El último día


Si no lo digo reviento así que Me cago en los Mayas y en la puta que los parió a todos. Por su culpa, por su culpa y por su grandísima culpa me he tenido que mamar un montón de tostones en el cine en los que trataban del fin del universo conocido. Al menos esto ha servido para demostrar que da igual el tipo de comemielda que lo diga, los dioses no existen y los que pretenden repetir su voluntad y comunicárnosla son todos unos farsantes y seguramente tienen madres que cobran por trincar.

Ahora que me he quedado tan a gustito, recupero la línea habitual y ayer, como todos los jueves, fui a clase de patinar. Llovia y llovía y hasta los putos peces en el río estaban agobiados así que opté por no ir en bicicleta y llegar ensopado. En su lugar, fui en guagua, lo cual requiere un cambio de línea en la estación de Utrecht Centraal y usar tanto la línea 8 como la 6 al completo y en el caso de esta segunda, me subí en la primera parada y me bajé en el destino. Cuando estaba haciendo el trasbordo, la única neurona operativa que me queda lanzó la alarma, se me había olvidado el gorro, pieza obligatoria ya que si te caes, amortigua el golpe y evita que llenes con aún más sangre el hielo. Avisé al Rubio que todavía estaba en su casa y él me pilló uno de los suyos. Llegué a la pista con quince minutos de adelanto y mientras iba en la guagua aproveché para solucionar estos contratiempos de una vez por todas: me he creado una lista en mi Wunderlist y ahora cada vez que tenga clases de patinaje seguiré el protocolo y cogeré las cosas que están en la lista, igual que hago cuando viajo y no olvido nada. El Rubio llegó temprano y nada más ponerse los patines se le antojó ir a mear y tuvo que ir con ellos puestos, algo que espero no tener que hacer en mi vida. Entré en el hielo de los primeros, di dos vueltas y el sol salió en la noche cerrada, se abrieron los cielos, sonaron los clarines y allí estaba mi profesora, bellísima y serenísima como siempre. Me comentó que la caída que tuvo fue en las escaleras de su casa y que ya estaba bien. Después nos dimos una vuelta juntos mientras esperábamos al resto de las chochas. Era un día muy especial ya que acababa nuestro curso, al menos la primera parte ya que yo me he reenganchado para seguir en enero. Mientras daba vueltas de calentamiento un pensamiento me noqueó. Cuando empecé las clases, hace tres meses, patinaba pero mi estilo era inexistente y más bien patético. Podía hacer kilómetros y moverme con velocidad pero todo era de una manera bárbara. Ahora, recorriendo la pista, agachado, impulsándome usando la fuerza del patín, controlando el equilibrio, buscando la posición óptima y dando unas patinadas (o el que quiera que sea el equivalente de zancada en ese deporte) espléndidas, resulto un deportista elegante, avanzo por la pista con gracia, esquivo obstáculos sin que se me cambe la peluca y estoy preparadísimo para representar a la República Platanera del Noroeste de África una vez declare la independencia.

Mi profesora se vino conmigo y también me comentó la enorme diferencia entre esos dos momentos en el tiempo, como llegué a ella como un objeto inestable y torpe y ahora da gusto mirarme mientras vuelo sobre el hielo. La lección fue de repaso de todo lo aprendido. Sin darme cuenta, he solucionado de forma natural mis últimos problemas de equilibrio llevando una mano a la espalda, en una posición pensativa e intelectualmente avanzada que igual hasta me sirve para ir al cine de los intelectuales con las GafaPasta. No sé como empecé a poner la mano a la espalda pero resultó lo correcto y parece que ha incrementado mi equilibrio. Mis zancadas son largas y avanzo muy rápido así que las tres vueltas que dan mis compañeras se convierten en cuatro en mi caso. Al Rubio le tocó una profesora que estaba casi tan buena como la mía, así que no estuvo viniendo a babear a mi grupo como hace otros días. Pusimos nuestros vastos conocimientos en práctica haciendo el trenecito, que es cuando uno va en cabeza patinando y los demás lo siguen imitando los movimientos, con lo que todos patinan usando la misma pierna a la misma vez yendo a la misma velocidad y crean un efecto que te emociona hasta las lágrimas. Por desgracia mis compañeras son más lentas que las guaguas de la línea 20 en las Palmas y tuve que frenarme todo el tiempo hasta que me tocó el turno de ser el líder, momento en el que la profe se puso a mi lado y obligamos a todas esas gandulas con culos como panderos a mover el esqueleto con velocidad.

Lo único relativamente nuevo que practicamos fue el cruzar piernas. No se trata del mismo cruce de piernas que practica una princesa de España para que no se le vea el potorro ni del que siempre hace la Hilton cuando se le ve el susodicho sino de dar las curvas sin perder velocidad y cruzando las piernas, dando unos pasitos. Es lo más complicado y la pesadilla de muchos, incluyendo a mi amigo el Rubio que lo lleva practicando estos tres meses y todavía tiene problemas. Para el primer ejercicio íbamos en pareja así que escogí a la chama con el culo más grande. Como ella ha de aguantar tu peso cuando tú lo estás haciendo, prefiero que sea una con un centro de gravedad potente y bajo para evitar problemas. Sin tener demasiado estilo, no me pareció algo difícil. A ella sin embargo le costó un montón, aunque con ese culo tampoco me extraña.

Más tarde lo hice sin ayuda y parece que una vez me expliquen las nociones básicas, voy a ser el puto amo del patinaje de velocidad sobre hielo. A mi deliciosa profesora le confirmé que ya me apunté para el curso que empieza en enero y que acaba en marzo y también he obligado al Rubio a hacerlo, que él se queja un montón pero se lo pasa tan bien como yo. Tras la clase y las despedidas navideñas nos quedamos patinando media hora y después nos fuimos a tomar una cerveza. La del bar nos quería dar vasos de plástico y le exigimos que nos los diera de cristal, que nos los merecemos por ser intelectuales avanzados. Tras la birrilla, el Rubio me alcanzó a mi casa con su coche y nos despedimos ya que la próxima vez que nos veamos, será para mi cumpleaños. Y así, con este final tan feliz, acabó el curso de otoño de patinaje de velocidad sobre hielo. Me pregunto en qué nivel me pondrán en enero y quién será mi profesor para continuar mi aprendizaje ?? 


2 respuestas a “El último día”

  1. Ya te digo con los putos mayas. Vaya plasta con esto del fin del mundo hemos tenido los últimos cuatro años. Ahora sí, siempre habrá quien se haya forrado a costa de la superstición ajena. A fin de cuentas es lo que hacen las religiones, explotar los miedos ajenos.

    Estoy deseando votarte para que nos representes como patinador de velocidad sobre hielo 🙂

  2. El mundo no se acabó…¡Qué pena!… Hubiera estado bien, que toda esta porquería hubiera pasado a mejor vida. La que casi sí que se acaba soy yo; me pasé el día 25 en urgencias. Menos mal que al final no fue nada; pero hubo momentos en los que llegué a pensar que los Mayas se referían a mí, y no al resto de los mortales. Jajaja…

    Ya tengo una cierta impaciencia por ver qué profesor-a te toca la próxima vez. Como no sea tan maravillosa como ésta, ya me estoy imaginando, y partiéndome de la risa, con lo que escribirás de ella o de él.