Noveno día. Cameron Highlands a Penang


El relato de este viaje comenzó en Camino a Kuala Lumpur y Tienes un índice con todos los capítulos en Viaje a Malasia del 2009: Índice con toda la historia.

Cuando se cumplían nueve días de mi visita a Malasia, las jornadas de transición ya no me sorprendían y ya hasta tenía mi propia rutina para sobrevivir a las mismas. Me levanté bien temprano porque el autobús salía a las ocho de la mañana y poco después de las siete estaba desayunando unos huevos revueltos y una taza del café horrendo que sirven en el Fathers Guest House. Ni en la más cutre de las compañías aéreas me han servido nunca un brebaje tan malo.

Cargando mis dos mochilas, la de la cámara sobre mi pecho y la que lleva la ropa y todo lo demás a mi espalda, salí de mi habitación y bajé las escalinatas que me llevaban al lugar de donde salen los autobuses. Allí dormitaban otros pasajeros en un rincón mientras hacíamos tiempo. El billete me había costado treinta o cuarenta céntimos más caro porque había elegido el autobús expreso, uno que sólo hacía una parada en el camino. Poco después el conductor nos avisaba, poníamos las mochilas en la zona de carga y nos subíamos al autobús. ?ramos seis en total y nos repartimos como quisimos. Yo me quedé cerca de la parte delantera. En las micro-fotos que veréis notaréis una cierta tendencia al color azul debido a los cristales del autobús.

Bus a PenangPlantaciones en la montaña

Al arrancar y según nos movíamos por Cameron Highlands se notaba una actividad frenética, sobre todo de los chinos, que iban vestidos con las ropas de los domingos y cargados de ofrenda se acercaban al templo budista en el que realizaban sus ofrendas. Ya nos habían dicho el día anterior que era un festivo nacional y que por todo el país los budistas estarían de parranda. Al salir de la zona, dejamos atrás las granjas enormes que crecían como setas a ambos lados de la carretera.

Todo es verdeVegetación

Después nos rodearon las montañas forradas de verde en las que las plantas parecen luchar con ferocidad por conseguir un trocito de tierra en el que crecer. El autobús se movía por aquella carretera rodeando los baches de la carretera y frenando a conciencia cuando bajábamos por unas cuestas increíbles. Íbamos en dirección a un lugar llamado Ipoh en el que pararía durante unos quince minutos y al que íbamos a tardar unas dos horas y media en llegar.

PeajeFábrica de cemento

Cerca de dicho lugar nos tropezamos con una inmensa fábrica de cemento en la parecían estar comiéndose las montañas de alrededor. Era como si hubiesen abierto una herida terrible en el manto verde y las plantas aterrorizadas huyeron de allí. Tan pronto como estuvimos a un nivel llano llegó la autopista y los peajes a precios de pura risa aunque supongo que para los niveles de salario de ese país son un poco caros.

La estación de autobuses de Ipoh era un lugar abarrotado de gente y al llegar una especie de controlador aéreo con un auricular con micrófono y un pequeño altavoz nos guió hasta nuestra plaza. Mientras algunos de los que viajaban conmigo se echaban un pis uno de los controladores comenzó a vocear y una muchedumbre se puso en movimiento en dirección hacia nuestro autobús. Comenzaron a entrar en hordas interminables y fueron llenando la parte posterior procurando evitar el contacto con nosotros los occidentales. Pronto no les quedó otra opción y se sentaron a nuestro lado. A mí me tocó una chica toda cubierta de velos que daba un cante que no veas. Se ve que el desodorante Rexona la dejó tiradísima. Yo neutralicé con las pulseras anti-mosquitos que apestan a insecticida una barbaridad y matan cualquier otro olor.

Venta en carreteraBOMBA

Repartidos por las aceras y a la vera de la carretera hay puestos de venta de todo tipo y aunque parezca increíble siempre hay gente comprando o consumiendo en los mismos. Los hay que ofrecen fruta fresca, agua, refrescos, comida y algunos son pequeñas ferreterías llenas de cosas que yo jamás consideraría útiles. Una de las cosas que me llamó la atención fue que la policía también se llama BOMBA o al menos eso es lo que se desprende de muchos carteles que he visto.

