Este y otros mundos


El lunes, después de ir a ver por quinta vez Divergente – Divergent pedaleaba de regreso a casa por el Oudegracht bajo una luna llena gigantesca que había decidido colocarse junto al Domtoren. La escena era tan bonita que parecía sacada de un cuento de fantasía, con un cielo en el que no había ni una sola nube, una luz perfecta al atardecer y un canal que nos lleva hacia atrás al menos cien años. Mientras me tomaba mi tiempo divagaba sobre lo que hace que una cosa me guste más o menos. Por supuesto está relacionado con la película que acababa de volver a ver y que pese a las veces, me sigue fascinando y entreteniendo tanto como la primera vez. Hay algo en la distopía que nos presentan que me llama poderosamente la atención y aún no he descubierto el qué es. Observo atentamente las relaciones entre los protagonistas, las formas en las que se crean y modifican los flujos de poder, la sutil o explícita forma de manipulación y trato de relacionarlo con el mundo real, ese en el que vivimos.

En mi quinta vez, que no será la última ya que cuando esto aparezca yo estaré en la sexta, le dediqué mucha más atención al hermano de Tris, el cual, pese a no tener demasiado tiempo en pantalla, ganará algo de protagonismo en las siguientes partes de esta historia. Concluí que es un maestro de la manipulación, de la sutil, todo lo hace por una y solo una razón y desde la primera vez que aparece en pantalla está ahí. También observé que hay algo extremadamente raro en Kate Winslet, algo que no encajaba. Leyendo sobre la película me enteré que cuando comenzó a rodar su papel estaba embarazada de cuatro meses y el tripote le creció tanto que acabaron por presentarla siempre cargando cosas pegadas contra su vientre o solo enseñando la parte superior del cuerpo. Eso fue lo extraño. A todos los personajes los podemos ver de cuerpo entero, en el cine no se usa el formato televisivo de pegarte a la cara y poco más, se amplia la escena y se cubren los detalles, el entorno de los actores, la forma en la que se mueven por la pantalla. Con ella eso desaparece, es como si su parte fuera televisiva y el resto de la película cinematográfica. Por supuesto, yo había llegado a una conclusión errónea y pensaba que el director estaba obsesionado con ella desde su época de Titanic y quería meterla en un cochillo como hizo el Leonardo y empetársela desde la raíz hasta la punta, algo que nos ha pasado por la cabeza a todos y por descontado, acompañado de la música de la Celine, aquella infame canción que acabó produciéndome temblores convulsivos porque llegó a mi vida justo en la época en la que vivimos en el sur de Gran Canaria por año y medio, en la zona turística y todas las noches la escuchábamos desde el centro comercial al que van los turistas ingleses a fiestear y cogerse la tranca al menos cinco veces. Pensando de nuevo en los personajes de la película, Tris, nuestra heroína, es la más simple y lineal. Siempre la vemos venir de lejos y sabemos como va a actuar. Su ramalazo de abnegación le puede. En eso es completamente distinta a Four, que parece insinuar sutílmente que le quiere poner la pierna encima y que no levante cabeza y cuando la ayuda a subir al tren que los lleva al parque de atracciones ya ha claudicado y le ha entregado su corazón, algo que ella o no quiere ver o no acepta, pero que está ahí. En esta ocasión no hay ningún trío con amoríos. Tenemos una chama que nunca parece tener claro si quiere salchicha o salchichón para taponarle las goteras y un chamo que ve como los güevos se le están poniendo como sandías de tanto amor que quiere darle y que cuando consigue que ella duerma en su habitación, acaba en el suelo, algo que en una escena posterior comenta en una de las frases más épicas de la película y que al mismo tiempo revela más información sobre él.

Bueno, no voy a seguir desbarrando porque lo que hay que hacer es ir a verla. Al llegar a mi casa, tras el paseo, tras el desgaste neuronal y siempre acompañado por una luna gigantesca, la realidad hizo acto de presencia y noté que la rueda trasera de mi bicicleta perdía aire. Me puse y busqué el pinchazo. Lo encontré, lo reparé y de alguna manera me las apañé para conseguir que la rueda perdiera su alineación, así que tuve que mandarle un mensaje a mi vecino para que me la revisara a la mañana siguiente y dejarla en casa.

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Una respuesta a “Este y otros mundos”

  1. De vez en cuando veo el trailer de Titanic solo para verla a ella unos segundos, es en esa película que me enamoré perdidamente de ella, pero solo de como aparece en esa peli, en las demás, ya no es lo mismo para mi…
    Salud