La vida de los peces


Siempre miro con algo de recelo a las películas que han ganado algún premio ya que muchas veces lo consiguen por haber realizado la mejor campaña de marketing y no por merecerlo. Hay multitud de grandes películas que pasan desapercibidas y otras que tiran hacia lo mediocre que se aúpan a lo más alto de las listas de los críticos sin que se sepa muy bien por qué. Por suerte, la ganadora del Goya a la mejor película hispanoamericana de este año ha merecido el premio con justicia, algo que descubrí cuando acudí a verla en el LAFF de Utrecht y después pude participar en un Q&A (preguntas y respuestas en original, si es que hay forma de traducir eso al español) con el director, el chileno Matías Bize. La película es La vida de los peces y se estrenó en España a comienzos de abril así que no sé si seguirá en cartelera pero si no queréis seguir leyendo y tenéis la posibilidad de verla, no os la perdáis.

Un julay sin la espalda mojada no vuelve a casa por Navidad sino por otros asuntos y al reencontrarse con la Basca y su Clan de los Orcos se siente raro y mucho más cuando se le sube la bandera al volver a ver a la chama a la que empalaba desde siempre

Un joven que emigró a Alemania regresa a Chile después de diez años. Acude a una fiesta de cumpleaños de uno de sus amigos y allí se reencuentra con su pasado, con toda esa gente que formaban parte de su vida y que ahora ve como extraños y bajo ese nuevo cristal que endereza nuestros retorcidos recuerdos se encuentra con la que fue el amor de su vida y se reaviva la llama de su amor, aunque ahora las cosas son muy distintas.

Lo primero que te llama la atención al ver esta película es la forma en la que el director se aproxima a los actores. En lugar de los planos convencionales, aquí los planos son muy cortos, extremadamente cortos, tanto que casi siempre tienes solo la cabeza en pantalla o como mucho hasta la cintura de los protagonistas y esa proximidad se siente, pasa a ser forma del lenguaje narrativo. Podemos ver perfectamente las emociones de los protagonistas, sus gestos, la manera en la que reaccionan y eso nos hace sentirnos parte de la historia. El guión es una preciosa historia que narra un momento del presente dejándonos intuir cosas del pasado sin mostrarlas nunca, solo a través de lo que unos y otros cuentan. Santiago Cabrera hace un trabajo fantástico mientras camina de habitación en habitación de la casa y va sacando viejos fantasmas de su propio baúl de los recuerdos. Algo que noté y que igual pasa desapercibido es que tanto el guión como el protagonista tienen una marca sutil que identifica a las personas que lo han hecho como inmigrantes en algún momento de su vida, que saben lo que se vive al serlo y detectan esos pequeños matices que puede que pasen desapercibidos para el resto. Durante la historia vemos en varios momentos un acuario lleno de peces y en otros una casa que da la sensación de ser un acuario en el que los peces son los protagonistas.

La protagonista femenina es Blanca Lewin a la que no había visto nunca en cine o televisión pero que es soberbia y nos obliga a sufrir con ella mientras no termina de decidirse y el pasado y el presente luchan en su interior.

Resumiendo, la película es una obra maestra, tensa y suave, ligera y espesa, que nos transporta por una montaña rusa de emociones fuertes de la mano del protagonista y nos traslada por el complejo mundo de las relaciones con todos aquellos que forman (o formaron en algún momento) nuestro mundo.

Da igual lo que yo diga, esta la tenéis que ver, como sea. Es un peliculón. Por supuesto que no es apta para aquellos que carezcan de masa cerebral o escriban en lenguaje eSeMeSe.

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