A veces apetece ver algo muy ligero y que no requiere demasiado esfuerzo. Son esas películas en las que todo nos llega debidamente masticado y que sabemos que siguen una serie de reglas que conocemos prácticamente desde el momento en el que adquirimos la conciencia y comenzamos a ir al cine. Es lo bueno que tiene el género de la comedia chorra, que a menos que tengas diarrea cerebral, sabes lo que vas a recibir desde el momento en el que compras la entrada. Hoy tenía uno de esos días de ver algo así y terminé viendo Grown Ups que en España se estrenó en julio con el título de Niños grandes.

Una banda de julays hacen el tonto sin saber que en realidad son totorotas

Cinco amigotes del colegio se reúnen treinta años más tarde para ir al funeral de su profesor de gimnasia y de paso pasar el fin de semana juntos. Se traen a sus mujeres e hijos y tan pronto como se encuentran comienzan a actuar de nuevo como chiquillos solo que ahora sus familias no lo ven con buenos ojos.

Adam Sandler hace estas películas con los ojos cerrados. El hombre no tiene que esforzarse mucho ya que es el mismo papel que ha interpretado decenas de veces y en el que se prodiga como tonto y capullo con buenos golpes y rodeados de otros que hacen lo mismo. Básicamente se trata de eso y de nada más. Tenemos tías buenas enseñando carne a porrillo, viejas feas y que se tiran peos (pedos peninsulares), tíos acabadísimos, gordos y repugnantes, niños con todo tipo de desórdenes y tontas del bote de las que reírse. Con todo eso y un equipo de guionistas para enlazar bobería tras bobería no hace falta mucho más. Por supuesto hay que darle un envoltorio familiar y meter una moraleja para que parezca una película de Disney.

Este es un placer de esos culpables porque me lo pasé bien, sabía a lo que iba y me estuve riendo un buen rato con las tonterías predecibles. No tiene mucha más ciencia. Si te gustan las comedias absurdas y groseras, esta te va a encantar. Si no, pues mejor ni te lo planteas.