Elegy


Si hay algo raro y que definitivamente no vemos todos los días en las carteleras de cine es encontrarnos con una película dirigida por una española, interpretada por otra española y producida en Estados Unidos sin un solo duro español ni esos veintisiete organismos públicos y cadenas televisivas que hacen obras de caridad habitualmente para que algún amigote, primo, sobrino y demás familia pueda hacer su película sobre la guerra civil o empanadas mentales similares. Por supuesto todo no puede ser tan maravilloso y la película ha llegado a Holanda dentro del circuito de filmotecas, esos lugares en los que aún se puede ver cine sin estar acompañados de gilipollas con teléfonos móviles encendidos, maleducados y demás escoria apta para primera línea en cualquier campo de batalla. La película se llama Elegy y ese mismo título recibió cuando se estrenó en España hace ya varios meses.

Una julay pelandusca se pasa por el chichi al profe

Una estudiante universitaria se embarca en una relación con uno de sus profesores y en el camino caerán todo tipo de prejuicios que ambos arrastran consigo.

Yo sé que soy un inculto y un animal de cuidado pero cada vez que decían el nombre de la protagonista me reía por lo bajini porque a mí lo de Consuela me suena a consolador grande y gordo de plástico en colores vivos. He tenido que buscar en la red para confirmar que ese nombre existe y al parecer es cierto. Lo otro que me llamó la atención fuera de la historia es el famoso efecto Peggy Sue se casó y que hace que uno no se pueda creer que Penelope Cruz sea joven estudiante universitaria porque ya no da el pego como chavala con la almeja en la flor de la vida. Quitando estos dos pequeños detalles y si no tenemos en cuenta que se enrolló con un tío con una cara de viejo verde que no puede con ella, la película es fantástica. Tenemos dos puntos de vista diferentes sobre el amor. El del hombre maduro que cae enamorado como un adolescente, con sus celos y demás y que tiene miedo que se sepa lo suyo por alguna extraña razón y la visión de la joven que parece mucho más madura y que no tiene ningún problema por la diferencia de edad entre ambos pero que se siente frustrada por el hecho de que el hombre no se lance a tumba abierta y trate de ocultar lo suyo. Entre medias tenemos un par de tramas secundarias que le dan algo de vidilla al asunto y muchísimos diálogos, entre ellos, de él con sus amigos, de otra gente, conversaciones interesantísimas que van desmembrando temas relacionados con el amor y con los mil millones de formas de verlo.

La cámara no parece tomar partido por ninguno de los dos, se mantiene expectante y ese distanciamiento ayuda bastante a la historia aunque nos priva del placer de echarnos una buena llorada.

Una historia densa y hermosa a la que definitivamente no debes llevar a los amigos que escriben en lenguaje esemese porque los conceptos que allí se exponen son demasiado complejos para esa subespecie nacida a partir de un teclado numérico.
8artuditos