En Amed


El relato comenzó en Desde Utrecht a Kuala Lumpur pasando por Abu Dhabi

Mi segundo día en Amed transcurrió plácidamente en la piscina. Las holandesas con las que había cenado el día anterior se iban y yo me quedaba a cargo de la piscina del complejo y de todos los empleados, pendientes del menor de mis deseos. Por la mañana, antes de que se fueran, me acerqué con una de ellas a un mirador (o más bien una loma) cerca del hotel con una bonita vista e hice unas cuantas fotos, aunque el lugar era perfecto para una puesta de sol. Ese día estuve como un pollo en un asadero de los susodichos, dando vueltas al calor y remojándome en la piscina. A última hora de la tarde fui a cenar al mismo sitio que el día anterior.

Al día siguiente había organizado una pequeña escapada para ir a ver el Palacio de Tirta Gangga, uno bastante reciente ya que lo mandó construir el Rajá de Amlapura en 1948 y ya ha sido reconstruido después de que la erupción de 1963 lo dañara. Lo que se visita son los jardines del palacio, con una sucesión de piscinas y estanques ornamentales llenos de figuras. Para llegar al lugar tenía tres opciones: alquilar una motocicleta y buscarme la vida, ir de paquete en una motocicleta o contratar un conductor. Elegí la segunda opción y me llevó uno de los chicos que trabaja en el hotel. Ahora que lo pienso, en todos mis viajes en Asia he acabado yendo de paquete en una motocicleta, algo que jamás he hecho en Europa (que yo recuerde). El viaje duró unos treinta minutos con unas vistas increíbles, pasando junto a campos de arroz, vacas, gente trabajando la tierra y otros que no se sabe muy bien que hacen pero que están a la vera de la carretera. En Tirta Gangga estuve cerca de dos horas haciendo fotos y al salir visitamos los campos de arroz de los alrededores, aunque a estas alturas a mí un campo de arroz no me inmuta.

Regresamos por otra carretera y paramos en un cajero automático para reponer efectivo, ya que en Bali el concepto de pagar con tarjeta de crédito parece sacado de otro universo. Por la parte noreste de la isla la gente parece conducir mucho mejor o quizás sea que las carreteras tienen tantas curvas que no hay posibilidad para hacer ninguna burrada.

Al regresar retomé mi lugar en la piscina y esa tarde estuve haciendo fotos desde el mirador cuando se puso el sol. Por la noche, cenando en el Corner Warung su dueño estuvo hablando conmigo un rato largo y contándome su historia. El hombre había añadido recientemente su restaurante en Tripadvisor pero no sabía si la cosa funcionaba así que le mostré que ya su local es el segundo de la zona y tiene muy buenas críticas. Su mujer es muy buena cocinera y no creo que tenga que preocuparse de nada. Tienen una hija pequeña adorable que ayuda a los padres llevando el menú a los clientes y soltando unas parrafadas enormes que no entendemos pero que hacen gracia.

Al día siguiente salía para Gili Trawangan y allí mi camino se volvía a cruzar con el de los holandeses.

El relato continúa en Desde Amed a Gili Trawangan

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