Infiltrant


Dentro del cine holandés, las únicas películas que suelo evitar como la compañía de los truscolanes son las de los marroquíes y las de movidas del hampa. La razón es que me aburro como una ostra y en el caso de los marroquíes, por más que lo intento es que no les entiendo cuando hablan en holandés, en francés o en su idioma y acabo desconectándome de la historia. Dicho esto, cuando el trailer de una de esas películas que seguramente evitaré capta mi atención, no tengo ningún problema en hacer una excepción y así fue como fui a ver Infiltrant, película que pese a haber estado en el festival de cine internacional de Toronto, es muy probable que jamás salga de las fronteras holandesas y por tanto, no se estrenará en España con el título de truscoluña no es nación que sería la traducción más apropiada.

Un julay picoleto se integra en la familia del cuñado del Güaca y así le va

Un policía hijo de marroquí y holandesa con un montón de movidas personales y un toque de violencia en exceso acaba trabajando para los servicios secretos e infiltrándose en una familia de criminales marroquíes. Hace muy buenas migas con los dos hijos y pronto organizan un chanchullo para producir drogas juntos. Cuanto más se mete en la familia, más dudas tiene de su identidad y de su trabajo, ya que pese a estar rodeado de criminales, se viene a sentir como en casa entre todos esos moros malajes.

La película tiene la duración justa para no aburrir, con un pelín menos de hora y media pero le falta algo más de guión. En realidad tienes la sensación de que es un corto estirado en demasía, ya que añaden y añaden escenas en el caserón en Bélgica en el que cultivan la droga para así poder tener más minutos en pantalla. Las relaciones entre los protagonistas están bien conseguidas, sobre todo entre los dos hermanos y el policía pero les falla un poco el resto. En un momento determinado hay una escena bastante larga de una boda, con multitud de gente en la misma y todos bailando y cantando y la escena al completo parece superflua, no llega a aportar nada al conjunto y eso es lo peor que le puede pasar a un momento en una película. Una lástima porque en los ratos en los que funciona la película promete un montón pero después tropiezan y pierden todo lo ganado. Por suerte hay frecuentes cambios de idiomas y con los subtítulos conseguí pillar las partes que se me escapaban cuando alguno de los actores hablaba con un acento tan fuerte que para mí era imposible entenderlos.

Sin riesgo de estreno en España los miembros del Clan de los Orcos tampoco se tienen que preocupar, aunque no creo que un cine así les llegue a interesar. Tampoco consigue la intensidad para atraer a los sub-intelectuales de GafaPasta.