El Museo de Historia Natural, el edificio Dakota y la vuelta a los Países Bajos


Este es el último capítulo del relato de un viaje que comenzó en Saltando un océano en seis horas y media.

Nuestro último día en Nueva York comenzó temprano para mí. Me acerqué a la oficina de correos que hay junto a la Grand Central Station y allí compré una caja para mandarme a mí mismo algunas cosillas, ya sabéis, eso que pretendes hacer pasar por viejo y no importado y que si te encuentran con caja, manuales y demás no cuela. Los precios del paquete me parecieron de risa y según el hombre, como pagué lo más barato tardaría en llegar al menos una semana.

Después, volví al aparthotel y acompañado de mis padres y una cantidad masiva de equipaje, bajamos a la recepción para entregar las llaves. Les dejamos nuestras maletas para que las cuidaran y mimaran durante el día y nosotros teníamos aún todo el día para continuar el paseo por la ciudad. Los lunes la mayor parte de los museos están cerrados y eso complicó un poco las cosas, pero al final logré sacar adelante un buen plan. Primero desayunamos en el que se había convertido en nuestro sitio favorito, un lugar en el que las cantidades masivas de comida y los litros de café chirrioso que te ponen te dejan inflado como un globo y desde allí cogimos el metro para subir hasta la 79 y visitar el American Museum of Natural History, el cual por el nombre igual no os dice nada pero si os recuerdo la película Night at the Museum – Noche en el museo puede que os suene el lugar, ya que allí fue donde se rodó. El edificio es impresionante y el museo inmenso. Estuvimos horas recorriendo las distintas alas, impregnándonos de un poco de conocimiento de ese que sirve para las conversaciones con los amigotes y maravillándonos con las cosas que hay allí dentro.

Al salir bajamos andando por Central Park hasta la 72 en donde nos paramos un momento a admirar el Edificio Dakota, lugar en cuya puerta fue asesinado John Lennon y en donde aún vive su esposa. Parece increíble que ya hayan pasado veintiocho años desde que lo mataron. Cruzamo a los Strawberry Fields y nos sentamos allí a escuchar los pájaros y a la gente que coreaba canciones de Lennon. Después volvimos al metro, que está justo en la esquina del Edificio Dakota y desde allí bajamos a Times Square para comprar unos cuantos souvenirs y ver el lugar por última vez.

Casi a las cinco de la tarde volvimos al hotel, recogimos nuestras maletas y llegó el transporte que habíamos reservado. El hombre, un mexicano saladísimo, nos llevó hasta el aeropuerto JFK en plan folclórico, saliendo y entrando de la autopista todo el tiempo y tomando atajos que salvaban atascos variopintos. En la radio escuchábamos una de las emisoras latinas de Nueva York, en la que los comentaristas habituales se peleaban entre ellos tratando de dilucidar si el candidato demócrata debía ser una mujer o un negro. Por alguna razón los latinos parecían preferirla a ella. Ese día se habían sabido los resultados de Puerto Rico en donde la Clinton había arrasado pero su sino ya parecía decidido y le tocaba perder.

En el aeropuerto facturamos y procedimos al tedioso y humillante paso de los controles de seguridad. Mientras que en Europa aún son aceptablemente molestos, en Estados Unidos dan ganas de no volar, con tanta gilipollez sobre quitarse los zapatos y mil boberías más. Además, lo has de hacer todo sonriendo y sin quejarte o no veas lo que te puede pasar si te dan el tratamiento V.I.P.

Una vez dentro, buscamos la zona de comidas, nos compramos algo para matar el hambre y después nos sentamos en la sala de espera. Faltaba hora y media para marcharnos. Allí ya estábamos todos, un montón de holandeses que parecían tener en común el llevar ropa de marca. Todo el mundo vestía de Lacoste, Tommy Hilfiger, Ralph Lauren y similares. Aquello era un festival de la moda y nos recuerda una de las razones por las que los Estados Unidos se han convertido en uno de los destinos favoritos para los europeos. Al rato avisaron por megafonía pidiendo voluntarios para quedarse en tierra y viajar con otro vuelo ya que había sobrevendido el nuestro. Si no llego a estar con mis padres me apunto y agarro la pasta gansa que daban pero tuve que dejar pasar la oportunidad.

Embarcamos y después de tomarme las píldoras para dormir, me quedé transpuesto antes del despegue y ni me desperté para la cena. En la madrugada abrí los ojos y aproveché para ir al baño y descargar algo del aire a presión que acumulaba. Paseé por el avión, me bebí un par de vasos de agua y volví a dormirme hasta la hora del desayuno.

Al llegar al aeropuerto de Schiphol el cambio de hora y el cansancio de tantas horas en un asiento de avión pasaban factura. Pasamos el control de equipaje y en la sala de recogida de equipajes todos controlábamos lo mismo, la policía aduanera. Hay tres puertas por las que se puede salir y los diez policías se habían puesto en una de ellas dejando las otras dos desprotegidas. Por megafonía recordaban a los pasajeros que teníamos que salir por la puerta en la que estaban ellos pero las otras dos, además de no tener polis, estaban abiertas, así que cada pasajero que recogía su equipaje se echaba a correr y salía por ellas. Nosotros esperamos rezando y rezando por nuestras maletas y cuando llegaron hicimos lo mismo, salimos por patas con todo el cargamento que traíamos. Así, a toda prisa y corriendo, terminó nuestro viaje a Nueva York, ciudad que pienso visitar en alguna otra ocasión porque no te cansas nunca de ella.

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3 respuestas a “El Museo de Historia Natural, el edificio Dakota y la vuelta a los Países Bajos”

  1. En una ocasión, fuí conduciendo desde Toronto hasta NY, y lo que mas me gustó fué el camino.No me gustan las grandes ciudades, y de ellas, quizá la que menos NY. Colores para gustos, claro.Salud

  2. El tema de la seguridad en USA es lo que me hace elegir otros destinos antes de volver a pasar la humillacion constante cada vez que entras o sales del pais/museo/biblioteca…etc.
    A nosotros tambien nos ofrecieron pasta por coger otro vuelo pero al ser a la ida no interesaba porque podiamos perder la reserva del alojamiento.
    En cuanto aL museo de Historia Natural prefiero el de Londres (aprovecho esto para recordarte que nos queda ese tour fotografico; bueno, ese y muchos mas espero) un saludo.

  3. M, terminas por acostumbrarte al ritual de desnudarte y vestirte, quitarte y ponerte los zapatos y demás. Es algo estúpido, porque los terroristas golpearán de nuevo pese a todo esto.

    Lo de Londres está ahí, flotando. En septiembre/octubre me compro la cámara nueva. Estoy esperando por Canon para ver si compro la EOS 5D Mark II o la 1Ds Mark III. En cualquiera de los casos, es un dineral de pasta que no heredarán mis sobrinas y que derrocharé con gusto. Cuando tenga la cámara, por supuesto que querré ir a Londres. Quizás una buena época sea cerca de las navidades.