Omán octava parte - Turismo en Moscate II


Arabian Tour 2005

Casi hemos acabado y no quiero dejar de insistir en el orden adecuado de las historias, que es el siguiente: Comienzo del viaje, Arabia Saudita, Qatar primera y segunda parte, Moscate, Camino de Sur y Sur, primer, segundo, tercer y cuarto día y vuelta a Moscate. El último capítulo hasta el momento ha sido turismo en Moscate I.

Nos pusimos de nuevo en ruta, retornando hacia la ciudad. El hindú quería entrar en cada complejo, puerto o desvío de la carretera, pero me mantuve firme para seguir hacia la ciudad. No me interesa ver un puerto deportivo o una avenida junto al mar. Eso lo tenemos en las Canarias en más cantidad y mucho más bonito. Palacio AlamLa siguiente parada fue el palacio de Alam, residencia del Sultán. Están haciendo obras por delante para hacerlo aún más espectacular de lo que es y también están ampliando uno de las alas laterales. El palacio es im-presionante, que diría uno que yo me sé. Se construyó en los setenta. Está entre dos fortalezas, la de Jalali y la de Miran que realzan aún más su grandeza. Fortaleza JalaliEstas fortalezas no se pueden visitar ya que pertenecen al ejercito. Tarde o temprano harán museos o restaurantes en ellas, ya que merecen la pena por su ubicación. Están en lo alto y desde ellas debe haber unas vistas preciosas. Por descontado hice unas cuantas fotos del palacio.

Intentamos entrar en el museo Omaní-Francés pero estaba cerrado. Me apetecía ver ese museo porque suena a cachondeo. Aparte de que el edificio tiene pinta de ser muy bonito, el museo lo que celebra es la visita del sultán a Francia en 1989 y la visita de Francois Miterrand a Omán en 1992. Fortaleza MiraniComo el sultán este no es muy dado a salir del país para evitar que le quiten la silla, para una vez que lo hizo se ha montado un museo para conmemorarlo. Seguimos nuestra ruta y continué haciendo fotos del fuerte Mirani y del fuerte Jalali, sobre todo del primero, ya que la carretera pasaba bastante cerca. Desde allí nos fuimos a un parque llamado Al-Riyam. Justo cuando íbamos a aparcar vi que cerca de allí había un camino para hacer trekking y le dije al tío que me dejara allí. Si el hindú tenía alguna duda aún, en ese momento vio que estoy más chiflado que una jaira. El camino es muy largo, subiendo una montaña y no me lo pude hacer entero, pero me hice un buen trecho. No me llevé agua y volví porque la lengua se me estaba inflando de la sed, que eso fue alrededor de la una y media de la tarde y el sol era de justicia.Dispensador de incienso Desde las partes más altas hice algunas fotos que espero hayan quedado bien. Entre las montañas había una pequeña cascada. Andaba con mucho cuidado para evitar los animales peligrosos, que el omanita me había dicho que el desierto está lleno de ellos. De hecho, el día anterior me enumeró todos los bichos que hay en el desierto ese y me quedé aterrado. En esas latitudes, todo lo que vive salvo los camellos está diseñado para matar. Serpientes, escorpiones, ratas del desierto, gatos salvajes (que según él son más grandes que los normales), hienas (o algo parecido, porque no sabía la palabra en inglés), son sólo algunos de los bichos que esperan incautos para cenar. Así que entre esta información y la del panel que había al principio de la ruta en el que también mencionaban que podían haber animales peligrosos, os podréis imaginar que no rocé una roca.

Cuando bajaba de vuelta al campamento base vi que medio pueblo se había congregado a recibirme. Debo haber sido el héroe del día. O eso, o esperaban que me matara por aquellas rocas. Además de la gente, un montón de cuervos se posaban a los lados del camino y me miraban esperando impacientes para almorzar y me temo que yo era el plato principal. No les di el gusto ni a ellos ni a los locales. Volvi a la base y el hindú me alcanzó al parque Al-Riyam como estaba previsto. Allí pude comprar una botella de un litro y medio de agua que me tomé allí mismo. hice mis fotos, observé a los locales paseando y disfrutando de un día en el parque y cuando tuve suficiente volví al coche.

