Los templos de Angkor. Primer día


El relato de este viaje comenzó en El comienzo de otro gran viaje

En la guía turística que me prestó la Chinita dice claramente que nada te prepara para la grandeza de Angkor Wat y el que lo escribió tenía más razón que un santo. Retrocediendo un poco en el tiempo, mi primer día en los templos comenzó con el desayuno a las siete y media de la mañana y mi conductor de tuk-tuk recogiéndome a las 8. Resultó ser Mr. Bun, el mismo que me trajo del aeropuerto. Lo primero era conseguir el pase y nos encaminamos hacia las taquillas en las que se venden las entradas. Elegí un pase para tres días por 40 dólares, que visto lo que he visto no es que no sea caro, está regalado. Aunque llevaba fotos se han modernizado y te hacen una allí mismo y tienes tu pase en cuestión de segundos. Inmediatamente nos pusimos en marcha y tras pasar el control pertinente, enfilamos hacia Angkor Wat, una obra maestra de la arquitectura Khmer creado alrededor del 1150 y consagrado al dios Vishnu. A todos los templos de la zona se entra desde el este y solo Angkor Wat es la excepción. Llegas por el oeste a través de un impresionante acceso sobre las aguas del foso que rodean el templo. En las películas me daba la impresión de ser grande, pero estaba muy equivocado. ¡Es gigantesco! La visita me tomó unas tres horas. No voy a explicarlo todo porque estaríamos hablando de templos hasta navidades pero decir que en la tercera muralla hay unos frescos labrados en la piedra acojonantes. Rodean todo el perímetro y cuentan las historias y batallitas de reyes y dioses. Hasta ese lugar podían llegar los mortales ya que al interior solo podían entrar el rey y los monjes que vivían con él. La parte más famosa creo que se traduce como Batido del océano de leche y qué os voy a contar, como para llorar de pura belleza. Una vez rodeas toda la tercera muralla entras a la parte central del templo y ahí es de mirar y no creérselo. Cada rincón, cada piedra, cada cosa está allí con un preciso objeto y te demuestran lo fácil que puede ser crear algo bellísimo usando solo piedras. El templo es una auténtica pasada. Pienso volver el tercer día de mi pase para regodearme de nuevo con el lugar. Para amenizar mi visita al templo iba escuchando la banda sonora de Gattaca, una música perfecta para realzar los mejores momentos y que hace que parezca que estás en una película (y en realidad lo estaba, son mis vacaciones aventureras).

Desde allí nos dirigimos a Angkor Thom, un templo masivo que cubre un área de tres kilómetros cuadrados. En realidad son varios templos, a cual más espectacular. Ya te quedas alucinando en las puertas de acceso. Llegamos por una que tiene cincuenta y cuatro dioses de ojos almendrados haciendo una cadena a un lado del paso y cincuenta y cuatro demonios de ojos redondeados por el otro. Desde allí hay que avanzar kilómetro y medio hasta llegar al Bayon, el cual se construyó como una especie de templo multiconfesión en el que se reconocían todas las religiones del reino. Tras visitarlo seguí hacia el Baphuon, el cual están restaurando y solo se pueden ver algunas zonas y entre ellas el gigantesco buda recostado que da forma a una de las murallas del templo. Cada uno de estos templos es alucinante. Seguí hacia el Phimeanakas, bastante sencillo comparado con sus vecinos y desde allí fui a la terraza de los elefantes en la que hay tallados elefantes a tamaño real. Supuestamente sobre ella había un palacio que ha desaparecido. Por ahí me tropecé con un grupo de españoles a los que el guía les estaba explicando cosas y uno preguntó por la cara de mala hostia de algunas de las imágenes y el tipo le dijo que esos eran coreanos, que siempre están de mala baba y son gente mala y dañina y por eso los retrataron así. Casi le doy un abrazo al guía por confirmar lo que yo siempre digo y todos sabemos sobre esa escoria miserable que son los cabezudos coreanos. En esta serie de templos opté por la elegancia y la emoción de la banda sonora de Stardust.

Terminé el paseo en la terraza del rey Leproso, una obra increíble y en la que se cree que era el sitio en el que hacían las cremaciones reales. Parece poco pero fueron un par de horas. Mi conductor de tuk-tuk me recogió por ahí y nos fuimos a ver el templo de Thomannon, uno más pequeño y que está cerca del templo hermano de Chau Say Tevoda. Sirven para darte algo de respiro y regresar a dimensiones humanas y no divinas.

