La mudanza


Ya sé que muchos viven anclados en el presente y miran vagamente hacia el futuro. Es una forma tan válida como cualquier otra de afrontar las cosas que te vienen. La compañía en la que trabajo comenzó hace cinco meses a trabajar en un plan que se concretará en abril del año que viene. Después de toda una historia en el mismo complejo de edificios de Hilversum, ha llegado la hora de dejar ese hogar y buscar otro que se adapte mejor a la realidad actual de la empresa. Cuando llegué a la compañía en el año 2001, diez días antes de que un atajo de hijosdeputa terroristas musulmanes cambiaran la historia, mi empresa ocupaba un campus con tres edificios y allí trabajaban miles de personas. En los doce años que he estado allí, el grupo de humanos se ha reducido hasta los ciento y pocos y nos hemos quedado en uno de los edificios, del cual tenemos una planta totalmente vacía y las otras están también infrautilizadas. Además, el edificio casi tiene cuarenta años y los ascensores petan más que las previsiones de cualquier gobierno, la calefacción tiene sus caprichos y puede decidir no arrancar, el aire acondicionado es historia y el propietario del edificio es una organización que está en la bancarrota y que no hace nada por el mismo. Por eso, en abril arrancó la maquinaria para saltar a otro lugar.

Entre las condiciones del nuevo hogar, al menos las que conocemos, están que tiene que estar a menos de quince kilómetros de éste, que queremos un edificio compartido con otras empresas y con una cantidad limitada de aparcamientos. Además, el presidente tiene cierta obsesión por los espacios abiertos y quiere que todos estemos en un gran espacio, como una gran familia bien avenida en la que puedas ver venir con claridad los cuchillos que te lanzan. Como todo el proceso está muy controlado por el comité de empresa y la compañía ha de informarlos, nos vamos enterando de cosillas y como saben que la red de rumores de la compañía es de las más avanzadas del mundo, prefieren decirnos las cosas directamente y así evitar oleadas de rumores. Estos días nos han confirmado que han solicitado oferta a tres edificios, todos ubicados en Hilversum, solo que en la parte sur de la ciudad, en la zona en la que está la sede corporativa de cierta compañía de ropa deportiva con un símbolo que parece un palo para jugar al hockey. Casualmente, si pones la cantidad de espacio y plazas de garaje que queremos en el buscador de casas y edificios industriales para comprar o alquilar (y hay uno solo en Holanda en el que está todo), aparecen tres edificios, así que más o menos sabemos a donde nos mandarán.

Para mí, la distancia al trabajo será menor ya que estaría justo al lado de la estación de tren en la que me apeo todas las mañanas. Para la Dolorsi, esto sería al anuncio de su jubilación, ya que si puedo ir andando en un par de minutos desde la estación a la oficina, prefiero ir hasta la estación de Utrecht con la Mili o Vanili y caminar en Hilversum. La zona está bien rodeada de bosques con lo que podría seguir paseando a la hora del almuerzo con el Moreno.

Hoy a las ocho de la mañana me llamaban para que baje al sótano del edificio. Como parte de los preparativos previos a la mudanza, han estado limpiando el sótano y lo han tirado casi todo. Allí, escondidos en una celda, hay cuatro armarios cerrados con llave con pegatinas por todos lados avisando que no se pueden tirar y con mi nombre. Querían saber qué tengo allí escondido y por qué es tan importante. Lo que guardamos en esos armarios son los informes de todas las pruebas que se le han hecho a todos los equipos de la empresa hasta el año 2008, todos en papel y las leyes Europeas nos exigen mantener esa información durante unas décadas, así que al menos hasta el año 2030 esos armarios han de ir con la compañía. Mis cuatro armarios parece que son el mayor grupo que se ha salvado y hay un montón de colegas rebotados por eso. Ya les he comentado que la ley es la ley y que desde que los heredé cuando me asignaron la tarea, solo he abierto uno de ellos en una ocasión y fue porque uno de nuestros contratistas quería revisar algo. Por mí como si les buscan una nave de esas que alquilan espacio y los guardan allí, lo único que dice la ley es que no podemos deshacernos de los documentos y que tenemos que ser capaces de suministrar la información pedida en un cierto periodo de tiempo, con lo que no es necesario estar al lado de los mismos.

