Los templos de Angkor. Segundo día


El relato de este viaje comenzó en El comienzo de otro gran viaje

Cuando me desperté el segundo día en Siem Reap tenía agujetas hasta en las pestañas. Subir y bajar cientos de escalones, caminar kilómetros, trepar, saltar y correr cuando un mosquito del tamaño de una libélula te persigue tiene su precio. Por suerte no soy de los que se arredran ante la adversidad y me di una ducha, desayuné y me preparé para salir de nuevo hacia los templos.En lugar de las cholas Moisés con calcetines que llevaba el día anterior opté por las botas de trekking y fue una buena decisión.

 

El señor Bun me esperaba en la puerta y discutimos brevemente el plan del día. Yo no quería volver tan tarde como en la jornada anterior para así aprovechar y descansar un poco en la piscina. Nuestro primer destino fue el templo de Preah Khan, al noreste de Angkor Thom. Se construyó en el lugar en el que anteriormente había un palacio-ciudad real llamado Jayasri, lugar en el que vivió el rey mientras se restauraba Angkor Thom después de que fuera saqueada en 1177. El nombre del templo significa la espada sagrada y hasta hoy día los camboyanos creen que quienquiera que posea la espada tiene el derecho al trono. También se rumorea que una réplica está guardada bajo llave en el palacio Real en la capital. El templo es enorme y durante un tiempo funcionó como monasterio y universidad con unos mil profesores. Está rodeado de la jungla y resulta muy agradable para visitar.

Desde allí fuimos a Neak Pean, el cual originalmente estaba en una isla y que no es un templo. Son un grupo de piscinas unidas por caminos con una torre en el centro de la piscina central (y más grande). Según mi libro se construyó para representar al mítico lago del Himalaya llamado Anavatapa y según el señor Bun eran las piscinas en las que se bañaba el rey. Como es temporada seca en las piscinas no había agua y pude caminar sin problemas a la torre que está en el centro.

Nuestra tercera parada fue en Ta Som, un templo construido en el siglo XII pequeño y coqueto que está en bastante mal estado pero que tiene unas cuantas cosas que merecía la pena ver. Tiene también la ventaja de no ser muy popular y lo visitas sin tener a cientos de personas a tu alrededor jorobándote cada foto que quieres hacer.

Desde allí nos dirigimos al Mebon del este, construido en el siglo X para los padres del rey. En aquella época era una isla a la que se llegaba por barco y en sus muros tiene los lugares en los que pueden atracar. Hoy en día está todo seco a su alrededor y se llega andando pero sigue siendo igual de impresionante. Tiene cuatro esculturas de elefantes a tamaño casi-real en las cuatro esquinas que se suponen que están ahí para defender el sitio.

A continuación vinieron quince kilómetros de carretera para llegar a Kbal Spean. Por el camino te topas con cosas increíbles como tíos llevando vigas en motocicleta o un cerdo muerto de paquete, con las patas para arriba y supongo que camino de algún mercado o restaurante. También vimos bicicletas de todo tipo y los niños saliendo del colegio. Era sábado pero al parecer también van a clase ese día. Los quince kilómetros son casi tres cuartos de hora en el tuk-tuk, el cual no tiene una velocidad punta muy elevada. Por la ruta vi un montón de casitas que en la puerta tienen una bomba de agua con un cartel que informa de quienes fueron los donantes. He estado mirando a ver si doy con la organización que las dona para ver si puedo convencer a la tropa y entre todos donar una o dos y resolverles la vida a una familia. No creo que cueste demasiado dinero (para nuestros estándares) y puede ser un paso significativo en la mejora de vida de una familia que pasaría de tomar agua posiblemente contaminada con todo tipo de enfermedades a tener su propio pozo de agua fresca. Tras el largo viaje llegamos a Kbal Spean y el señor Bun me dijo que debería llevarme más agua porque lo que iba a ver está en la jungla y hay que subir.

Son mil quinientos metros de caminata por la jungla, por un camino bien marcado en el que te recuerdan cada cien metros la distancia que te falta. Lo acompañé de la banda sonora del musical Tarzán en holandés y seguro que los monos y otros animales todavía se preguntan que hacía aquel chiflado cantando en un idioma raro y bailando por la jungla. Hasta aquí si que llegan pocos turistas y definitivamente no vienen los autobuses llenos de gandules porque se les mueren por el camino. Los mosquitos eran como obuses que caían sobre ti. Si a eso le unes que cien metros a 36 grados y por la jungla son como dos kilómetros agradables en Holanda, para cuando llegué arriba estaba totalmente sudado y baldado. El sitio lo usaban los Khmer para esconderse en el siglo XI y tiene una serie de piscinas naturales en las que grabaron dioses hindúes, escritura en sanscrito y flores de loto. En la punta de arriba habían dos o tres que se ofrecían como guías y uno de ellos me llevó por el sitio enseñándomelo todo. Era un joven con un solo brazo y en el lugar en el que debía tener el otro le habían puesto (o se había puesto) el brazo de un maniquí de tienda lo cual le daba una pinta un tanto siniestra pero se desenvolvía muy bien por allí y si se sube todos los días ese kilómetro y medio de jungla se merece los dos dólares que le di por hacer de guía turístico. Me mostró un montón de cosas que no comentaban en mi guía y cuando llegamos a la catarata, lo cual suena muy espectacular, en realidad es un saltito de agua de tres metros pero el sitio es idílico con cientos de mariposas volando a tu alrededor. Al parecer hay gente que baja río abajo pero yo con la cámara no me arriesgo que si me escoño por allí a ver donde consigo otra cámara.

