucio.

Uno de mis propósitos para este año es soltar lastre de los círculos de confianza, quitar todas aquellas hojas que han dejado de producir energía y hacer hueco para que otras nuevas puedan crecer en su lugar. Nunca hay una forma suave de hacer estas cosas y si hay algo que no hace falta que me digan es que yo no tengo mucha mano izquierda. Para cuando acabe este 2009 creo que la lista de conocidos habrá engordado sensiblemente y la de amigos canarios se habrá reducido de manera considerable. Hace unos años me habría sentido muy decepcionado, me habría culpado a mí mismo y habría incrementado mi esfuerzo para enderezar esas relaciones fallidas. Hoy ya no es así. Nuestros caminos van por senderos distintos y no llegarán al mismo destino.

La foto la hice en Lage Vuursche, paseando una tarde de sábado por el bosque. Esta es la cuarta de una serie de reflexiones que comenzó en El camino y acaba en Eligiendo el camino


12 respuestas a “El árbol de la vida”

  1. Me ha gustado el post, el símil de las hojas y el árbol, también, lo que pasa es que las hojas, no tienen sentimientos… Eso no me cuadra mucho…
    Salud

  2. Yo estoy en la época esa que dices que pasaste hace unos años pero tras mandar tres emails les recordé que tenía blog y sólo contesto emails que me mandan. Aunque alguna vez aprovecho alguna chorrada que mandan para entablar conversación. Estoy deseando que llegue el momento de asentarme para mandarles a la mierda yo también.

  3. Una de las cosas más extrañas es que yo siempre creí que tenía buenos amigos y al emigrar y empezar a tratar con la gente holandesa y con otros emigrantes descubrí lo equivocado que estaba. Ahora sí que tengo unos amigos increíbles. Fue como descubrir todo un cúmulo de niveles secretos en el juego de la vida, unos que a menos que hagas un esfuerzo jamás podrás encontrar.

  4. Esta entrada es agridulce. La amistad es dar y recibir. Se ha de cuidar como una planta, regarla. En ocasiones nos olvidan; en otras nos olvidamos. Unas las necesitas a diario, otras tienen otro tipo de raíces y aunque no las riegues cada día siguen robustas y fuertes como el primer día. En cuanto a algunos emigrantes que están en una situación similar, hay puntos comunes que unen más que una nacionalidad. Algún día me planteaba regresar a España, dónde estaba mi casa y sinceramente, no creo que me gustase, sufriría un proceso de adaptación a la inversa.

    Lo maravilloso es que siempre haya nuevas oportunidades. Viva la socialización!

  5. Ale, por eso empiezo a cortar lazos. Ya me he cansado de dar sin recibir nada a cambio. Yo ya he dejado de plantearme lo de volver a España. Estoy más por obtener el pasaporte holandés para dejar bien claro a todos cuál es el país que llevo en mi corazón.

  6. Sulaco, yo no creo que los amigos canarios fuesen hojas más marrones. Pienso que la distancia es un hacha impasible que acaba con las relaciones.

    Yo nací en Lanzarote y estuve allí hasta los 18 cuando me mudé a Tenerife para estudiar. Las cosas que tenía en común con la gente de allí se iba reduciendo paulatinamente según pasaba el tiempo. Cada vez, los temas de conversación se iban reduciendo hasta que sólo quedaba el de «te acuerdas cuándo…?»

    Pienso que es algo inevitable. Para cultivar la amistad es necesario estar cerca. Es necesario convivir, correr aventuras, pasar problemas, pero juntos.

    Eso es por lo menos, la lección que yo he aprendido.

  7. Iván, ya lo comenté más arriba. La más mediocre de mis amistades holandesas está a dos galaxias de distancia de cualquiera de mis mejores amigos en españa, incluyendo los tiempos en los que yo vivía allí. La cultura de la amistad española es muy insatisfactoria para mí comparada con la de la gente nórdica. Son duros para entrarles pero una vez pasas las barreras, te lo devuelven todo multiplicado por diez. Y tengo amigos alemanes a los que veo una vez cada dos años y conozco desde 1998 y seguimos siendo super-amigos, así que la distancia no importa. Y lo mismo sucede con mi amigo Sergio en Málaga. Lo veo una vez al año y no por eso deja de ser uno de mis mejores amigos. Curiosamente, tiene sangre francesa, así que de nuevo se ve la influencia externa …

  8. Si no es mucho preguntar, ¿a qué llamas «la cultura de la amistad española? ¿En qué nos diferenciamos tanto con los de ahí?

  9. Contra eso ya no te puedo decir nada. Si consigues que unas amistades estén vivas a través del tiempo y la distancia y otras no…
    Yo también debo decir que uno de los pocos que sigue al pie del cañón es un amigo con sangre alemana 😉

  10. Jc, en España se regala muy fácilmente la calificación de «amigo» a gente que en realidad no lo son, no hay una distinción muy clara entre «amigos» y «conocidos». Es una de las palabras más maltratadas en nuestro idioma. El mismo RAE, en su primera acepción de la palabra amigo, dice: Que tiene amistad como tratamiento afectuoso, aunque no haya verdadera amistad.

  11. Bonito post.

    Es cierto, los amigos o pseudo-amigos van y vienen. Con el paso del tiempo te vas dando cuenta de quienes siguen allí, sin importar lo lejos que puedas estar, o qué amistades se mantienen porque tú haces que se mantengan. El vivir a mil km de mi sitio de origen me ha enseñado muchas cosas y muy pequeña. Los amigos siguen ahí si de verdad les interesas, aunque estés lejos, y otros siemplmente se aprovechan de ti. Pero eso es mutúo. En numerosas ocasiones, he mantenido la llama de la pseudoamistad con gente de aquí porque me estaba labrando amistad con otros. Un puente. Jode, eso sí, porque ves que si no llamas, no te llaman, pero si ellos te usan, también puedes usarlos tú. Y en cuanto ya no los necesitas, simplemente no respondes las llamadas y no llamas tú. Para qué andarse con chiquitas. Además, así prueban su propia medicina.

    Y sí, en España se regala el calificativo amigo muy alegremente. Para considerar una persona amiga, hay que pasar muchas batallas, tanto buenas como malas.

  12. Totalmente de acuerdo con la descripción de «la cultura de la amistad española» El otro día una española se quejaba que tras dos semanas de haber llegado a NYC había presentado a su compañera de piso a varios amigos que había conocido allí mientras que la otra a ninguno. Ya veremos si ahora que se ha vuelto a España conserva esas amistades, aunque para la gente que viaja no le es tan complicado.