Mientras estaba en el sótano me encontré un cartel con los derechos y obligaciones de los empleados de la empresa de los años setenta, un documento formal y que hasta asusta. Lo rescaté y se lo colgué en la puerta del despacho de uno de los miembros del comité de empresa que adora esas cosas. Él aún no había llegado y cuando unas horas más tarde me pasé por allí a preguntarle si le gustaba, todavía la tenía morcillona del gusto tan grande que le había dado. El hombre se empeñó en ir conmigo de redada al sótano por si había algún otro cartel que se podía rescatar.

En fin, que pase lo que pase, el año que viene estaré en un nuevo edificio, ya sea con ésta empresa o con otra, aunque creo que será con ésta porque últimamente hasta parece que somos rentables, algo que quizás se deba a que nos han ajustado y reducido tanto que quedamos los justos y necesarios para mantener el negocio. Esta misma semana han anunciado que se han deshecho de la división española, la portuguesa y un par de ellas más. A este ritmo, en unos años seremos dos gatos y uno de ellos será del país del humor amarillo.


6 respuestas a “La mudanza”

  1. Yo he sufrido dos mudanzas de empresa, un auténtico coñazo, aunque siempre a mejor, así que el resultado fue el esperado. Y tambien me hizo mucha coña encontrar cosas que ya tenía olvidadas, algunas hasta las guardé solo por melancolía, aunque la mayoría de documentos en mi trabajo tambien tienen puesta fecha mínima de destrucción, asi que me sirve de excusa cuando quieren movernos, «Ud. verá, necesito un archivo de X metros como mínimo»— «Uish… va a ser que os quedais ahí donde estais mejor»— «perfecto *sonrisa maliciosa*»—

  2. ¿Y todo ese papelerío no lo tienen digitalizado (como copia de seguridad y para facilitar las búsquedas)? Es decir, si alguien quiere ver algo ¿tendrías que bajar, rebuscar entre los restos y el polvo del almacén hasta que aparezca? Vamos, me parece raro en una empresa tecnológica… 😕

  3. Jc, cuando yo comencé lo primero que hice fue prohibir el papel y pasar a digital. Toda mi era está en la legendaria approval drive, un lugar ignoto y místico en la red corporativa al que solo le he dado acceso a un pequeño grupo de elegidos y en el que almaceno todo lo que me llega y tiro los papeles. Los informes de las cosas que se crearon en los ochenta y los noventa se quedarán en esos armarios. En los años que llevo en el puesto, solo en una ocasión alguien quiso algo y bajó a buscarlo porque sabía exactamente en donde estaba. De nuestros clientes, en toda la historia de la empresa nadie recuerda una sola solicitud de información así que no merece la pena digitalizar algo que no vamos a usar y que requeriría una ingente cantidad de tiempo y dinero, ya que está en formatos distintos, en tipos de papel distinto, con imágenes, anotaciones y demás y si además lo quieres hacer de manera que te permita buscar, no hay forma. Ahora solo tienen que abrir el armario, ver si su producto está en alguno de los archivadores que hay en el mismo y buscar lo que quieren.

  4. Qué coñazo las mudanzas y esa manía que tienen ahora los jefes de espacios diáfanos, para que aguantes a los humanos y humanoides, sin ningún espacio privado, qué asco de moda. Ahora dirán que tener un espacio propio sube el colesterol.

  5. Los cambios siempre tienen algo bueno. El trajín no te lo quita nadie; y algunos pueden salir perdiendo en cuanto a distancias, entornos, y demás. Pero hasta comprobando que, a priori, todo es peor…es segurísimo que el cambio proporciona aires diferentes, nuevas experiencias, y potencia la capacidad de adaptación del individuo. Cambiar no solo no es malo…sino que en muchísimas ocasiones es necesario para evolucionar.