Golpe de efecto – Trouble with the Curve


Cuando se trata de atender partidos o ver deportes por la tele, yo soy un puto cacho de carne sin ojos y no muestro el menor interés. Lo mismo se puede decir de los deportes de equipo, sinceramente, no me atraen y es que ni arqueo una ceja si alguien me propone participar en uno. Si fuera parapsicólogo argentino seguro que le echaría la culpa a Don Manuel y los moquetazos que me arreó cuando me entrenaba en la catequesis para la primera y última comunión, ya que ahí fue cuando deduje que las actividades de equipo no me van. No sé como me las apaño pero parece que últimamente no se me escapa ninguna película sobre el tema y os juro por el primer tampón ensangrentado de Mafalda que ha sido pura casualidad que coincidan dos películas deportivas el mismo día. La que quiero comentar ahora es Trouble with the Curve, la cual he visto hoy mismo y que se ha estrenado en España recientemente con el título de Golpe de efecto.

Un julay más viejo que el diablo, jura y perjura que sabe un montón de nada

Un tipo que al parecer trabaja observando jugadores de béisbol jóvenes y descubriendo a las nuevas promesas está entrando en la senilidad con problemas de vista, o más bien quedándose ciego. Se niega a reconocerlo y un amigo convence a su hija para que lo acompañe a otear a una posible gran estrella. Allí, además de ver jugar el béisbol, comenzarán a salir a flote todos los malos rollos entre padre e hija y esta descubrirá que su Ku-Ku está por un chaval que parece más bien un perdedor.

Si alguien tiene alguna duda, Clint Eastwood es uno de los más grandes actores de todos los tiempos y un director de cojones. Incluso ahora con sus mil ochenta y dos años recién cumplidos, la cámara lo adora. Cero que hacía unos cuatro años que no lo veía en una película y está claro que el hombre ya tiene sus añitos pero es que es fabuloso, increíble y fantástico y puede expresar más con un solo movimiento de manos que otros actores con dos horas de diálogo. A su lado, la pobre de Amy Adams no tiene nada que hacer y solo brilla cuando tiene escenas sin el Maestro. Uno que hacía siglos que no veía en el cine y que pensaba que se había retirado es Matthew Lillard y no veas que mal ha envejecido. Todavía recuerdo cuando hacía comedias y siempre tenía el papel de descerebrado. Ahora parece que le han inflado la cara con eso que le ponen al Brad Pitt y que como se tire un peo, revienta. Justin Timberlake vuelve a sorprenderme porque sabe actuar, algo que ya no debería ni ser noticia ya que parece un actor muy competente y que siempre queda bien. Si descartamos las escenas de béisbol en las que se vuelven muy técnicos y no me entero de un carajo ya que desconozco totalmente las reglas de ese deporte y nos centramos en las relaciones entre padre e hija y futuro yerno, tengo que reconocer que me lo pasé muy bien, disfruté con una soberbia banda sonora y salí del cine con una sonrisa bobalicona en la cara más acentuada de lo que suele ser habitual.

En fin, dudo que sea el tipo de cine al que van los miembros del Clan de los Orcos en manada porque hay demasiados diálogos y no hay efectos especiales y no creo que sus cerebros puedan soportar algo parecido. Mejor os guardáis un par de semanas para correros de gusto con la puta mierda del copón del Jóvit, película que por supuesto no iré a ver. Los intelectuales de GafaPasta igual sí que le encuentran el punto a esta peli.


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