Fin de semana en Munich


La tercera escapada otoñal tenía como destino la ciudad alemana de Munich. Como siempre, el viaje comenzó varias horas antes, concretamente a las seis de la mañana, ya que me levantaba un poco antes para así afeitarme y terminar de preparar la mochila. Salía de mi casa con la Lapoya y la dejaba en la estación central de Utrecht unos minutos más tarde. Con esta bicicleta puedo hacer el recorrido en unos cuatro minutos menos que con la Mili o Vanili. Me fui a trabajar a Hilversum con una pequeña mochila, inferior en tamaño a la que he usado en otras escapadas ya que la cámara solo iba a usar un objetivo (el 24-70mm f/2.8) y por eso usé otra bolsa. En mi mochila, las dos mudas de ropa interior y camisetas habituales y poco más. En este caso me dejé el iPad en casa ya que estando con el Rubio, sabía que no tendría tiempo para usarlo.

En Hilversum fui andando al trabajo y completé la primera mitad de la jornada laboral, liadísimo porque siendo el primer día del mes teníamos un montón de temas pendientes. A las doce me fui andando a la estación y allí tomé un tren hacia el aeropuerto de Schiphol. Llegué un rato antes que el Rubio y lo esperé paseando por el fabuloso centro comercial que hay en el mismo y en el que encuentras las mismas tiendas que en el centro de cualquier ciudad holandesa y en las que venden los productos al mismo precio que en las mismas, ya que solo cuando pasas el control de seguridad y estás en la Zona segura y libre de impuestos, las cosas son un treinta por ciento más caras gracias a la falta de impuestos, fenómenos que aún no ha podido ser explicado y que entra en la categoría de grandes misterios del Universo.

Cuando apareció el Rubio nos dimos el abrazo de rigor y sin prisa ni pausa nos fuimos a pasar el control de seguridad. Yo elegí una fila y como siempre, me quité los zapatos y poco menos que me desnudé, aunque por supuesto, me chequearon y separaron mi mochila porque las cámaras de foto son dispositivos terroristas de alto riesgo. El Rubio tardó más que yo y cuando apareció resultó que le habían quitado el champú y el fijador, porque el muy lerdo tenía envases prácticamente vacíos de más de cien mililitros y los empleados de los aeropuertos pasan un kilo de la cantidad de sustancia que hay en el mismo, se fijan en la capacidad total que tiene el envase. Con ese disgusto tan grande fuimos a la puerta de salida de nuestro avión, el cual era un Embraer E190, un avión en el que ninguno de los dos había viajado anteriormente, con una capacidad para cien pasajeros y unas filas muy cucas con dos julays sentados en cada lado del pasillo.

KLM Embraer E190

KLM Embraer E190, originally uploaded by sulaco_rm.

Despegamos en hora y en sesenta y cinco minutos tomábamos tierra en Munich. Después caminamos más que los judíos cuando se marcharon de Egipto y tras una eternidad llegamos a la estación de tren del aeopuerto. Elegimos el CitiTourCard & Partner de tres días ya que nos salía más a cuenta y nos daba descuentos en algunos sitios. El tren S8, que más bien parece un metro, nos llevó hasta la Hauptbahnhof, la estación central de la ciudad. Alemania siempre me produce una sensación de inseguridad en sus estaciones de trenes y esta no fue distinta ya que en la calle estaba llena de mendigos y borrachos y todo el mundo parecía tener una botella de medio litro de cerveza en la mano.

Nuestro hotel estaba cerquita. Se trata del Euro Youth Hotel y teníamos una habitación con baño compartido con otros. La habitación era perfecta, el sitio limpio y fantástico y tras dejar las cosas nos echamos a la calle a explorar y buscar el lugar en el que yo quería cenar. Tras el paseillo por el poblacho de rigor, llegamos al Hofbräuhaus, una mega-cervecería y restaurante que según la Wikipedia, atiende a treinta mil julays al día. Sin reserva tienes que ir a la planta baja, petadísima de gente y allí caminas y caminas hasta que pillas una mesa libre (o un trozo de mesa) y te sientas. Compartimos la mesa con una pareja italiana. Yo me pedí mi Hofbräu Original de un litro y el Rubio optó por una Müncher Weiße. Para cenar yo pedí un Hofbräuhaus Würstlplatte con salchichas de varios tipos. En nuestra zona había dos camareros, uno simpático que era el que nos atendía y otro al que el Rubio apodó como Adolf y que seguramente llevaba un tampón atravesado en el orto. Después de ese sitio nos fuimos al Augustiner-Großgaststätten y seguimos privando cerveza de la zona, en este caso la Augustiner, la favorita del Papa que no murió pero que ya no es Papa ni Papá. Más bien templados salimos cuando todavía nos funcionaba la brújula y fuimos al bar del hotel, el cual tiene una movida de cojones y un ambiente fabuloso. Salimos para la habitación muy pero que muy estropeados y con al menos cuatro litros de cerveza en nuestros estómagos. Así acabó el día en el que llegamos a Munich.

El relato continúa en Pateándonos Munich con resaca

,

8 respuestas a “Fin de semana en Munich”

  1. Creo que en Roma tengo otro similar. El de Munich era más barato y mejor que el de Turín o Lisboa por poner dos ejemplos recientes. En Londres el año pasado también estuvimos en uno de baño compartido y fue fabuloso, de hecho tanto el Rubio como yo se lo hemos recomendado a otra gente.

  2. Jo, a mi no me caben 4 litros de cerveza ni en sueños. Bueno ni de cerveza ni de nada. Yo para beber 4 litros necesito al menos tres días.

  3. Ayer pesaba 65,5 kg (gané dos kilos en Munich) y hoy 64,6 kg. Creo que ayer por cada vaso de agua que me tomé eché al menos dos, parecía una fuente. Hoy ya parece que voy mejor.

  4. Ni de coña, es el momento fascinante de la mañana, sobre todo por los bandazos que doy, que seguro que esta semana regreso a los 63 pese a tupirme a castañas, millo asado y todo tipo de cosillas.

  5. Cuándo llegáis tan estropeadísimos a la cama…¿cómo amanecéis al día siguiente?… ¿Ojeras?… ¿Resaca?… ¿Odiando ruidos?… Aunque imagino que me vas a decir que os levantáis fresquísimos como una rosa, ¿no?…

  6. Amanezco igual solo que mi sentido del equilibrio tarda al menos una hora en ajustarse. Por lo demás, ni ojeras, ni ruidos ni nada. La cerveza no produce esas cosas.