Paramos para almorzar y después continuamos con el templo Ta Keo, otro que de nuevo consigue dejarte con la boca abierta y además te arranca el aliento porque para subir los escalones son de morirse. Vamos que te dejas el alma por allí para arriba para conseguir llegar a la cima y lo peor está por venir cuando sabes que tienes que bajar por esos micro-escalones que están tan separados unos de otros. En la zona de salida, como en todos los templos, un montón de gente intentando venderte agua a 1$, camisetas a 1$, cutre-pulseras, trapos de ponerse por encima y demás. Lo triste es que muchos usan niños que deberían estar en el colegio y por eso no hay que comprarles, para que manden los chiquillos a clase. Una de las niñas particularmente trató y trató de conmoverme de mil formas distintas pero no lo logró. Esa no sabe que me crié en la Isleta y que el chantaje emocional se daba por supuesto en el barrio si querías ser alguien. Se cogió un rebote de que te cagas cuando le fallaron todas sus artimañas. Este templo no se terminó porque al parecer le cayó un rayo y para esta gente da mal rollo. Mira tú todo el esfuerzo que hicieron para nada.

Con la niña cagándose en todos mis muertos nos fuimos hacia Ta Prohm, un templo en el medio de la jungla y en el que lo más espectacular son los gigantescos árboles que han crecido abrazando las rocas y creando una fusión entre ellos y el templo increíble. Es uno de los mejores y aunque está en muy mal estado, te marca y te recuerda que nos podemos seguir asombrando.

Ya terminando el día fuimos a ver el templo de Banteay Kdei, del que me faltó por ver las piscinas (aunque regresaré el tercer día) y como se estaba haciendo tarde nos fuimos hacia Phnom Bakheng, el primer monumento que se construyó en la zona y que es un templo-montaña. Data del 889 y lo especial del sitio es que cuando subes la montaña y el templo, tienes una vista increíble de toda la zona para ver la puesta de sol así que allí fui, allí me apalanqué y esperé hasta que el sol bajó lo suficiente para pintar en el horizonte un lienzo bellísimo. La gente más gandula sube en elefante pero yo preferí mi propia tracción. Entre unas y otras cuando terminó y bajé ya eran las seis y media pasadas y hasta las siete no llegué al hotel, baldado después de tanto caminar y trepar y con cientos de fotos en mi cámara.

Me di una ducha, salí a cenar en el mismo restaurante que la noche anterior y después caí rendido en la cama ya que al día siguiente la aventura comenzaba de nuevo bien temprano.

El relato del viaje continúa en Los templos de Angkor. Segundo día


5 respuestas a “Los templos de Angkor. Primer día”

  1. Si, lo malo es cuando las visitas son agotadoras, la ultima parte ya no la disfruta uno porque está hecho una mierda, me pasó a mi en Graná, en la Alambra, que es la de dios de grande, lo suyo es dividir la visita en varios días, pero supongo que eso lo hace poca gente por razones obvias.
    Parecido a lo que te pasó con la niñita me pasó a mi con una gitana, yo pasé olímpicamente pero a mi hermano le atrapó el brazo otra tia y no lo soltó hasta que no le soltó todo el rollo…jajajaja
    Salud

  2. Genín, en un viaje tan largo como este yo procuro alternar días de Maratón con días de sosiego y entre medias están las jornadas de tránsito que suelen ser más relajadas.

  3. Si tú que has visto de todo por casi todo el mundo has quedado tan impresionado, me parece que esta zona del planeta ha subido muchos puntos en mi lista de «Destinos soñados a los que probablemente nunca iré, pero que no se me quitan las ganas a pesar de que valgan una pasta, estén llenos de mosquitos o similares, hablen idiomas de los que no entiendo ni papa, y que repetiré que quiero ir muchas veces a ver si alguien me oye y me da la sorpresa de mi vida». Hala. Por cierto, he dicho alguna vez que quiero ir a Jordania? Si cae….

  4. Que vergüenza, puse Alhambra sin h, mucho sorry…
    Tu técnica es perfecta Sulaco y a lo mejor tambien le funciona a Virtuditas la suya…jajaja
    Salud

  5. Genín, créeme, no funciona. Al final cuando quiero ir a algún sitio, me busco la vida, contrato todo y llego en plan «Sorpresaaaaaaaaaa»…