La última cena de Da Vinci y el último día en Milán


El domingo comenzó aún más temprano que el sábado y después de una visita antológica al baño para deshacerme de algunos residuos fruto de la ingesta de la cena del día anterior, bajé a desayunar y me volví a poner ciego a comida, aunque las opciones eran muy limitadas. Salí del hotel sobre las ocho de la mañana aunque dejé la mochila en la habitación. Mi destino era el convento dominico de Santa Maria delle Grazie en donde se encuentra el refectorio en el que Leonardo da Vinci pintó la última cena entre 1495 y 1497. La visita al lugar se hace con reserva previa y en grupos muy reducidos con lo que desde una semana antes había comprado mi entrada y la única hora disponible de ese fin de semana era el domingo a las nueve y cuarto de la mañana. Fui en metro a la zona, recogí la entrada y visité de nuevo la iglesia de Santa Maria delle Grazie. Me senté en el interior para evitar a los gitanos (o quizás eran truscolanes ya que no distinto entre las dos razas muy bien) que estaban afuera y mientras echaba unas partiditas con mi dispositivo mágico y maravilloso, veo que el cura que escuchaba confesiones sale y da una vuelta a la iglesia alterado. Después regresa a su confesionario y a los pocos minutos vuelve a salir alterado. Al poco desde el rincón en el que estaba escondido el confesionario sale una mujer mayor, o eso que en la Isleta se llama vieja a secas y tenía menos color que un folio blanco. La mujer le tuvo que contar al cura unos secretos terribles de sus andanzas con las verduras de gran envergadura y eso la afectó. Se sentó en un banco y literalmente se desmayó mientras el cura y un ayudante llamaban al 112 (o palito, palito, palito-palito en numerologia latina) y de fondo sonaban los canticos de la gente que atendia un servicio en una de las capillas. No pude ver el final de la opereta porque llegó mi momento de entrar a ver la Obra Maestra de Leonardo da Vinci. Éramos veinticinco, que es la cantidad permitida por vez y teníamos quince minutos. Alquilé la audioguía para escuchar las explicaciones y me extasié tanto con el mural como con la historia del mismo. Una cosa que me quedó clara es que o San Pedro era un julandrón del copón o Cristo un putero y coló una chama en la cena porque la que está a su lado estoy convencido que tiene almeja y no aleta de tiburón. Es un milagro que la obra haya llegado a nuestros días y dada la cantidad escandalosa de restauraciones a la que la han sometido, ni siquiera es seguro que los colores sean los que pintó Leonardo pero aún así, merece la pena.

Al salir fui andando a la Piazzale Cadorna. El día era precioso y soleado y aproveché para hacer nuevas fotos con el azul del sol. Desde allí seguí andando al Parco Sempione y caminé un rato por el mismo, viendo también el Arco della Pace, el típico arco de triunfo que hay en todas las grandes ciudades y que seguro que celebra alguna victoria. Me acerqué también a la Torre Branca desde la que se supone que hay unas bonitas vistas de la ciudad pero está claro que no madrugan y no abren hasta las diez y media, así que seguí de largo. En mi paseo por el parque me acerqué de nuevo al Castello Sforzesco e hice fotos con el cielo azúl, como el panorama que viene a continuación y que recuerdo que haciendo clic en el mismo se puede ver en un tamaño mayor:

Castello Sforzesco

Castello Sforzesco, originally uploaded by sulaco_rm.

Desde allí tomé el metro en Cadorna y regresé a la zona cero, el área del Duomo para unas cuantas fotos con cielo azúl. También quería visitar la Terrazze del Duomo, el techo de la iglesia, aunque solo permitían el acceso al primer nivel por culpa del hielo. Subí por las escaleras, hice mis fotos de rigor y salí por patas a tomar el metro y regresar al hotel ya que se aproximaba el mediodía. En el siguiente vídeo tenéis el momento en el que llega el metro:

Metro en Milán from Weyland Yutani on Vimeo.

Con la mochila a mis espaldas, la cual pesaba algo más por el kilo de queso parmesano que me compré, regresé a la zona del Duomo y seguí haciendo fotos, incluyendo el siguiente vídeo en el interior de la Galleria Vittorio Emanuele II en el que se puede ver la bonita cúpula de la misma y la animación de un domingo al mediodía:

En Milán from Weyland Yutani on Vimeo.