En el regreso sudé el litro de agua que me tomé antes de empezar a bajar y cuando llegué al lugar en donde me esperaba el señor Bun nos quedamos en el restaurante de alguno de sus colegas y almorzamos allí. Con la barriguita llena salimos hacia Banteay Srei, un templo que está cinco kilómetros más abajo (regresando hacia Siem Reap) y que cuando crees que ya no te pueden sorprender y has visto lo mejor, te llevas un tremendo bofetón porque es increíble. Está construido en una piedra distinta de un tono rosado y tiene una profusión de decoración increíble. Este no lo construyeron los reyes sino dos dignatarios que trabajaban para el rey y se hizo en el siglo X. Al parecer en la temporada de lluvias el acceso por el camino procesional es alucinante con los reflejos en los lados y los campos de arroz pero por ahora me tuve que conformar con un camino más normal aunque espectacular. Prácticamente toda la superficie de las murallas interiores están adornadas al igual que las torres. Es impresionante. En el acceso desde el aparcamiento hay un asentamiento enorme de tiendas para turistas en las que te acosan hasta el infinito y más allá pero por suerte, mi insensibilidad les puede y no lograron colocarme nada pese a los intentos de decenas de vendedores.

Desde allí hasta Siem Reap son unos treinta kilómetros y de nuevo nos pusimos en ruta por carretera, viendo las mismas escenas pintorescas y con chiquillos que llevan bicicletas para adultos en las que no se pueden sentar y se bambolean mientras pedalean (y algunos de ellos hasta llevan a dos más sentados de paquete). En el camino de vuelta paramos en Banteay Samre, al que se llega por una carretera en la que se te descoyuntan los huesos con los saltos que daba el tuk-tuk. Por esta razón no parece ser muy popular y es una pena. El templo tiene dos fosos, algo único ya que todos los demás solo tienen uno. Cuando estaba acabando la visita comenzó a llover y tuve que correr como una cabra salvaje para que no se me mojara la cámara ya que en un momento de ofuscación decidí dejar la mochila con el señor Bun ya que estaba cansado de cargarla.

El hombre preparó el tuk-tuk bajando unos toldos para que yo no me mojara y comenzamos el regreso hacia la ciudad, aunque pronto paró de llover y los subió porque nos frenaban demasiado. Fue otra jornada intensa y llena de imágenes increíbles que espero que hayan quedado bien retratadas por mi cámara.  

En el hotel, contraté un espectáculo de baile Apsara junto con cena buffet en uno de los restaurantes que ofrecen el espectáculo en la ciudad. Por lo que leí en mi guía, este tipo de baile típico solo se puede ver aquí o en la capital y según el libro, resulta más fácil aquí. Me costó la ridícula cantidad de doce dólares y comenzaba a las siete y media aunque había que llegar antes para la pitanza. Como estaba a tres minutos de mi hotel andando, salí a las seis y media y para cuando comenzaron a bailar yo ya estaba reventado como un cerdo a comida tailandesa, japonesa, camboyana y de los alrededores. El baile Apsara lo hacen unas mujeres (o jóvenes) que comienzan a prepararse desde los siete años. Mueven las manos con gran delicadeza y elaboración haciendo más de mil quinientos movimientos. Cada postura, cada movimiento de manos tiene su significado y el conjunto es muy bello. El espectáculo dura una hora y en verdad que merece la pena. Al terminar las bailarinas se quedaron en el escenario y las hordas de gitanos se subían para hacerse fotos con ellas, en plan low-class. Yo volví paseando por la ciudad hasta mi hotel y visto que los madrugones no hay quien me los quite, me acosté temprano. Para el tercer y último día de visita a los templos quedamos que empezaríamos a las siete y media para así acabar antes.

El relato del viaje continúa en Los templos de Angkor. Tercer día


6 respuestas a “Los templos de Angkor. Segundo día”

  1. Ah, se me olvidaba, lo de las sandalias con calcetines no me lo esperaba de ti…. uf…. me supera…

  2. Virtuditas, lo ultimo que quiero es lesionarme mientras hago jornadas maratonianas y si para evitarlo hay que usar calcetines, se hace y punto. Hoy lo he repetido durante media mañana porque iba a entrar en un montón de templos y me da ASCO caminar descalzo por donde se arrastran los mugrientos mendigos hindúes. Una vez supere la prueba, pase por el hotel y me puse las botas para continuar la jornada

  3. Desde luego hay que ser prácticos, a mi también me daría verdadero asco ir andando por ahí descalzo, ni siquiera lo hago en mi casa, no tengo problemas para andar en pelotas por casa, como estoy ahora,al contrario esa sensación de libertad me encanta, pero los pies siempre calzados con algo cómodo.
    Admiro tu capacidad física, hoy estuve poniendo fotos en mi blog que me mandó mi hermano desde Bruselas, porque mi maquina no funcionó, son casi todas sobre la Alhambra, y casi me agoto solo con el recuerdo, terminé en el sofá roque total…jajajaja
    Salud

  4. Fantástica visita a los templos, se me está antojando hacerla, debe ser un espectáculo. Por cierto, si te enteras de lo de la organización que hace los pozos, ponlo aqui, que a mí también me interesa participar con ellos.