Encuentros paranormales


Y seguimos vaciando el baúl de los recuerdos y encontrando cosillas que merece la pena recordar. La historia que leeréis a continuación sucedió hace unos años y está protagonizada por mis vecinos chinos. La china y su hija llegaron al edificio en Septiembre del 2003. Han aparecido regularmente por estas páginas desde entonces y como doctorado en ellas, podría escribir un diario solo contando cosas de esas dos. Una de las teorías que explica su presencia en este país es que la china es puta y traficante de emigrantes y su hija de once años es la que se encarga de cobrar a los clientes.

Salí de mi casa para ir al supermercado a comprar leche con la que producir esas gloriosas magdalenas que me están volviendo mundialmente famoso. Recién llegado de España, tengo la nevera llena de viandas nacionales pero me falta el vital elemento que ayuda a producir esa catarsis mágica que culmina en mis «magdalenas del carajo«. En la puerta de mi casa tengo una plantación de envases vacíos de Coca-Cola de litro y medio. La razón es sencilla: en estos países hay que pagar una fianza de 25 céntimos por el envase, y los acumulo y los devuelvo en grupo por comodidad. Cojo 4 de los envases y comienzo a bajar la escalera. En eso que escucho un golpe fuerte en la puerta de mi vecina (la cual supuestamente está en China de vacaciones) y noto que alguien trata de abrir la puerta. Sigo avanzando como si conmigo no fuera la cosa, y cuando he pasado ese tramo de las escaleras se abre finalmente la puerta y aparece el chino kudeiro más feo que he visto en mi vida. No pude fijarme mucho porque lo miré de refilón, pero lo que vi no me gustó nada. Me lanzo escaleras abajo y noto los pasos del hombre siguiéndome. Me apresuro para evitar coincidir en la puerta, coloco las botellas de plástico en las cartucheras de mi bicicleta, abro la puerta, y cuando estoy saliendo alguien me empieza a gritar desde arriba:

Yoni toso guá, arimatasaná jodéé‘ me giro espantado hacia la fuente de los gritos y veo una china gritándome y apunto de llorar. [Nota del autor: desgraciados, no me ofendáis y volved a leer la frase con voz de pito, entonación melodramática,y bien alto, que se os oiga clarito].

Yoni toso guá‘, ‘Yoni arimatasanááá‘ aquella seguía gritándome desde la entrada a la terraza del apartamento del primer piso. Yo la miraba espantado, sujetando mi bicicleta y sin saber como reaccionar. En eso que la mujer se dio cuenta de quien era y conmutó lentamente al idioma inglés [que vosotros leeréis en español]: ‘Hola, tu debes ser el español del segundo piso. Soy la amiga de tu vecina. Es que llevo una hora tocando el timbre y nadie me abre y ??‘ en ese momento asomó el hocico el chino que me seguía y se estalló la bomba en Havenstraat. A la china se le torció la cara y comenzó a gritar de nuevo: ‘Yoni toso guá, yoni arimatasanáá, jodeeeellll’. Aquella movía las manos y le gritaba al otro que asistía estoicamente a la confrontación.

Quiero dedicar unas líneas a la descripción metafísica del individuo porque ahora que lo tenía a tiro pude observarlo bien a gusto. El chino era bien negro (o morado). Gracias a mi cultura internacional y a mis tratos con mi amigo de la región sé de muy buena tinta que en ese país la pureza de la sangre se mide por lo pálido que eres y este hijoputa era más impuro que Yola Berrocal en un coro de vírgenes. Gracias a Dios en Europa no nos medimos con ese estándar, porque Yo que acabo de volver de España más negro que un tizón debo ser también un sangre-sucia. El bastardo asiático iba vestido únicamente con lo que parecía unos gallumbos enterizos de manga larga, uno de esos calzoncillos que se ven en las películas del oeste y que cubren desde los puños hasta los tobillos. El super-calzoncillo inicialmente había sido blanco, pero tras años de uso, abuso y descuido por parte de su propietario, había adquirido un tono amarillento propio de quien no usa el ?Blanco Nuclear?? para combatir la suciedad en las prendas blancas. El detalle que me llamó la atención y por el que recordaré toda la vida este día fue porque a la altura del pubis la susodicha prenda tenía un roto del que salía algo que intuyo era medio huevo, o quizás uno completo, con sus pelillos y todo. Yo me quedé fascinado mirando aquel fulano enseñando el mondongo mientras la china continuaba tocando la banda sonora por encima nuestro con lo que intuyo eran terribles insultos al menda. Salí de mi estupor cuando la china nos lanzó el abrigo que llevaba y amenazó con tirarnos los zapatos. En ese momento decidí que mejor me ponía bajo techo y me fijé que el colega estaba descalzo y que tenía las uñas más negras que he visto en mi vida, gordas y retorcidas. Ese tío no se corta las uñas ni con un alicate. Vamos que debía ser malabarista porque se sube a un cable y no se cae con semejantes carámbanos en los pies.

La mujer había descendido las escaleras y arremetió contra el colega, pegándole golpes mientras continuaba con la cantinela [venga todos a coro:] ‘Yoni toso guá, yoni arimatasanáá, jodeeeellll‘. Ahora que estábamos cerca, comenzó a alternar la canción con explicaciones en inglés para mí, aunque seguía regalándole mandoblazos al que portaba el huevo al aire. De las explicaciones saqué en claro que se pensó que le había pasado algo al hombre porque no respondía cuando ella llamaba al timbre, y que se puso histérica porque no tenía otra llave y no podía entrar en la casa. El mazazo se lo di Yo cuando le dije que la razón de que no la oyese es bien sencilla: El timbre no funciona y nunca ha funcionado (al menos en los tres años que llevo viviendo allí), así que me sorprendería enormemente que el hombre bajase a abrir la puerta sin escuchar nada. Aclarado el lío, decidí poner pies en polvorosa antes de que se volviera a desmadrar la cosa.


3 respuestas a “Encuentros paranormales”

  1. ya te pedí magdalenas de esas hace casi ya 2 años, y te las vuelvo a pedir …
    indudablemente eres mal amigo, aqui uno se sacrifica para nada 😀 joasjoas

  2. Indudablemente lo soy. Tendrás que visitarme para probarlas. Consuélate pensando que no las hago desde que comenzó el verano.

  3. No os lo creeréis pero el hijoputa de Hanzel se sigue pasando por la página a dejar insultos. Me honra saber que después de tantos meses un hijoputa semejante sigue teniéndome tanta inquina y os invito a todos a que respiréis hondo y os caguéis en su puta madre. Te deja el cuerpo muy relajado.