Ojos


Normalmente no le presto ninguna atención a la cara de la gente y aún menos a los ojos. No los miro o no los miraba hasta que este año comencé a hacerlo traumatizado tras una conversación con unos amigos sobre la relación entre el síndrome del Vitorino y esos hijos que te salen con un color que no deberían. Todo vino porque me contaron que una pareja, ambos con ojos azules, cuando tuvieron un hijo (desconozco si era el primero o el decimocuarto), les salió con los ojos marrones. El tío se rebotó todo y le expresó a su mujer sus sentimientos de manera educada: – Mira que eres PUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUTA. Claro, todo venía a cuento que él, seguramente como yo, se había criado con la idea esa de que mezcla con chingamiento de ojos claros solo puede producir ojos claros y las mezclas con ojos obscuros suelen traer de ese tipo pero también pueden concluir en claros. Como los hombres no cargan el bebé en su tripote, que lo reservamos para la grasa almacenada gracias al consumo masivo de cerveza y carne de cochino, era obvio que su hembra se la estaba pegando con otro. O quizás no. Allí fue cuando me enteré que aquellas reglas que nos daban en clase en la EGB o quizás en el instituto ya no son válidas y que la cosa no era tan clara.

Después de aquella reunión, comencé a hacer inventario del color de ojos de mis amigos y sus retoños, por ver si habían cosas raras. El primero fue mi amigo el Rubio, que resultó que tiene los ojos azules, de un color claro. Los de su mujer son como verdes y las tres unidades pequeñas se dividen en dos grupos, con una de ojos azules y dos de ojos verdes, con lo que en esa casa parece que hay fidelidad. El Turco también tiene ojos azules y su hija los tiene verdes. Otros amigos holandeses se mueven entre el azul y el verde. Tras un par de semanas, me encontré que vivo rodeado de gente con esos dos colores de ojos y múltiples variantes. Claro, eso explica que cuando en clases de italiano, hace ya tres años por lo menos, hicimos un ejercicio en el que tenías que decir el color de ojos de la persona a tu izquierda, la japuta que me miró le dijo al resto de la clase que mis ojos son NEGROS. Todavía se la tengo guardada y algún día lo pagará. Los míos son marrones, pero no marrón claro sino marrón de chocolate con alto porcentaje de cacao. Vamos, que en la escala de los colores de ojos los míos están en el grupo de los más dominantes y populares.

En estas semanas de estudio ocular he descubierto que a mí me gustan los ojos de color marrón mucho más que los otros, que cuando alguien tiene los ojos claros yo ya asumo que es el malo de la película o el tonto del bote y agradezco que jamás me haya preocupado en mirar los ojos de la gente cuando los conozco o no tendría a dos de mis tres más-mejores amigos.

En una de esas discusiones en la zona de descanso y papeo de mi planta uno de los chamos me dijo que él los tenía marrones. Le miré los ojos y lo tuve claro, aquello era como una mezcla sucia de verde y azul, parecía más bien el color que debe tener la diarrea generada con espinacas y se lo dije, mírame a los ojos y descubre lo que es el marrón, el tuyo es diarrea rala. Después nos enteramos que su color lo llaman avellana o algo así.

Espero que esta obsesión se me pase pronto porque lo de mirar a los ojos a la gente no aporta nada y ya casi ha comenzado la primavera y que yo sepa, los avistamientos son en los bajos, no en la cara.


5 respuestas a “Ojos”

  1. Eso de lo del color genético no es muy fiable (como la genética en sí).
    Y por cierto, la tía esa diría que tienes los ojos negros porque no era capaz de distinguir la pupila del iris. En mi casa hay dos con los ojos así, que es imposible notarles las emociones solo por los ojos porque no hay forma de verles la dilatación o contracción pupilar. Te guste o no, no será la primera ni la última persona que mirándote diga que tienes los ojos negros.
    Dicho de paso, a mi me encantan.

  2. El mio es un marrón fuerte, como el de los jiñotes tras emboliadas a costillas en el Cartouche. A mí no hay que mirarme a los ojos para saber que están sonando los tambores de guerra.

  3. Será algo más propio de tías, pero a mí si que me gusta mirar a los ojos de la gente. A veces dicen más cosas que la boca.