Otra prueba de mi perseverancia


Cuando me convertí en un atleta mega-límpico de esos, todos los que me conocen daban dos duros por mi constancia, como siempre y eso que tanto la bitácora, considerada por ninguno-que-yo-sepa salvo un servidor como la mejor bitácora sin premios en castellano y mi apego al Duolingo demuestran que tengo una regularidad obsesiva compulsiva cuando me tomo las cosas en serio y aún así me decían que aquello era un espejismo y desaparecería al poco tiempo. Cuando fui de vacaciones navideñas a Gran Canaria, me llevé los zapatones del atletismo y el tanga de leopardo y mantuve mi ritmo de dos sesiones semanales, igual que hice cuando estuve en agosto. En las Canarias, con el buen tiempo y la claridad, opté por seis kilómetros en cada sesión y al regresar lo reduje a cuatro, no por el frío sino por la lluvia y la oscuridad, ya que no me gustan ni la una ni la otra. No me importa ir a correr con un calor tórrido pero sí que me jode hacerlo cuando llueve o chispea. No me mola nada. Y lo mismo es con la luz, yo soy corredor de luz natural y aquí y ahora, con los días acabando antes de las cinco y comenzando casi a las nueve se me hacía una misión imposible durante la semana, con lo que regresaba a mi casa escopeteado y las dos primeras semanas de enero solo corrí unos cinco kilómetros en un circuito que me conozco muy bien y que comienzo con el sol cayéndose del cielo, porque la velocidad a la que se mueve es perceptible y al que sigue una oscuridad que llega en los cuatro minutos y cuarenta y nueve segundos que me suele tomar un kilómetro. La gran sorpresa particular ha sido que el frío no me molesta en absoluto y salgo a correr con un pantalón de chándal super-ligero que me compré en la tienda esa con nombre de número de mandamientos y en la que también compré una especie de camisa que bloquea el viento y que está pensada para actividades por debajo de los quince grados. Con eso y la banda que me protege los orejones y los guantes Gore me echo a la calle y en un par de minutos ya voy con una temperatura corporal muy agradable. Estamos veintipico días dentro del nuevo aaño y las tardes ya se han estirado como el chicle, hemos pasado de la puesta de sol a las cinco menos diecinueve minutos del uno de enero a la de las cinco y once minutos que habrá hoy, hemos ganado en tan poco tiempo MEDIA HORA de luz que a mi me sirve para correr seis kilómetros y ya sopesar el incrementarlos a siete. Los amigotes que me metieron en el tema ahora resulta que en invierno no corren, que hace frío, está obscuro y blah blah blah todos son excusas y yo probándoles una y otra vez que con cinco grados bajo cero, no solo es una actividad realizable sino que además, ejercitas las arriolas, ya que los cojones demuestran la flexibilidad que tienen y se retiran a sus cuarteles de invierno desde sus bolsas y se te ponen a la altura de las amígdalas.

La semana pasada y esta semana el único peligro es el hielo, con las temperaturas alrededor o por debajo de cero, el hielo puede ser una trampa que te espera en los lugares más recónditos, aunque en mi circuito, un lugar conocido como Laagraven, pronunciado truscoluña NO ES NACIÓN no lo hay, al menos si sigues el carril bici y conforme han pasado los días y la humedad se ha ido reduciendo, el hielo ha ido retirándose a los canales, que se convirtieron este fin de semana pasado en pistas de patinaje sobre hielo, no todos sino aquellos con menos profundidad. El sábado a las nueve y media de la mañana después de una sobada épica y antes de comerme el chocolate con churros fui a correr con tres grados bajo cero y mi vecino me vio regresar y flipaba. Él iba tapado como chocha fea emburkada y yo grácilmente desplazándome por la calle con mi velocidad constante.


7 respuestas a “Otra prueba de mi perseverancia”

  1. Como ha pasado por ahí la ola de frío. En la península se han estado congelando pero no he oído nada de Despeñaperros par arriba. Igual es que solo ha sino en España.

  2. «Y yo, grácilmente desplazándome» Eso me ha llegado al alma, siempre me conmueve lo mucho que te quieres y la elevada opinión que tienes de tu grácil persona, y haces muy bien, nadie lo va a hacer y a demostrar como tu… jajaja 🙂
    Salud

  3. Se me olvidó preguntarte ¿Con esas temperaturas bajo cero, no te arde el pecho cuando respiras? A mi mucho, y sin ser tan bajas…
    Salud

  4. Luis, a nosotros no nos pilló. Pasó como a unos doscientos kilómetros al este de Holanda y ni nos enteramos.

    Genín, está claro que no voy a vivir de las adulaciones de otros.