Las vírgenes de San Telmo


Expropiación de la irresponsabilidad: Apreciado lector. La historia que sucede a este aviso puede herir tu insensibilidad y causarte graves prejuicios de índole religiosa. Si por un capricho de la vida eres de tendencias religiosas y de naturaleza facílmente ofendible, te ruego gratuitamente que te abstengas de continuar la lectura y te dediques a menesteres más onerosos como puede ser la búsqueda de ladillas en salva sean tus partes. Queda claramente desentendido que quien siga leyendo lo hace por su cuenta ajena.

Las vírgenes de San Telmo

La noche de mi cumpleaños se celebró a lo grande en Gran Canaria, como ya he contado. Toda la ciudad era una fiesta. Por alguna desconocida razón, siempre quedamos con la gente al comienzo de la calle de Triana, y siempre, por motivos aún más crípticos, terminamos yendo al concierto del grupo que toca en la plaza de San Telmo, concierto en el que o yo me estoy volviendo majara, o suenan todos los años las mismas canciones en el mismo orden y tocadas por el mismo grupo, del que tras todos estos años aún no conozco el nombre. Es algo sobre lo que no quiero pensar mucho porque la sola idea me aterra.

Mientras esperamos por los rezagados y nos ponemos al día de las últimas vicisitudes de la plebe, permanecemos en corrillo a un lado de dicho parque, junto a la Ermita de San Telmo, también conocida como Ermita de San Bernardo. Este año, notamos que a su lado habían crecido dos chiringuitos. Dada nuestra afinidad por el alcohol y nuestra drogodependencia de los compuestos etílicos, enviamos en son de paz a uno de los miembros de nuestro grupo para que nos avituallara.

Al poco, tras sortear mil y un peligros, volvió para darnos la mala noticia: «En el primer chiringuito ya no les queda cerveza». Nuestros murmullos desoladores desconcertaron a los cantantes de la desconocida banda, que seguían siendo ignorados por la plebe. Elegimos otro emisario y lo mandamos al segundo de los chiringuitos, aunque al volver nos confirmó la mala noticia. Yo, que soy de naturaleza incrédula, decidí tomar cartas en el asunto y me acerqué a uno de ellos. Inmediatamente lo vi claro, aunque no así mis conocidos. Allí no se vendía alcohol.

No hay más que ver la foto para darse cuenta. Mis amigos seguían sustentando la errónea teoría de el agotamiento de las reservas alcoholíferas, pero eso no fue así. Allí nunca hubo alcohol. Era un chiringuito de vírgenes y las vírgenes nunca, nunca, nunca, venden productos que puedan perturbar su estado de máxima purificación.

En el mismo instante en que las vi, las reconocí y tuve que emplear sucias artimañas para conseguir la foto que adorna esta historia. Uno de mis amigos se colocó como señuelo para hacer como que le hacía una foto y al descuidarse la virgen mayor, cambié mi objetivo y le hice una foto. Para proteger su santidad he optado por cubrirle la cara, porque la pobre ya tiene bastante con permanecer en su primera entereza y no haber servido aún para aquello a lo que estaba destinada. Esta foto, primicia informativa de deleznable magnitud, muestra los aspectos más característicos de una buena virgen de San Telmo. Estas mujeres permanecen impolutas y dedican su cuerpo y su alma a la satisfacción personal del cura de la iglesia en la que rondan. Son las beatas del párroco, el corrillo de gallinas cluecas que mantienen al macho de las cañadas que es el parroco en condiciones óptimas para el servicio.

Una beata que se precie, no prueba el alcohol, salvo que sea en misa. El individuo objeto de nuestro estudio muestra además el distintivo por el que se las puede reconocer fácilmente a partir de cierta edad. Supongo que aún no lo habéis notado y os disculpo por vuestra falta de clarividencia, pero el collar es el símbolo que las delata. Vamos a ver, ¿quién se mete en un chiringuito a servir copas con un collar de perlas auténticas? Está claro, amigos míos, que sólo puede ser una beata, una mujer que juró no separarse nunca de la prueba que confirma su beatitud.

Ese collar, objeto de coleccionista altamente codiciado, está realizado con un producto muy especial. Cuando la beata alcanza la madurez, se produce un cambio substancioso en su organismo monocotiledóneo que no es perceptible a simple vista. A raíz de esa permutación, se obrará un pequeño milagro cada cuatro semanas. Debido al incremento de las temperaturas por la falta de uso y al contacto excesivo con ambientes cargados de substancias religiosas, cada una de sus ovulaciones dará como fruto una perla, y estas irán aumentando de tamaño conforme la beata se haga mayor. Las últimas perlas serán por tanto las mayores. Esas perlas, infinitamente especiales, han de ser portadas las veinticuatro horas del día para gritar ante los hombres lo evidente: que su monte no ha sido arado, que ha sido consagrado a una divinidad y no producirá otros frutos. Resulta increíble el descubrir como un organismo que conserva integro el repliegue membranoso que protege su orificio externo puede fabricar algo tan hermoso con una cadencia y con una precisión tan asombrosa. Cientos de templarios murieron por defender este secreto que hoy os cuento.

Os preguntaréis como puedo saber esto, pero para explicaroslo, tendría que contar la historia del día en que me expulsaron de una iglesia por quinta y última vez en mi vida y me fue prohibida la entrada al cielo y eso, eso es otra historia.


6 respuestas a “Las vírgenes de San Telmo”

  1. Til, vista la foto, se ve claramente que el cutis de esa señora no es el cutis de una virgen, así que me temo que sus perlas deben ser de las de Majorica.

  2. sólo hacer un comentario, los collares de perlas de las beatas o vírgenes tienen otra utilidad y que depende del tamaño de las susodichas, es simplemente usarlas con el collar completito para dar placer. a medida que se van volviendo higos pasados se van comprando collares con perlas de mayor diámetro, esto es verídico. Puedes ir a las iglesias y ver beatas jovencitas con collares de perlas pequeñitas, pero las viejitas usan unas perlotas que te cagas, parecen vírgenes pero los collares los llevan siempre encima para desahogos repentinos.

  3. Castañita, Oscar a la revelación por tamaña sugerencia. No vuelvo a acercarme a una beata con collar de perlas en mi vida.

  4. Me anima tu elocuencia y el buen usa del idioma de Cervantes, mas aun lamento discurrir con tus observaciones ya que creo fielmente de qu no hay virgenes en este mundo que no hayan probado los sabores tentadores de la carne. El que sean abstemias por eleccion personal no indica de que nunca dejaron sus «montes ser arados».
    De todos modos, tu construccion y relato son cada vez mejores, recuerda de guardar tus escritos, estas cerca de lanzarte a publicar alguno de tus escritos.
    Un saludo cordial

    Jojto