Las cuevas Batu y una de piscina


El relato de este viaje comenzó en El comienzo de otro gran viaje

Mi parada técnica en Kuala Lumpur fue por lo conveniente que resulta esta ciudad para conectar con todos los países de los alrededores. En realidad en mi viaje del año pasado ya visité casi todo lo visitable y lo único que me dejé atrás y que me apetecía conocer eran las cuevas Batu, las cuales incluso vimos en alguna de las minifotos que acompañaban en aquel viaje las jornadas de transición.

Curiosamente, aunque pensaba comprar los billetes con AirAsia porque resultan muy baratos, no pude hacerlo porque sus sistema de pago no soporta los nuevos estándares de encriptado de Mastercard en Holanda y no pude pagar, lo cual me llevó a mirar las aerolíneas tradicionales y descubrí que Malasya Airlines tenía mejores precios para las dos ciudades desde las que quería volar y además mejores horarios, sin sobrecargo por facturar equipaje y con comida a bordo. Con el billete asegurado reservé los hoteles (o hostales) aprovechando los sabios consejos de la Chinita, la cual se hizo la misma ruta con su compañero sentimental en diciembre del año pasado.

Me levanté tarde y bajé a desayunar justo en el momento en que la recepción del hotel parecía Nuevo Bombay. El ascensor se llenó de hindúes en la bajada y al parecer a todos se les olvidó lavar la camisa y ponerse desodorante. El hedor era insoportable y como encima se te pegan lo pasé fatal. Posiblemente porque la chica de recepción me vio cara de bellísima persona me asignó un mini-restaurante para desayunar en el que parece que los hindúes no son bienvenidos y comí entre europeos con tranquilidad. Después, cogí mis dos botellas de agua, mi mochila con el equipo y me eché a la calle. El monorraíl pasa bastante cerca y lo usé para llegar hasta cerca del barrio Chino y desde allí caminé al Mercado Central en el que hay una oficina de información turística y en la misma me informaron de lo que tenía que hacer para ir con transporte público. Pasé de tomar un taxi porque los taxistas se hacen los locos y no ponen el contador y yo me niego a regatear, así que prefiero que les den por culo y pago por ir en guaguas o en lo que sea y encima ahorro un montón de dinero.

El autobús que lleva hasta las Cuevas Batu es el 11 y salía cerca. Me subí y tomé asiento. Los autobuses malayos se controlan en plan jedi de la guerra de las galaxias, con un conductor y su padawan que cobra los billetes y grita por la puerta abierta mientras van en ruta animando a la gente a que se suba. Si alguien hace amago de interesarse, frenan y sube. El precio del billete hasta las cuevas es de 2.5 Ringitt. Dada la debacle del euro, eso es algo más de medio euro. Mientras íbamos hacia el lugar me fijé que pasábamos cerca de mi hotel y lo tuve en cuenta para el regreso. De cuando en cuando se subía un hindú y se hacía el dormido para no pagar pero el padawan le arreaba un moquetazo, le ponía la mano delante y cuando le daba el dinero la volvía a poner porque los hindúes no quieren contar y siempre dan de menos.

La guagua te deja frente a los templos/cuevas y hay que cruzar una carretera más o menos grande pero con un poco de cuidado y saltando como las liebres no supone un riesgo mortal.

Las cuevas Batu fueron descubierta hace unos ciento veinte años por un naturalista norteamericano pero se las apropiaron los hindúes como su principal lugar de oración en Malasia. Han montado altares en las cuevas y hay estatuas de sus dioses por todos lados incluyendo una gigantesca (43 metros de alto) de Muruga (Lord Subramaniam), el patrón de los dioses de las cavernas. Además de hindúes el lugar está lleno de macacos, que roban comida a los visitantes y andan por todos lados sin tener miedo a la gente.

