The Monuments Men


Después de una semana bastante cinematográfica, en la que hasta el viernes había visto seis películas, el sábado por la tarde después de cenar me fui a ver una que por el trailer no me atrae nada pero nada de nada. Fui porque al fin y al cabo, si no la dirige Peter Jackson y no está basada en una historia del comemielda de Tolkien, siempre te puedes llevar una sorpresa. Por desgracia no fue así. La séptima película que vi esta semana fue The Monuments Men y algún retardado que ha comido demasiadas trancas en su vida le ha quitado el artículo y en España se estrenará la semana que viene como Monuments Men.

Unos julays han de robar a los nazis las cosas que ellos han afanado por Europa

Un panoli convence al presidente de los Estados Unidos que necesitan un equipo que vaya a Europa a proteger y recuperar todo el patrimonio artístico robado por los nazis, esos bellísimos seres humanos que son la inspiración y la semilla del Emporio Truscolano que recién ahora está siendo gestado y que será el nuevo problema fascista en la vieja Europa para los próximos años. Los julays recorren Francia, Bélgica y Alemania buscando las obras robadas y tratando de devolverlas.

Una de las cosas que no entendí de la película es que se supone que nos están contando algo terrible que sucedió en Europa y lo hacen con un grupo de tipos haciendo el payaso y soltando pollada tras pollada. Tienes a uno en plan el Club de la Comedia diciendo paridas y dos segundos más tarde alguien muere y ponen cara de situación durante un minuto hasta que se olvidan y vuelven a las paridas. El guión hace agua por todos lados, carece de substancia dramática y es puro artificio. No ayuda la terrible dirección de George Clooney, que parece haber perdido los papeles y se dirigió a sí mismo como una locaza, ya que todavía me estoy preguntando por qué su personaje camina como un maricón viejo. El personaje no lo necesitaba y salvo que sea que le sale de dentro, no me lo explico. El resto de protagonistas no está mucho mejor. Matt Damon enseña ese pedazo de cuello como tubo de alcantarilla que tiene y es incapaz de mover un solo músculo de la cara, algo a lo que nos tiene acostumbrados. Me dio pena por Bill Murray, ya que lo hacen parecer un payasote y no se merece esto y del resto, mejor no hablar, salvo para mencionar que el Clooney a Cate Blanchett le debe tener una manía terrible porque hay que ser hijoputa para hacer aparentar a una chocha de cuarenta y algo los sesenta tacos. La película tiene además el problema de muchas series de la cadena de televisión Antena Triste, un exceso insoportable de banda sonora, que no para, nunca, suena y suena y sigue sonando y jode muchos momentos en los que un poquito de silencio habría ayudado. La música recuerda a la de las películas de Indiana Jones, que molaban hace veinte años pero que ya están un poquito pasadas de milenio. No me importa reconocer que el comienzo es tan lento y aburrido que caí dormido y me desperté quince minutos más tarde descubriendo que no había pasado nada en ese cuarto de hora. Con una historia blanda y mal contada y un puñado de actores desperdiciados, la verdad que ha sido una gran oportunidad perdida.

Definitivamente no es cine para el Clan de los Orcos. Tampoco creo que merezca la pena que los sub-intelectuales de GafaPasta pierdan el tiempo con esto. Eso sí, una tarde de domingo después de una fabada la ponen en Antena Triste y te aseguro que caes muerto y te pegas la siesta del milenio.


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