Hasta la vista, amigo


Este fin de semana pasado estuve con el Turco. El próximo domingo abandonará Holanda definitivamente y volverá a Turquía. Allí se casará el mes que viene con una presentadora de televisión. Aquellos que han seguido su vida y obras seguramente encontrarán este final, el auténtico, más falso que muchas de las cosas que yo he escrito sobre él. Le debo acabar todas sus historias pendientes y creo que me sentaré un día de estos para trabajar en ellas. El Turco ha sido durante todos estos años nórdicos uno de mis mejores amigos. Hemos pasado un montón de cosas juntos. Andamos diez kilómetros mar adentro hasta alcanzar la isla de Ameland, estuvimos en Madrid de fin de semana largo, hemos visitado Bélgica, Alemania y prácticamente toda Holanda. No era extraño encontrarnos de copas por Hilversum o Ámsterdam. He ido con él al cine más veces que con cualquier otra persona en los últimos seis años. Estuvimos juntos en el concierto de Madonna, en otro de Eminem y vimos a Elvis Costello en Utrecht, visitamos el gran Circo de Asia y alucinamos con los trapecistas cabezudos norcoreanos. Nos lo pasamos bomba en Duinrel con Helen y navegamos en lagos y canales en más de una ocasión. Recorrimos Giethoorn en nuestra falúa medio hundida por el peso de Helen.

Resulta extraño pensar que alguien que ha sido como un hermano durante todos estos años ya no estará ahí para escuchar tus neuras, que no descubriremos nuevos lugares ni nos reiremos juntos en cualquier peluquería chic de Ámsterdam mientras él intenta que le corte el pelo la chocha que hemos visto y acaba siendo atendido por la maricona fea y lasciva que se esconde en la trastienda.

El domingo nos sentamos como siempre en la cafetería que está junto al hotel Ámstel y recordamos todos esos momentos. Volvimos a vivir escenas increíbles con un montón de gente que pasó por este país y que ya volvieron a los suyos. Es oficial: soy el único que queda de aquella remesa que llegó a los Países Bajos en el año 2000. Todos han sucumbido a la morriña, al deseo de echar raíces, volver a escuchar su propio idioma y vivir en sus países de origen. ?nicamente un descastado como yo parece que permanecerá en estas tierras. Me alegro por el Turco porque sé que eso es lo que él quiere pero también me da pena perder un compañero de viaje. Ámsterdam se me va a hacer una ciudad extraña, vacía de amigos. No creo que vuelva a menudo por allí. Hay plazas, locales, rincones, que asocio con los míos y ya no quedará ninguno de ellos.

Por supuesto que intentaré por todos los medios ir a la boda del turco. Ni él me lo perdonaría ni yo deseo faltar. Sé que serán más de trescientos turcos y un único español, el único bautizado y con la religión adecuada para ir al cielo. Su boda promete ser el evento más fastuoso del año 2006 en el hemisferio norte. La flor y nata del famoseo otomano estará allí. Si puedo pasaré unos días en Estambul para hacer algo de turismo. El Turco ya me ha dicho que tengo donde quedarme, que sus padres ya han reservado una habitación para mí en su casa pero me parece muy fuerte quedarme allí. En estos años he conocido a toda su familia. Su hermana vivió en Holanda casi un año y de vez en cuando nos reíamos de ella. La pobre chiquilla nos debe odiar a muerte por las trastadas que le hacíamos. A la madre del Turco la llevé en una ocasión a Groeneveld en un día de invierno con todo helado y alucinó con los canales congelados y el castillo recubierto de hielo. Esa mujer hace las albóndigas de cordero más ricas que he comido en mi vida.

El Turco se va pero deja una puerta abierta a su regreso. No va a vender su casa. La alquilará. Si alguien está dispuesto a gastarse dos mil quinientos euros al mes podrá vivir en un apartamento de lujo con un dormitorio y medio en una de las zonas más exclusivas de Ámsterdam, con vistas directas al canal Ámstel y a cinco minutos de Rembrandtplein. Ya le he dicho que me parece una pasada lo que pide pero como él dice, el apartamento tiene hasta Home Cinema y ¿quién no está dispuesto a pagar un poco más por esos caprichos? Yo le respondí que Yo no lo estaba y me dijo que yo soy un gitano y no cuento, que cualquier ejecutivo estiloso que venga a trabajar a la ciudad conseguirá que su empresa le pague dicha casa. El Home cinema lo compró de segunda mano a través de una de esas páginas web de venta de todo tipo de objetos. Tuve el placer de acompañarlo el día que lo fue a buscar. El vendedor vivía en una barriada marginal de Ámsterdam, al Sur de la ciudad, todo antenas parabólicas y gente con pinta de maleantes en las aceras. Nosotros con nuestros politos de marca, nuestras gafas de sol fashion y en el BeMeTa del turco con los cristales bajos y escuchando 50 cents a todo meter. Cuando llegamos a la casa del tipo y compramos el Home Cinema yo flipé. Aquel tío seguro que vende cosas robadas porque la casa era un enorme almacén. Nos dijo que permaneciéramos en contacto, que de cuando en cuando tiene cosas interesantes para vender y nosotros parecemos gente guapa. Salimos de allí a escape. Siempre me pasan estas cosas cuando nos embarcamos en aventuras.