Cuando ya estábamos a punto de salir el controlador aéreo pareció volverse loco de remate y empezó a gritar a unas velocidades vertiginosas y a través de su micrófono contactaba con otros que a su vez le gritaban a él y daba la impresión de existir algún tipo de comunicación aunque a mí se me escapaba. El último en entrar era la perfecta bomba humana, fue poner un pie dentro de la guagua y la onda expansiva del sudor macerado durante meses en su camisa nos golpeó a todos y nos puso prácticamente de rodillas. Por suerte yo ya tenía alguien a mi lado y le tocó a otro el apechugar con aquella fábrica de hedor.

Saliendo de la estación de autobuses la tele que estaba en la parte delantera cobró vida y comenzó la película Anal-Conda, la de las serpientes en algún sitio de brasil. La daban en versión original con subtítulos en dos idiomas que se comían media pantalla. Creo que me dormí casi inmediatamente y pasé en modo de pausa al menos hora y media.

... Allá al frente ... PenangEl puente para llegar a Penang

Justo antes de cruzar el puente para entrar en Penang el autobús paró en otra estación y el ochenta por ciento de los que viajaban se bajaron. Continuamos al momento y pronto estábamos en el puente que une la isla con la península de Malasia. Había leído que el atasco allí es perenne y así fue, lo cruzamos a paso de procesión fúnebre, parándonos cada momento. Al llegar al otro lado el autobús entró en una pequeña estación y allí nos dijeron que acababa el viaje. Todos pensábamos que nos llevarían hasta la estación que hay en el centro de la ciudad y nos pilló un poco por sorpresa. Los taxistas nos rondaban como pirañas pero un empleado nos explicó gentilmente que también podíamos ir hacia la ciudad en guagua y nos dijo en donde tomarla. Los taxistas nos decían que las guaguas no nos llevarían y que no las debíamos coger pero el encargado de los billetes en la guagua nos gritaba y hacía señales y nos esperó hasta que entramos todos. Después se dedicó a echar gente de los asientos para que todos los europeos y americanos nos pudiésemos sentar con nuestras mochilas y nos cobró los veinticinco céntimos que costaba el billete. Nos preguntó las zonas a las que íbamos y nos dijo que nos avisaría. La guagua estaba petada de gente, allí entraban más y más y aquel hombre recolocaba a unos y otros, echaba a los jóvenes de los asiento y ponía a los viejos, gritaba, saltaba y mantenía la tensión en el aire. En un punto determinado nos dijo que nos bajáramos y al parecer nos dejó en una de las calles principales. Según el mapa mi alojamiento estaba a unos cuatrocientos metros y con mis mochilas a hombros comencé a caminar hacia el mismo. La distancia parece poca pero con más de treinta y dos grados y una humedad cercana al cien por ciento os juro que casi me dejo morir en un rincón. Lo empeoraba la falta de aceras ya que en Penang se olvidaron de inventarlas y las casas están separadas por un foso de la carretera y cuando vas andando pasan a tu lado bicicletas, motos, coches y vehículos que ni siquiera puedo describir a toda velocidad. Fui sorteando el tráfico como pude y cuando ya me iba a rendir llegué a la recepción y ahí acabó mi viaje. Eran las dos y media de la tarde.

El relato del viaje continúa en Noveno día. Penang


5 respuestas a “Noveno día. Cameron Highlands a Penang”

  1. Hay pocas cosas que me den mas asco que el olor a sudor revenio y macerao…
    La pelo…¿Era la versión porno de anaconda?
    Salud

  2. Sigo sorprendiéndome cuando leo los relatos de tus viajes, los llevas planeados al milímetro, sabes como y por donde moverte, horarios… que envidia! yo estoy planeando las vacaciones de verano y no tengo claro ni el destino, psé.

  3. Virtuditas, en realidad no llevaba nada planeado y después de escuchar a Mr. Hyde y otros viajeros tomé mis decisiones, busqué los sitios en donde quedarme y reservé. Hasta diez días antes de irme de vacaciones no tenía ni el hotel en Kuala Lumpur, solo el billete de ida y vuelta. En eso soy bastante caótico pero después la suerte siempre me acompaña.