NO jodas a los viajeros con tu conversación


En los trenes holandeses han actualizado las señales y las han adaptado a los tiempos en los que vivimos. Ahora para pedir silencio en los vagones incluyen el uso de teléfonos móviles y mencionan también los aparatos de música. Algunas personas parecen no darse cuenta que sus conversaciones a gritos por teléfono no le interesan a nadie más y aunque ellos lo crean, no son más «chachis» por hacerlo. En realidad todos llevamos encima un teléfono móvil y todos podemos hablar con quien queramos en cualquier momento, así que no hay nada especial en usar el teléfono mientras viajas y si eres incapaz de mantener tu tono de voz bajo, MO-LES-TAS.

En algunos trenes hay zonas específicas en las que está prohibido el uso de teléfonos móviles, de aparatos de música o incluso hablar. Son para aquellos que quieren disfrutar del silencio o echar una cabezadita mientras viajan. Lo más asombroso es que la gente respeta esos tramos de los vagones y salvo por contadas excepciones, allí se respira el silencio.


11 respuestas a “NO jodas a los viajeros con tu conversación”

  1. Espero que no pase como en un hospital en donde se podían ver carteles por todas partes pidiendo silencio, y de repente una megafonia atronadora gritaba: Dr. Pijón Garcia preséntese en…
    Salud

  2. El paraíso existe…

    Me encantó en París llegar a un lugar donde había cientos de personas y no se oía… nada. Bendito silencio.
    Ayer día de fiesta, por una urgencia, tuve que ir a un Carrefour a las 10:30 de la mañana. Tenían la música a un volumen más propio de un «after» que de un hipermercado. Si lo hacen como estrategia comercial… conmigo se equivocan.

  3. Aquí no hay música en los supermercados, al menos no en los de Hilversum o Utrecht que yo frecuento. Y puedes estar en el andén esperando el tren con quinientas personas y solo escuchas el sonido de los trenes al llegar y salir.

  4. Cada día te tengo más envidia por vivir en un país civilizado. Aquí el feísmo hace tiempo que reina soberano y la falta de respeto a los demás, encabezada por el ruido constante, ha tomado las calles. En mi barrio hay ruido a todas horas: motos, quads, gilipollas que pitan para llamar a otros gilipollas en vez de tocar al portero automático, obras y martillazos a cualquier hora del día y de la noche, en fin. Yo ya me rindo, esto ya se parece más a Caracas que a cualquier otro país europeo.

  5. Lo de las pitas de los coches si que es mágico. Aquí nadie pita ni chilla cuando conduce o al menos yo aún estoy por tropezarme con uno que lo haga. El único uso de la pita del vehículo que conozco es cuando visitas a alguien y te marchas y ellos te están despidiendo en la puerta, les pitas como «adiós».

  6. No sé si en Holanda estará pasando, pero en Madrid, en el Metro, los niñatos y los negros suelen ir con sus teléfonos móviles oyendo música de mierda sin auriculares, por el altavoz, música llena de chasquidos por las características de tan precario reproductor, obligando a todos los pasajeros a escuchar su porquería.

    Me pregunto si alguien va a tomar cartas en el asunto o si habrá que esperar a que algún viajero machaque un par de cabezas con un bate de baseball para que las autoridades tomen conciencia del problema.

    Invierten miles de millones de euros en mejorar la calidad de vagones y estaciones, para que la gente vaya cómoda, y luego descuidan algo como eso, que amarga el viaje a cualquier ser racional.

  7. Rodolfo, en el transporte público que yo uso para ir al trabajo todos los días o los fines de semana para ir a Amsterdam, creo que una vez hace cosa de medio año tuvimos a uno de esos que escuchan la música con el móvil. En Gran Canaria, en la playa de la Garita conseguí un pleno y sucedió todos los días que fui a la playa así que entiendo que forma parte de la nueva cultura.

  8. Pues yo debe ser que vivo en un paraíso en España también porque aquí esas cosas no pasan, a veces me siento que vivo en otro lado por lo que cuentan jeje. En mi edificio en Cádiz se llevaron a unos perros de una vecina porque todos hablaron amablemente con ella por el ruido que producían cada mañana, no hubo problemas ella cordialmente accedió a sacarlos, a mi no me molestaban mucho la verdad pero parecía que a la mayoría sí, y no duró mucho tiempo para que los sacaran, ayer por la noche vino mi vecina a decirme que todas las noches que vemos esas pelis con el sistema de sonido de mi pareja que se siente como en el cine le está molestando un poco y si por favor lo podíamos bajar,porque aquí, en un edificio de 11 pisos con 6 pisos por piso pareciera que no viviera nadie y el poco ruido que hacemos nosotros los que hemos vivido en Holanda, molesta, lo curioso es que es el mismo ruido que hacíamos en Holanda cuando veíamos las pelis allí y nunca molestó así que no era tan grave. En Holanda si es cierto que hacer ruido está mal visto, es una cuestión cultural, la gente ha aprendido con los años a no molestar y pareciera que donde yo vivo ahora o han vivido mucho tiempo en Holanda o unos holandeses habitaron antes aquí o simple casualidad, pero pasa lo mismo 🙂

    Un beso!

  9. En donde viven mis padres, en la Garita, hasta hace dos años estaban metidos en juicios y pleitos con un vecino. No vivía allí y tenía unos ocho perros en el jardín cagando, meando y ladrando. Era la casa junto a la de mis padres. Yo hice las fotos para la denuncia. El tipo excavó un agujero en el jardín para empujar dentro las mierdas cuando venía una vez a la semana a limpiar un poco y tirarles comida. Las ratas eran como gatos y por la noche los perros ladraban desde la puesta de sol hasta el orto. En la Isleta, el barrio donde me crié, los ruidos eran la norma y las motocicletas sin escape pasando de madrugada haciendo un ruido terrible eran tan frecuentes como en un circuito de carreras. A parte de eso la gente gritaba continuamente, se peleaban berreando y dudo mucho que conocieran el significado de la palabra silencio. Un grupo de miserables jugaba al dominó los fines de semana en la calle hasta las tantas a base de gritos e insultos y si pasaba una chica le berreaban un «puta» o similar. Eran los intelectuales del barrio, un montón de bestias que trabajaban oficialmente de estibadores y en realidad se lo pasaban robando en el muelle. Cuando vivimos en el sur de la isla durante año y medio fue lo mismo, unos escándalos tremendos, insultos, palizas a la parienta después de llegar de una borrachera y tal y tal y por supuesto, conciertos de perros y gatos. La mayor parte de lo que cuento es de «antes» de la inmigración. Ahora, por lo que me cuentan mis padres, mi hermana y mis amigos es peor. En el edificio de mi hermana hay varios pisos patera y a parte de la fiesta diaria hasta las tantas de la madrugada, los insultos, las meadas en el ascensor o en los pasillos parecen ser la norma.

    Al mudarme a Hilversum lo primero que me llamó la atención es que vivía en un edificio de madera y no escuchaba a los vecinos, ni sabía quienes eran ni parecían sentir ese ansia por hacer ruido. En Utrecht es incluso más silencioso.