Los girasoles ciegos


Los que llevan viniendo a Distorsiones toda una vida seguro que recordarán las aguas turbulentas por las que navegó esta bitácora en abril del año 2006 cuando en un aciago día hablé de la película Azul oscuro casi negro. La mayor parte de los comentarios han sido eliminados y sólo podréis atisbar una ínfima parte del iceberg que creció bajo mis manos y que salpicó a varias bitácoras. Cuando la semana pasada miraba los estrenos españoles para ir al cine, si llego a tener una buena conexión de Internet e investigo algo más, seguramente habría detectado que uno de los protagonistas de Los girasoles ciegos aparecía en esa película y habría dudado antes de ir al cine. Por suerte no fue así y hoy podemos hablar de ella.

Un julay pajero se la casca entre curillas

La guerra civil española dejó un montón de heridas abiertas, familias rotas y un país aplastado por los vencedores. En ese mundo, una mujer trata de sobrevivir escondiendo en su casa a su marido y viendo como su hija y su novio se marchan del país. En el colegio de su hijo pequeño, un diácono que luchó en la guerra y le cogió gusto a lo de matar se fija en ella y le quiere poner la pierna encima y la mujer tendrá que luchar contra el acoso del diácono y las condiciones cada vez más difíciles en las que se mueven los perdedores de la guerra. El drama se irá macerando y calentando hasta un final muy caliente en el que no hay vencedores y sí muchos vencidos.

Si alguien me dice a mí que voy a ir a ver una película ambientada en la guerra civil española y que me va a gustar me parto de risa. Debe ser que me estoy haciendo viejo porque yo hasta ahora he pasado por todas esas historias que nos han contado una y otra vez sin que se me pegara la más mínima compasión por ellas. Aquí tenemos un buen drama, construido de una forma muy sólida y que se ve claramente que está abocado al desastre más absoluto. Todos los personajes sufren de alguna forma, tanto aquellos que formaron parte de los vencedores como los vencidos. Entre todos se encuentra un país que da bandazos al compás de una nefasta iglesia católica en la que por cada buena persona que hay tienen cincuenta cabrones a los que de existir Dios, les tendrá que dar billetes de primera clase para el infierno. La protagonista está interpretada por una Maribel Verdú que se sale y que sigue teniendo un no-se-qué sexual que la rodea y te provocan pensamientos lascivos. Esta mujer vive entre dos mundos, saliendo a la calle y aparentando que su marido fue asesinado en la guerra, ignorando que su hija se fugó con un comunista y manteniendo en casa esa otra vida con el hombre al que ama y que tiene escondido en algún lugar de la casa. Su colisión con el diácono es terrible por la tensión sexual que surge de ellos. El pre-curilla se pone cachondo solo con verle los zapatos y no puede evitar el mandar a tomar por saco toda su exquisita formación para ser un siervo de Dios y sentir que lo que él realmente quiere es trincar a esa hembra y hacerla suya una y mil veces. Está interpretado por Raúl Arévalo y aunque me cueste he de reconocer que ha bordado su papel y brilla en este personaje lleno de ambigüedad. El trío lo completa Javier Cámara en un papel dramático que lo aleja un poco de su estilo habitual pero que ejecuta valientemente y de una forma muy creíble.

Esta es una película de historias duras, de velocidad lenta y en la que el espectador tendrá que tener el aguante suficiente ya que no es el típico guión al que estamos acostumbrados y en donde todo te lo dan masticado y listo para tragar. Personalmente me gustó bastante y aunque sé que es muy difícil recomendar cine español, esta creo que la deberíais ir a ver, aunque procurad no llevar a los amiguitos de la rama de los orcos que todos tenéis porque esos no tienen capacidad de procesamiento neuronal suficiente para disfrutar con este drama.
8artuditos