Para llegar a las cuevas hay que subir 272 escalones, lo cual puede parecer fácil pero pon más de treinta grados y una humedad cercana al 100% y os aseguro que es una prueba similar a una maratón. Tienes que hacerlo a tu ritmo y bebiendo mucha agua, procurando que no te muerdan los monos, que no te atufen los hindúes y conteniendo la respiración cada vez que pasas junto a otro grupo de gente. Al llegar arriba hay una vista de una cueva gigantesca, en la que si ignoramos las aberraciones que se han hecho con los altares y templos, es un sitio fantástico. Delante de mí los monos atacaron a un hindú para quitarle una bolsa en la que llevaba unos plátanos e incienso. No veas como corría el hijo puta cuando el mono le sacó los dientes. Si el macaco hubiese aceptado mastercard, le doy diez euros por esa acción tan generosa. Al parecer los monos saben que la comida va en bolsas de plástico y no molestan a la gente con mochilas o cámaras. De hecho, uno me dejó hacerle fotos poniéndole el gran angular prácticamente en el hocico sin inmutarse.

Acabada la visita (no hay mucho que ver), bajada de los 272 escalones y cruzar de nuevo la carretera ignorando a los taxistas que te quieren estafar para volver a la ciudad. Un hombre me dijo que en la ida le cobraron 10 Ringitt y para la vuelta le pedían 40 Ringitt. El autobús llegó al poco y por 2.5 ringitt teníamos viaje con aire acondicionado y el show del padawan en la puerta.

Me bajé cerquita del hotel y caminé hasta el mismo, largué toda la ropa, me puse el bañador y me fui de cabeza a la piscina en donde era la única persona y allí me pasé la tarde. Volví a la habitación, me duché, me vestí y salí corriendo para llegar a tiempo a la oficina de correos y así enviarme a los Países Bajos la guía de Hong Kong, la cual ya no necesitaba y son tres cuartos de kilo de peso que no cargo. Tras esto entré en un cibercafé e imprimí en el mismo todos los correos con reservas y confirmaciones para evitar problemas como el del día anterior y después me fui a la zona de Bukit Bintang para cenar e ir al cine, aunque finalmente cambié de opinión y me quedé en una terraza disfrutando de la tarde. Por la noche regresé al hotel y me acosté temprano ya que al día siguiente salía para Siem Reap en Camboya sobre las once de la mañana y tenía que estar en el aeropuerto alrededor de las nueve.

El relato continúa en Tránsito de Kuala Lumpur a Siem Reap


5 respuestas a “Las cuevas Batu y una de piscina”

  1. Nunca te pierdes o te cuesta trabajo encontrar algún sitio?
    Es que lo cuentas de una forma que parece que te sabes de memoria el camino.

  2. Pregunté en información y me lo explicaron muy bien y siempre llevo conmigo una buena guía de viajes, o Rough Guides o Lonely Planet.

  3. Si, pero aún con una guía buena (yo tambien llevé la Lonely de viaje alguna vez), seguro que de inet sacaste algún truco…. yo aún te echo algún rezo cuando me acuerdo de la cola que había para las entradas en el Coliseo Romano y mi grupito pasando con las entradas en la mano sacadas conjuntamente con las del Foro y el Palatino ¡sin cola!, Dios, ese día estuve por encenderte una velita en alguna basílica. 😉

  4. Virtuditas, NO, ningún truco de internet. Y en Camboya estoy usando la Rough Guide, no la Lonely Planet. Me gusta más como explican las cosas los de Rough Guides y cuando me pierdo, retrocedo hasta el punto en el que la cagué y recupero el hilo del camino.

    Algunas de las cosas que estoy haciendo me las sugieren los viajeros con los que se cruza mi camino. Lo bueno de viajar solo es que hablas con la gente y te cuentan cosas. Si vas en grupo acabas en plan ecosistema cerrado y no te enteras de la mitad de la misa.

    Esto se está acabando. Hoy tuve visita a 3 islas paradisíacas, mañana me voy a la jungla para bañarme en las mismas cascadas en las que Tarzán empalaba al putón verbenero de la Jane y después de eso voy abandonando Camboya para regresar a Malasia por 3 días.

  5. Yo también alucino de ver cómo te orientas. Yo cada vez tengo un sentido de la orientación más nulo. Me acabo de comprar una brújula para los viajes a ver si me ayuda, porque me pierdo con la guía y el plano en la mano. Una cosa que me encanta es cómo te mueves en transporte público, yo también lo hago, porque odio conducir, aunque mi handicap es que mi nivel de inglés es como del tebeo. Envidia cochina te tengo.