Fruitvale Station


Una de las cosas buenas de ir al cine con muchísima frecuencia es que te obliga a arriesgarte y acercarte a títulos desconocidos y que normalmente ignorarías. Yo ya sé que lo peor que puede pasar es que acabe durmiendo en el cine y que es tan probable que suceda con una obscura obra de la que nunca oí hablar como con la mayor superproducción del año con más presupuesto en efectos especiales que la Gestapo Truscolana que se asegurara del pensamiento único y de eliminar a aquellos que osan rebatir que Truscoluña ha sido un país desde mil millones años antes de la creación del mundo por el mismísimo Dios de los presuntos tocadores de niños. Regresando al cine, si una de esas películas marginales la ponen en la cartelera de los dos multicines de Amsterdam en los que veo las películas comerciales y no en los dos que ponen las de cine de autor, ya me pica la curiosidad y por eso el jueves fui a ver Fruitvale Station, película que por ahora no tiene fecha prevista de estreno en España y posiblemente nunca lo haga.

Un julay negro emparentado lejanamente con el Güaca intenta enderezar su vida mientras le dan palos por todos lados

Un chaval conflictivo se ha quedado sin empleo en el supermercado en el que trabajaba pero no le dice nada a su mujer sobre el tema y trata de recuperar el empleo. El joven ha salido no hace mucho de la cárcel y quiere dejar atrás el camino de criminal por el que ha avanzado toda su vida y convertirse en un ciudadano ejemplar. El día de fin de año se acerca con su hembra y amigos al centro de la ciudad para ver los fuegos artificiales y hacer la cuenta atrás y eligen ir en metro. Al regresar a casa, hay un incidente en el metro y la poli se ensaña con ellos por ser negros.

Pese a ser una película muy corta, de escasamente ochenta y cinco minutos, tiene un arranque muy lento y aburrido ya que el director no supo como introducir los personajes y particularmente al protagonista. Incluso con la burbuja que distorsiona el paso del tiempo y que hace que los primeros veinte minutos parezcan sesenta, la cosa va tomando velocidad y ganando en interés. De entre los protagonistas destaca con muchísima diferencia Octavia Spencer haciendo de la madre en una interpretación fabulosa. Resulta algo sospechoso todo lo que le sucede al chaval y la forma en la que reacciona y la etiqueta de basado en hechos reales aquí se queda algo grande, sobre todo con muchos actos samaritanos del chaval. Aún así, el desenlace de la película es una escena brutal y fascinante que nos enfrenta con el racismo en una de sus formas más duras.

Curiosamente, esta es una que puede funcionar entre los machos del Clan de los Orcos, los cuales hasta se pueden identificar con los miembros de la manada de amigos del protagonista. También puede ser algo que atrape a los sub-intelectuales de GafaPasta por el lenguaje cinematográfico que se usa para desarrollar la historia. En definitiva, una película que hay que tener en cuenta y que merece un pase.


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