El fin de semana


El fin de semana pasado mi jardín decidió abusar de mi bondad casi infinita. El viernes había quedado para visitar al Rubio y de paso llevar a su casa todo tipo de productos en los que el azúcar forma parte fundamental para que tuviesen cosillas ricas que comer. Ese día, la Unidad Pequeña número 1 tenía más tarde una fiesta de cumpleaños y como siempre, aluciné con los regalos de cumpleaños que se hacen en Holanda y que son cosas muy sencillas, normalmente hechas a mano por la persona que te las da y muy poco dinero. La madre me explicó que la chiquilla hace el regalo de sus fondos y por eso, entregaba algo personal y cinco leuros. La Unidad Pequeña número 2 iba al fútbol con el resto de chavales de su equipo y yo era la excusa perfecta para el Rubio, ya que gracias a mí no tuvo que acompañar al equipo y fue otro padre. La más pequeña, que además era la que esa semana celebraba su cumpleaños, se quedaba en la casa y la selección de cosillas que llevé se basaba en sus gustos.

Unidad Pequeña número 3 y el Elegido

En un momento determinado el Rubio nos hizo una foto, no una de esas selfies sino una foto tomada por una tercera persona que no aparece en la misma. Fue después de encochinarnos. Por supuesto los teléfonos de la manzana mordida están muy frustrados conmigo y cuando me ven, se desenfocan a propósito en venganza por mi traición. Tras la cena vino la tertulia, regada con cervezas de trigo alemana, en primer lugar y de una triple belga que estaba muy rica pero que era como un misil directo a la línea de flotación por el porcentaje de alcohol. Sobre las once de la noche usé el comodín del transporte y me marché a mi casa y el sábado, tras el mega desayuno y el pajareo, me acerqué al jardín, el cual me esperaba con ganas. Comencé podando la catalpa y dejándola como un palo clavado en el jardín. A partir de ahí, dentro de un mes y medio o así, ella se lanzará a crecer y al final del verano será una bola enorme de unos dos metros y medio de diámetro y con unas hojas del tamaño de folios. Después corté el césped por primera vez y una vez lo hice, lo volví a cortar reduciendo el tamaño al mínimo. La segunda tanda la hice contra mi voluntad y solo porque mi vecino me obligó, ya que según él, la escarificación del césped es más fácil cuando es pequeño. A esas alturas mi contenedor de residuos verdes estaba petado y tuve que tomar prestado el de mi vecino para llenárselo. Estuve como hora y media con un escarificador de púas, tarea que airea la tierra y quita el musgo que se forma al nivel de las raíces, o eso dicen. Tras acabar, medio muerto, seguí con otra máquina aún más jodida que hace unos agujeros enormes en el césped para meter aire más adentro. Esa fase es la de aireación, ya que el césped parece ser que quiere y demanda aire en sus más bajos fondos. Con dos contenedores petados de residuos, lo siguiente que hice fue ir en bicicleta a una de las tiendas gigantescas con productos de jardín y comprar un abono especial que le da comida para cuatro meses al césped y además mata el musgo que no murió en los procesos anteriores. Volví a casa con un saco en la parte de atrás de mi bicicleta y me pregunté cuántos de mis amigotes españoles serían capaces de hacer algo así, renunciar al coche que tienen pegado al culo y hacerlo todo en bici. Después cené temprano, me piré al cine y al volver a casa hice la compra, aunque solo necesitaba un par de cosas.

El domingo tras el mega desayuno y un par de boberías fui a Amsterdam para mirar un par de cosillas en tiendas e ir al cine. El primer objetivo fue un fracaso, o un éxito ya que ahora sé que no tienen lo que necesito. El segundo era una triple sesión en la misma sala, con veinte minutos entre películas. La primera de esas películas, en la filmoteca, resultó una experiencia traumática que no veas, una de esas cosas que no olvidas ni después de caminar hacia la luz al final del túnel. La segunda, también marginal, fue algo mejor pero entre ambos me dejaron con tal mal yuyu que decidí ahorrarme la tercera, que trataba de un danés que se va a suiza para que le den una buena ración de eutanasia, porque ya estaba en un nivel que si veía eso iba a acabar siendo yo el que viajara a la clínica más cercana. Después, mirando en IMDb descubrí que ninguna de esas dos películas se ha estrenado en cines de ningún país del universo así que me siento como una cobaya a la que han sometido a unas pruebas para observar su reacción.

Esta semana será corta ya que más o menos a la mitad me piro a Gran Canaria para entrenarme bajo el sol canario y prepararme para las tres semanas en las Filipinas. También aprovecharé para coger fondo y caminar varias horas al día.


3 respuestas a “El fin de semana”

  1. ¡Que guapos los niños de la foto!… jajaja 🙂
    Imagínate que a mi me da pereza ir con el coche a buscar el abono…
    Jamás de los jamases iría con una bici, aparte de no tener una… 🙂
    Salud

  2. Cuando estabas viendo esas pelis seguro que te grabaron con cámara oculta para exponerte en alguna tesis de fin de carrera titulada «reacciones del único pringao que se atrevió a ver estas mierdas proyectadas sin coacción previa».
    jijiji

  3. Éramos varios y todos tuvimos la misma idea porque en la segunda película hasta estabamos sentados en los mismos sitios. No sé si alguno de los otros se quedó allí. Yo me piré a mi casa, me abrí una lata de fabada asturiana y me encochiné. Todavía me estoy tirando peos en el trabajo …