Mi primera vez en el aeropuerto del Nido


El relato comenzó en El salto a Dubai que comienza las vacaciones

Finalmente llegó el momento de dejar la provincia de Visayas y el entorno de la isla de Cebu en el que me he movido desde que llegué a las Filipinas y saltar a Palawan, al oeste del país. Ya lo he dicho pero lo repito. Inicialmente, mi plan era volar desde Cebu a Puerto Princesa y desde allí ir al Nido en una furgoneta. Este plan se basaba en mi ignorancia, ya que desconocía que desde hace algo menos de un año, Air Swift tiene vuelos regulares con Manila y desde hace un par de meses, también con Cebu. Los miércoles tienen dos vuelos y yo compré billete para el primero. Me levanté temprano, a las seis y cuarto de la mañana, me duché, eché el jiñote y me fui a la parte exterior del centro comercial Ayala para desayunar panqueques, que estaba de antojo y al no ser obeso como vosotros me lo puedo permitir. Después volví al hotel, recogí mis cosas y antes de las ocho estaba usando el programa Grab para llamarme un taxi y en sesenta segundos estaba en la puerta. Como Cebu es horrenda para el tráfico, preferí pecar de precavido. Vine llegando al aeropuerto a las ocho y media de la mañana. Pasé el control de seguridad de la puerta y busqué el mostrador de facturación pero no había. Ninguno. Preguntando en los otros me dijeron que habrían dos horas antes del vuelo, a las nueve. Vacié mi botella de agua y esperé unos minutos. Lo de Air Swift es en plan fino y se consideran aerolínea boutique, así que te ponen una alfombra roja delante del mostrador de facturación para que te sientas importante. Me informaron que en la puerta de embarque me darían mi aperitivo. 

Pasé el segundo control de seguridad y en la terminal aproveché para comprarme una camiseta, creo que la primera que tengo de las Filipinas. La camiseta celebra que Cebú es la ciudad reina del Sur de las Filipinas desde el mil quinientos y pico, gracias a cierto pueblo que tiene la cruz de tener una autonomía llena de retrasados y mierdosos llamados truscolanes que han sido lobotomizados y no saben que España existe desde hace la tira y mucho abates que ellos empezaran a robar, llorar y mangonear, que es lo único que saben hacer. El avión era un turbohélice, un ATR-42 con capacidad para 46 pasajeros y salíamos desde las puertas 25A/B, viejas conocidas ya que por ahí fui a Camiguín el año pasado. Una azafata de tierra, tras enseñarle mi tarjeta de embarque, me dio una bolsita de cartón muy estilosa con un bocadillo, una especie de flan de coco sin huevo, una botella de agua y otra de zumo de naranja.  Los de las aerolíneas pobres fueron corriendo a ver si pillaban pitanga gratis pero las azafatas los mandaron a bufiar a otra parte ya que aquel tesoro estaba reservado a viajeros élite tirando a más. 

Nuestro vuelo despegaba a las once y cuarto pero el avión llegó antes y como ya estábamos todos, a las diez y media nos metieron en la guagua, nos llevaron al avión y el piloto dijo, pues nos vamos, ¡coño! Y salimos como veinte minutos antes de hora. A mi lado iba una filipina y como siempre, se puso a hablar, que las filipinas si dejan de hablar se les debe entumecer la lengua y mueren o algo así y por eso no paran. Me contó toda su vida, incluyendo los detalles importantes, como que se casó con un alemán, que tienen un restaurante en la playa en el Nido y que tiene dos hijos. En la hora y pico de vuelo, me puso al día de todos sus quehaceres y me ofreció llevarme hasta el Nido desde el aeropuerto (o más bien, su marido, que la venía a buscar). Son las cosas de la magia de viajar solo. Lo peor que te puede pasar cuando viajas es llevar a alguien, en el instante en que hay dos o más, se te cierran muchísimas puertas. 

Cuando aterrizamos, salí del avión y me puse a grabarlo todo en vídeo. El avión era prácticamente nuevo y junto a la terminal que lleva diecisiete días abiertas, cuatro chamas cantando canciones típicas, momento estremecedor que por supuesto grabé. Entramos en la terminal, nos dieron nuestras maletas y el marido de la filipina nos alcanzó al pueblo. El lugar en el que me quedo es el Peak House Garden Pensión, en la parte cercana al mar y a cien metros del club de buceo que quería elegir para mis actividades subacuáticas. Después de dejar las cosas en la habitación, salí a comprar agua, a apuntarme para bucear al día siguiente y después a hacer fotos y bañarme en la playa hasta por la tarde. Después fui a la panadería del Nido, épica y legendaria y que ya apareció en el relato del primer viaje y me inflé a comprarme cosas por la friolera de treinta pesos o algo más de cincuenta céntimos de leuro. 

Por la noche salí a cenar y más o menos en ese momento comenzaron los apagones, algo que en el Nido sucede con un montón  de frecuencia y por lo que en las habitaciones siempre hay linternas recargables. Dejé apalabrado mi desayuno para las siete de la mañana en donde me quedo ya que tenía que ir a bucear a las ocho menos cuarto.  

Las fotos y los vídeos relacionados con esta anotación están en Los vídeos del día que fui de Cebu al Nido y el relato continúa en El día que buceé en Miniloc y anteriormente me cagué por las patas pa’bajo

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5 respuestas a “Mi primera vez en el aeropuerto del Nido”

  1. Ese «habrían las puertas dos horas…» me Ha dolido, en los ojos.
    Y fuiste a comer al restaurante de la señora? Digo yo que ya que te acercan en coche de gratis…

  2. Es curioso como la gente se acostumbra a todo, ellos se toman los cortes de electricidad como algo normal, en Europa ya estaríamos pidiendo que dimitiera el Gobierno en pleno, además las tienen que pasar putas con las neveras, los aires, sobre todo con el calor que hace, y se quedan tan panchos poniendo linternas recargables… 🙂
    Salud

  3. Virtuditas, es la mierda del corrector del iPad. A ver si hablas con tus amigos de la manzana mordida y lo arreglan. Y diles que es QUE y no UQE, deben haber cientos escritos en las últimas tres semanas. Me los cambian todo el tiempo. Ajolá y hubiese una buena tableta con el androitotorota, pero por desgracia no la hay.

  4. Nene, desactívalo, a mi no me vengas con historietas y excusitas. La manzana mordida funciona de puta madre no, lo siguiente.

  5. Ponte a escribir en un iPad con un teclado bluetooth y ya verás. Tiene una manía horrorosa de cambiar palabras. Últimamente le ha dado por poner mayúsculas y no tengo ni idea de por qué. Cada vez que escribo «el segundo» el lo cambia a «El Segundo» y lo mismo con un par de cosillas más.