Esperando la partida


En los últimos tres meses la han diñado tres ex-colegas que trabajaron en la oficina con nosotros durante muchos años y que se habían retirado o echaron en la última reorganización y estaban trabajando en otros lados. El efecto, al recibir estas noticias, es siempre el mismo. Recordamos anécdotas con los individuos y a unos se les ve más afectados que a otros.

Seguro que ya lo he comentado anteriormente porque este es un tema que como el jiñote, regresa de cuando en cuando. En los Países Bajos, a la muerte le sucede un periodo que casi siempre es de una semana y que finaliza en el entierro. No hay largas horas en un tanatorio o en la casa y es más bien un evento social organizado al que se acude con invitación, la cual te llega por correo.

Lo que me llamó la atención y me aterrorizó de la esquela del último de los muertos es que decía, literalmente, que estaba EN SU CASA y que se le podía visitar esta tarde de siete a ocho y el domingo de dos a cuatro de la tarde. Como lo de que estaba en su casa me sonaba mal, investigué por si volvía estar perdido en la traducción y alguien me confirmó que es super-hiper-mega-normal el llevarte el cadáver a casa y dejarlo allí toda la semana hasta que sea el entierro. La funeraria te da una especie de plancha de metal ondulada que se pone bajo el cadáver y que está conectada a un sistema de refrigeración y te lo mantiene fresquito, fresquito. Después, en las horas de visita que se han anunciado, la gente va por allí a echarle un vistazo y dar el pésame y de paso tomar un cafelito o quizás hasta dos. En mi cabezón no entra el concepto de hacer tu vida normal durante una semana con un cadáver metido en tu casa. Vamos, yo hago una barricada en la puerta de mi dormitorio y duermo con un balde por si tengo que mear por la noche porque (y digo esto en cuatro palabras) NI DE CO ÑA salgo de la habitación con un muerto campando por la casa. Además, por mucha plancha refrigerada que tenga, después de seis días el colega se tiene que desmejorar muy mucho.

Otra cosilla que me impresionó fue la frase final de la esquela, en la que literalmente dicen que Nos parece bien si traes «UNA» flor para el muerto. ¿Una? ¿sólo una? jolín, si le llevas flores que sea por lo menos una docena.

Con las flores, en navidades en la recepción de mi empresa ponen coronas como las funerarias, que aquí no parecen tener ese significado y lo ven más bien como un ornamento para las fiestas navideñas. Yo cuando aparece la corona, le doy mi más profundamente insondable pésame a la recepcionista y la mujer todos los años flipa en varios colores con mi gesto.


6 respuestas a “Esperando la partida”

  1. jajaja Pienso como tu, no es que les tenga miedo a los muertos, eso creo, pero si que me dan cierta «cosa», en fin que ellos en su mundo y yo en el mio, cada quien con sus tradiciones, a lo mejor en alguna parte se los comen, vete tu a saber.
    Me alegras mucho constatar que lo de «comequesos» es solo a nivel burocrático, pero aunque vivas ahí y tengas esa valiosa nacionalidad, sigues pensando en el español de las mas bonitas islas del orbe, Asia incluida, claro…jajaja 🙂
    Salud

  2. Exactamente lo que yo he pensado Genín, ese miedo a los muertos y esa forma de pensar es mú españó, hijo, está en nuestros genes.

  3. Muy español y muy del cine de terror, el cual yo sigo, que no veas lo mal que lo pasa la gente alrededor de cadáveres en algunas películas japonesas.

  4. Pero los orientales llevan lo de la muerte de otra manera que nosotros, con otra normalidad. Y te lo dice una que está enganchadísima a series coreanas, japonesas, chinas, etc.

  5. Lo dudo. Esa gente les tiene un pánico que no veas, como yo. Yo estoy saturado de series con zombies y de muertos en los audiolibros. Ayer acabé Whispers de Dean Koontz que trata del tema y hasta pasadas las navidades, insustancial y vulgar. Novelas bélicas y romances, que tanto muerto cansa.

  6. De acuerdo contigo, después de una semana, o la plancha refrigerante esa se ha convertido en un arcón congelador, y tienes al muerto hecho un cubito, o eso tiene que estar francamente poco visible. ¡En casa no!.