El sábado cuando nos reunimos en su casa yo ya le expresé mi poco interés en salir a la calle. Prefería tomar unas cervezas en la seguridad del hogar.

¿Por qué? – me preguntó.

Asómate a la ventana y lo descubrirás – le dije.

Aquel día era el Amsterdam Gay Parade y la cabalgata de barcos pasa por delante de su casa. Nos asomamos al balcón y nos encontramos un canal abarrotado de embarcaciones y todo tipo de julandrones desmelenados. Estuvimos toda la tarde tirando rollos de papel higiénico y recogiendo las cosas que nos lanzaban desde los barcos. Aquello fue un despiporre. El domingo pensamos que la cosa estaría más tranquila y nos atrevimos a ir a Rembrandtplein. Fue un tremendo error. Había un escenario y en el mismo cuatro locazas cantaban canciones de Abba mientras un par de miles de tíos con la cabeza rapada y la mitad de ellos con pantalones que dejaban ver sus culos coreaban aquellos clásicos y nos lanzaban miradas lascivas. Tuvimos que escurrir el bulto rápidamente. Acabamos en el Burger King, como siempre, comiéndonos un menú y quejándonos por todo. Tantos años y aún no hemos conseguido que en dicho restaurante de comida rápida mejoren el servicio. También arrastramos al menos una despedida del mismo. Tantos recuerdos.

Los cambios siempre llegan en tandas. Este miércoles es casi seguro que tendré un nuevo puesto en mi empresa, el domingo se marcha un gran amigo y todo mi mundo está experimentando una transformación. Seguro que será muy interesante ver lo que sucede en las próximas semanas.

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4 respuestas a “Hasta la vista, amigo”

  1. Joder, el título de la historia suena como a epitafio…
    La verdad es que es una pena que se vaya el turco, porque sus historias han dado muchísimo de sí y yo por lo menos, me he reído un montón.
    Por otra parte, también debe ser una sensación muy incómoda para tí el hecho de ver cómo toda la gente con la que empezaste se va yendo a casa poco a poco, pero supongo que ya habrás tenido tiempo para rodearte de nuevos personajes pintorescos que seguirán produciendo situaciones para que nos las cuentes aquí.

  2. El problema es que me estoy rodeando de gente normal. Me basta con un friki como yo y me apetece ver a gente que solo se preocupa por engendrar bestezuelas y planear sus próximas vacaciones de sol y playa y ser normales y grises en todos los aspectos de la vida. Actualmente estoy adquiriendo amigos/as que reemplazan a los ausentes pero son todos bastante sosos desde el punto de vista de las historias. Espero solucionar el problema viajando más a menudo y corriendo aventuras en tierras extrañas.

  3. «y me dijo que yo soy un gitano y no cuento». Con esta frase me he caido al suelo de la risa [auch! aun me duele la operación]

    Si es que hay amigos a los que se recuerdan siempre con cariño por las locuras vividas

    Esa boda tiene pinta de ser un gran acontecimiento je je.

    Por cierto, en las fotos de canarias te hice algunos comentarios pero desapareciron al instante… que cosa mas rara.. ¿me tomo por un spamer?

  4. Es lo malo de ser español, que estamos muy mal vistos en Europa. Todo el mundo se piensa que somos gitanos, moros de mierda o algo peor y tampoco ayuda el bigotón ese cuando habla en inglés y nos deja a la altura del betún.

    El sistema borra los comentarios considerados spam después de seis horas si yo no los he salvado antes y hay días que no tengo tiempo de mirar. Si pusiste enlaces en los comentarios o usaste alguna de las palabras que disparan las alarmas, es posible que te considerara un spammer. Ahora que parece que la llegada de spam vuelve a estar bajo control ampliaré el tiempo de purgatorio hasta las doce horas.