El hindú, que aprende rápido, vio que me gustan los parques y la naturaleza, así que nuestra siguiente parada fue otro parque del que desconozco el nombre, pero que estaba muy bien. Este era pegado a la línea del mar e hice unas cuantas fotos muy bonitas. Torre de vigilancia sobre MutrahTras acabar mi nueva ronda le dije que me llevara junto a un restaurante llamado Al-Inshirah, en donde sabía que se puede subir a uno de los pequeños torreones de vigilancia que andan desperdigados por todas esas montañas. El hombre flipaba con mi afán por caminar y exponerme al calor. Me subí los más de cien escalones hasta llegar a la cima. Los escalones son del estilo holandés, muy empinados y llegué arriba sin resuello, pero mereció la pena. El punto de observación tiene dos cañones y las vistas están muy bien. Como siempre, saqué la cámara y disparé todo lo que pude. Unos extranjeros me vieron desde la base, pero cuando llegaron al pie de la escalera desistieron. Ya a estas alturas tenía más que fotografiada la ciudad. Por ser jueves no pudimos ir a los museos, que cierran los fines de semana, o al menos el día que corresponde a su fin de semana.

Mezquita frente al palacio de AlamDespués de esta última aventura en el exterior, le pedí que deambulara por la ciudad sin rumbo fijo. Paramos a hacer alguna foto de mezquitas, que me llaman mucho la atención y estuvimos dando unas vueltas. Hacia las cuatro le dije que me llevara a un restaurante árabe para almorzar y eso hizo. Cuando entré me encontré con un señor en la puerta detrás de un mostrador que fue al que pregunté si se podía comer. Fui al comedor y casi me caigo del susto. Habían mujeres musulmanas comiendo con los hombres en las mismas mesas. Recuerdo perfectamente que el iraní de mi empresa la única vez que nos invitó a su casa mantuvo a su mujer trabajando de cocinera y de camarera y no le permitió sentarse a la mesa con nosotros. Cañón en la torre de vigilanciaEstas estaban tratando de tú a tú con los hombres allí. Realmente la sociedad de Omán es un poco más abierta que otras musulmanas. El sitio tenía un precio fijo. Me pusieron una especie de sopa espesa que no sé identificar, pero que por el aspecto era como una mezcla entre caldo de millo y caldo de pescado, pero espeso. Tenía algunos huesos de animal desconocido, así que dejé un poco en el tazón, porque lo de comer huesos como que no me pone. De segundo elegí un pollo a la parrilla con un arroz frito y aderezado con especias. Estaba delicioso. Todo eso regado con agua de la cosecha del país. Resaltar que era el único occidental en todo el restaurante, que estaba bastante lleno y por eso levanté bastantes miradas. La gente me observaba como a un bicho raro. Esto seguro que formaba parte del plan de nuestro Señor. Las mujeres en aquel lugar eran tan bulliciosas como los hombres. Todos hablaban a gritos. Superé la prueba de la comida y me costó la friolera de un rial y cuatrocientos baisas, lo cual viene a equivaler a tres euros. Un pedazo de comida prácticamente regalado.

MezquitaTras el ágape, continuamos nuestra gira sin rumbo fijo por la ciudad. Yo ya estaba hecho polvo de tanto calor y de andar al sol, así que finalmente le pedí que me llevara al aeropuerto. Paramos primero en las oficinas de la empresa para pagar por el coche. El dueño de la empresa, o al menos el que la lleva se encarga de todo lo relacionado con el dinero, algo que suele ser muy habitual por estos sitios. Los empleados no tocan el dinero ni de coña. Me da la impresión que esos hindúes a su vez esclavizan a sus empleados hindúes. Después de pagar me hizo un regalo, una agenda de teléfonos, algo con lo que no sé que hacer puesto que yo estoy totalmente digitalizado, pero bueno, lo eché en mi bolso, que ya pesa un quintal.

Gran mezquita del Sultán QaboosDespués de dejarme en el aeropuerto, como tenía unas horas, me he dedicado a escribir y a hacer las últimas compras antes de coger el avión. En el aeropuerto he cenado un pollo con gambas y arroz frito que estaba buenísimo y que me ha costado dos riales y quinientas baisas, lo cual se puede considerar caro, pero siendo un aeropuerto, ya quisiera yo que en Holanda o en España me pusieran comida con esa calidad y en la misma cantidad por cinco euros.

Esta historia continúa en Bahrein y vuelta a casa