Los Museos Vaticanos, la Capilla Sixtina, Miguel Ángel y mucho más


El relato comenzó en Llegando a Roma

Después de llegar a Roma la noche anterior, tenía un programa bastante completo para el día y comenzaba temprano. A las ocho de la mañana me ponía a desayunar y me encontraba con los otros clientes del B&B, una pareja holandesa que estaba en Roma pasando cinco días. También estaba la dueña y desayunamos con ella. La mujer me sugirió un par de lugares para visitar y me dejó un mapa con todo señalizado. Esa mañana estaba algo nublado y amenazaba con llover, algo que ya me esperaba. Salí a la calle y bajé con ella hasta la Via Galileo Galilei por la que me metí para hacer fotos de las casas típicas de la ciudad de Roma y que me recuerdan muy mucho a las casas españolas de los sesenta y setenta. Después bajé a la Via Labicana y fui a la Basilica di San Clemente al Laterano, la cual nunca había formado parte de mi plan original pero me la recomendó la casera. Fue todo un sorpresón ya que es como una muñeca rusa. Primero te encuentras con una basílica con unos frescos fabulosos y un mosaico del siglo XII (equis-palito-palito) realmente asombroso. Después y previo pago puedes descender a la primera basílica, la cual está debajo, un viaje en el tiempo fascinante. Después y descendiendo por unas escaleras del siglo IV (palito-uve) llegamos a un edificio que fue templo pagano y en el que hay una casa. Este edificio está a unos diez metros por debajo del nivel actual de las calles y nos da una idea de todo lo que se ha cubierto Roma desde entonces. Esta visita debería estar incluída en la lista de todos los que van a la ciudad.

Al salir pasé por el Coliseo e hice unas cuantas fotos por fuera. Comenzaba a lloviznar y todos sacábamos nuestros paraguas. Hice alguna foto del Foro Romano y seguí hasta llegar a los Museos Capitolinos. Como habrían hasta tarde decidí visitarlos al final del día y continué entre callejones a la Chiesa di Sant’ Ignazio di Loyola, una de mis favoritas de la ciudad. Al salir me acerqué al Panteón para presentar mis respetos a los dioses paganos que ordenaron la construcción de esa maravilla y como siempre, estaba lleno de turistas. Seguí mi ruta de iglesias enfilando a Santa Maria Sopra Minerva y el precioso obelisco con elefante de Bernini que hay a la entrada y el Cristo Rendentor de Miguel Ángel que hay dentro. En la puerta de la basílica, como en casi todas, una gitana profesional del mendiguismo a la que ninguneé con ese estilo tan grande que he adquirido con los años. Mi camino continuó hacia la Chiesa del Sacro Nome di Gesù con más y más obras de arte increíbles. Mi ruta continuó callejeando por estrechas calles hacia el Campo de’ Fiori y para cuando me quise dar cuenta, ya casi no me quedaba tiempo para llegar a los Museos Vaticanos y salí corriendo. Llegué casi sin resuello, presenté mi entrada y al momento nos dieron unos auriculares y salió nuestro grupo, ya que era una visita guiada que combinaba los Museos Vaticanos con la Basílica de San Pedro. De adolescente estuve en los Museos Vaticanos y tengo vagos recuerdos pero vamos, ahora que he regresado puedo afirmar y afirmo que flipé en colores. Hay tanto arte que se te queman las retinas. No hay un centímetro del edificio que no contenga algo precioso, es un despliegue de todo lo que ha pillado la iglesia increíble. La guía nos iba contando cosillas relevantes y preparándonos para el gran momento, ese en el que entras en la Capilla Sixtina y la mandíbula se te desencaja. Por suerte estuve en temporada baja y no había mucha gente. Estuvimos unos quince minutos en la capilla, simplemente admirando esa obra increíble. Al salir de allí todo te parece poco y bajamos por unas escalinatas y vimos el recorrido que hacen los Papas cuando los eligen, con lo que no hace ni una luna que Paco el argentino pasó por allí. Al llegar a la Basílica vimos la puerta que abren en el año santo y seguimos para admirar la Piedad de Miguel Ángel, una obra que roza la perfección. Después nos enseñaron otras cosas de la basílica y cuando acabó la visita guiada seguí allí dentro haciendo fotos y viéndolo todo. Bajé a ver las tumbas de los Papas y me fijé que ya habían mudado a algunos de los que la diñaron recientemente. Estando en la basílica un cardenal la iba a cruzar de lado a lado acompañado de unos chavalines a los que puede o puede que no les haga cosillas y cortaron el tráfico de visitantes para que el hombre se luciera en una pantomima bochornosa. Más tarde comenzaron a cerrar zonas de la basílica y conseguí unas fotos increíbles del Baldaquino de Bernini.

Desde San Pedro volví hacia el Mercato di Campo dè Fiori en donde me compré unos dulces para comer y seguí de regreso a los Museos Capitolinos en los que pasé cerca de dos horas admirando todas las obras que contienen y particularmente la Lupa Capitolina con los dos mamones debajo de ella. Yo no sabía que por detrás de los museos hay unas vistas increíbles del Foro Romano y pude hacer un montón de fotos. Cuando terminé la visita hice más fotos nocturnas en los alrededores y después me acerqué a la Fontana di Trevi, que esta con la multitud habitual en el lugar. Me compré un helado en la Gelateria Valentino que estaba de vicio y desde allí seguí hacia la Piazza di Spagna para hacer unas fotos nocturnas y del árbol de navidad. En lugar de coger el metro decidí caminar de vuelta sin recordar que Roma son un montón de colinas y aunque el paseo es agradable, fue una quemada que no veas. Llegué al B&B, dejé la cámara y para cenar fui a la Trattoria Antica Hostaria da Angelino y me di un homenaje. Regresé a mi habiación no muy tarde y caí muerto en la cama casi al momento. No sé cuantos kilómetros caminé pero fue una cantidad considerable. Al día siguiente comenzaba bien temprano con mi segundo objetivo de esta visita ya que mi avión regresaba a Holanda sobre las tres de la tarde y solo tenía la mañana para hacer turismo.

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