Me acerqué a la iglesia de San Bernardino alle Ossa aunque me equivoqué y terminé entrando en la vecina Basilica di San Stefano Maggiore. Me chocó porque de repente entendía el italiano de puta madre y aquello estaba petado de gente pero resultó que era la hora de la misa en español y estaba lleno de latinoamericanos. Justo en el instante que entré estaban con la movida de darse la paz y todo el mundo comenzó a estrechar manos conmigo y tuve que retrasar mi salida por patas unos veinte segundos. Al entrar en San Bernardino alle Ossa creí que había llegado al infierno ya que allí sucedía una de mis peores pesadillas. Una sala llena de cabezudos koreanos de mierda. Estuve a punto de gritar aterrorizado por aquella escena dantesca con esos cabezones que al nacer han roto tantos chochos y al escapar vi en la puerta que a esa hora tenían servicio en koreano seguramente esponsorizado por la empresa criminal detrás de los móviles androitotorotas que copian los dispositivos mágicos y maravillosos. En la puerta, unos cuantos cabezudos estrechaban manos como si fuera una película del Padrino en la que los actores se ponen barreños en la cabeza. Desde allí fui a ver San Fedele que me encantó y después fui en metro a la estación de Garibaldi, la cual resultó que está justo al lado de los edificios nuevos y de diseño de Milán, los cuales fotografié. Lo que quería ver en la zona es el Cimitero Monumentale el cual da fe de lo pijos y pedantes que son los milaneses y que hasta muertos quieren fardar casi tanto como los truscolanes. El cementerio es una exhibición im-pre-sionante (en tres palabras) de esculturas en las tumbas. Me quedo con esta foto tan morbosa:

Tumba en el Cimitero Monumentale

Tumba en el Cimitero Monumentale, originally uploaded by sulaco_rm.

O el que la palmó era un chiquillo o definitivamente, presunto tocador de niños y orgulloso de serlo. Al regresar a la estación vi otro arco y me acerqué a verlo y hacerle una foto con el móvil. Se trataba de la Porta Garibaldi con un arco de estilo neoclásico construido para conmemorar la visita de Francisco I de Austria en 1825. Posteriormente se lo dedicaron a Garibaldi.

Porta Garibaldi

Porta Garibaldi, originally uploaded by sulaco_rm.

El tiempo apremiaba y desde allí comencé la ruta hacia el aeropuerto, primero en metro, despues en tren y finalmente en la guagua entre terminales. En el aeropuerto descubrí un Burger King y me comí el único menú de este año de su comida rápida (y más bien basura), foto que podréis ver en cierta otra bitácora enfocada a la comida que ingiero en la calle. Después me senté cerca de la puerta de embarque y a la hora adecuada llegó el avión, embarcamos y salimos por patas. El vuelo lo pasé viendo vídeos de mis series favoritas y por supuesto nos obligaron a aterrizar en el puto Polderbaan y pasar los quince minutos de carreras por pistas con el avión. Al salir, en las mismas escaleras de acceso a la terminal había un control sorpresa de aduanas para ver si se colaba en el país algún truscolán. Una vez fuera, compré mi billete de tren y regresé a casa y así acabó mi fin de semana en Milán.

,

4 respuestas a “La última cena de Da Vinci y el último día en Milán”

  1. Lo de que te toque tantas veces ir a parar a la pista Polderbaan, tiene una explicación: Resulta que es un castigo del Dios de los presuntos…por meterte tanto con los truscolanes. Prueba a adorarlos…y verás como no vuelves a perder el tiempo en esa pista odiosa. Jajaja…

  2. Me tiene curioso lo de truscolanes, ¿Lo de trusco de donde viene?
    Hace años tenia que ir con mucha frecuencia a Ferrara por razones de trabajo, como no tenia aeropuerto llegaba a Milán en donde me iban a buscar en coche para llevarme a Ferrara, así que Milán no lo visité nunca, tiene narices la cosa, pero Ferrara si y merece la pena, aunque sea solo por el circo romano que está tan bien conservado que parece que lo hicieron ayer, solo por eso y porque a mi los circos romanos me encantan, ya merece la pena Ferrara, que tiene mucho mas que ver, claro.
    Salud

  3. Huitten, mis soluciones tienden a ser más definitivas y estoy más a favor de usar los quinientos millones de ciudadanos de la Unión que no son truscolanes para aplastar al país ilegal y que jamás existió y enseñar una buena lección con las dosis adecuadas de sangre, que ya se sabe lo bien que entra la letra con ese tipo de tinta y así, el próximo congreso del abuso que hagan tendrán auténticas razones para lloriquear.

    Genín, un trusco era la forma de mi abuela de referirse a una pieza de mierda cagada, así que la nueva raza inferior para mí son literalmente los MIERDOSOS. Tendré en cuenta lo de Ferrara, pienso usar Milán como lugar de aterrizaje para ir a otros sitios de la zona en tren porque está muy bien conectado con Holanda y el precio de los billetes es de pura risa.

  4. jajajajajaja Gracias Sulaco, las abuelas son la hostia de sabias, y no lo digo por mi… 🙂

    Lo del tren es buena idea, además ya sabes que se cruza la bota de mar a mar, en un plisplás, a mi me dejaban un coche o lo alquilaba cuando me llevaba a la familia…
    Ahora no se, pero antes había un barco que salia de Barcelona por la noche y llegaba a Napoles al dia siguiente, metias el coche en el barco, dormías en un camarote muy agradable, y desembarcabas descansado a la mañana siguiente como dios 🙂
    No se si los truscolanes lo tienen todavía 🙂
    Salud